Fácil, pero difícil. La fórmula no está en salir, sino en no entrar. Permanecer inmutable, solitario, alejado de los centros del poder, gozando de los beneficios de una dulce vejez provinciana, anclado en un bello paraje del sur, donde quien habla de a poco se ha ido convirtiendo en un pequeño y curioso personaje.
Un librito al año, veinticinco ejemplares por edición, el goce del frío y la lluvia, la conversación matinal con gente que nunca había visto, qué más le podría pedir a la vida (dejando entre paréntesis la mancha vanidosa de la fama).