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sábado, marzo 22, 2025

La imaginación de Kafka

Jack London vivió defendiéndose contra las acusaciones de plagio de varios de sus cuentos; su defensa, lejos de negar la semejanza, consistía en cambiar el concepto de plagio por el de influencia. Para él resultaba válido basarse o inspirarse en un cuento ajeno para crear un cuento propio. La prueba de su inocencia, o de la castidad de su filosofía artística, es que en una ocasión le escribió una carta de agradecimiento al autor de la publicación original, antes de que éste elevara una protesta pública; eso está documentado. La mayoría de las veces se excusaba con el argumento de que ambos creadores habían sacado el tema de un suceso criminal descrito antes por un periódico; ambos estarían plagiando entonces al periódico y a través suyo, a la vida  misma. De todas formas, siempre hacía ver que era el tratamiento de la obra el que hacía la diferencia, lo que equivalía a disminuir al nivel de la insignificancia la imputación.
London escribió novelas y cuentos memorables; sin duda entre estos últimos "To Build a Fire", traducido como "Encender una hoguera" o "Encender un fuego", en su segunda versión, brilla en la cima. "La historia del hombre leopardo" no figura entre sus mejores obras, rara vez es mencionado, cuesta llegar a él; y sin embargo en estas solitarias tardes de otoño en el sur me ha dado que pensar, hasta el extremo de que no logro sacarme de la cabeza que Kafka, el mismísimo Franz Kafka, tuvo que haberse inspirado en él para crear su famosa historia "Un artista del hambre".
El hombre leopardo llegó a mis manos gracias a la existencia de la magnífica biblioteca de Frutillar. Una mañana escogí al azar una diminuta antología de relatos de crimen y misterio; escogí ese libro precisamente por su escasa cantidad de páginas y por lo tanto, de cuentos, entre los que se incluía el de Jack London, además de otra obra maestra que desconocía, "Markheim", de Robert Louis Stevenson. Cada día me es más difícil abordar obras monumentales; estoy dejando para otra ocasión "2666" y "Los detectives salvajes", tal vez algún día me digne a afrontarlos o quizás queden para una nueva vida, pero en tal caso tendría que cambiarme a la religión hinduísta, y dificulto que lo haga, por ahora, de tal manera que ante la disyuntiva de un lomo generoso y otro escuálido, tiendo a retirar de la estantería el lomo escuálido, y así fue como di con la historia del hombre leopardo.
"La historia del hombre leopardo" fue publicada en 1903 en la revista ilustrada norteamericana "Leslie's Weekly". "Un artista del hambre" fue publicada en 1922 en la revista literaria alemana "Die neue Rundschau". A juzgar por las vagas similitudes entre ambos cuentos no es improbable entonces que Kafka haya leído en su momento "La historia del hombre leopardo", escrita casi veinte años antes; de alguna forma tuvo que llegar a sus manos esa revista u otra que copió el relato, lo que desembocaría así en la paradoja, o el extraño caso, del plagiador plagiado. London no pudo haber elevado una demanda contra Kafka porque había muerto seis años antes de que "Un artista del hambre" saliese a la luz, en 1916, a los 40 años. Kafka murió en 1924, también a los 40 años.
Cito el párrafo de mi interés de "La historia del hombre leopardo", al inicio del cuento:
"Había en sus ojos una mirada distraída, perdida, y su voz triste, insistente, dulce como la de una doncella, parecía la representación apacible de una melancolía profundamente arraigada. Era el hombre leopardo, pero no lo parecía. Su profesión, su medio de vida, consistía en aparecer en una jaula de leopardos amaestrados ante públicos numerosos, a los que emocionaba mediante ciertas exhibiciones de valor por las que sus empresarios lo recompensaban a una escala proporcionada a las emociones que producía" ... "parecía agobiado no tanto por la melancolía como por una tristeza grata y discreta" ... "al parecer carecía de imaginación. Para él no había ningún atractivo en su vistosa carrera, ningún hecho atrevido, ninguna emoción, tan solo una gris monotonía y un aburrimiento infinito".
Cito un párrafo escogido de "Un artista del hambre":
"Entonces, toda la ciudad se ocupaba del ayunador; aumentaba su interés a cada día de ayuno; todos querían verlo siquiera una vez al día; en los últimos del ayuno no faltaba quien se estuviera días enteros sentado ante la pequeña jaula del ayunador"... "permanecía tendido en la paja esparcida por el suelo, y saludaba, a veces, cortésmente o respondía con forzada sonrisa a las preguntas que se le dirigían"... "Pero entonces ocurría lo de siempre; ocurría que se acercaba el empresario silenciosamente -con la música no se podía hablar- alzaba los brazos sobre el ayunador, como si invitara al cielo a contemplar el estado en que se encontraba, sobre el montón de paja, aquel mártir digno de compasión, cosa que el pobre hombre, aunque en otro sentido, lo era...".
En ambos casos, un hombre mínimo, inofensivo, melancólico; un hombre encerrado en una jaula de circo; un empresario que lo exhibe a un público asombrado hasta donde el espectáculo de feria lo permite. No se trata de coincidencias imposibles: en aquellos años de fines del Siglo XIX y principios del XX era bastante recurrente el tema de los artistas deformes, entendidos como seres desviados del común vivir de la gente, rechazados y temidos por la sociedad. La película "Freaks", de 1932, dirigida por Tod Browning, retrata magistralmente ese tema, y en los últimos años varias producciones cinematográficas se han hecho cargo del relevo.
Mi conjetura es que Kafka estudió el argumento de la historia de London y echó a andar su imaginación retorcida (uso el verbo retorcer en el sentido de sinuosidad, de darle vueltas a algo), llevando a su personaje a alturas que London no consiguió con el suyo. Me detengo entonces, porque yo no soy ningún académico, ningún estudioso de la literatura, no redacto papers ni tesinas, en el simple fenómeno de la chispa que pudo haber echado a andar la imaginación de Kafka en aquella ocasión. A Kafka le gustaban esos personajes y a la menor oportunidad que se le presentara debió de apropiárselos, hacerlos suyos. Sumándole su estilo ambiguo de vueltas y vueltas, vueltas para confirmar, vueltas para rebatir, vueltas para desmentir y nuevas vueltas para volver a confirmar, tenemos al hombre leopardo convertido en artista del hambre.
Queda por analizar la posibilidad de una colisión de fenómenos que parecieran estar siempre sobrevolando las nubes, hasta que se dejan caer sobre ciertas mentes afiebradas que los aguardan inconscientemente y se nutren de ellos. Se daría la casualidad que dichos fenómenos serían asimilados por mentes semejantes o proclives a incorporarlos a su repertorio (matemáticos, filósofos, inventores, poetas, químicos) de tal manera que entonces la cacería ocurriría a la inversa; esto es, dos artistas crean el mismo verso casi al mismo tiempo (lo atrapan) y no el mismo verso atrapa a dos artistas. 
No deja de ser curioso que en el párrafo final del cuento de Kafka, el artista del hambre sea reemplazado en la jaula por una pantera. Como bien lo saben los zoólogos, el nombre científico del leopardo es panthera pardus.
Tal vez haya constituido el humilde tributo del escritor checo al norteamericano que lo inspiró.

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