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martes, agosto 01, 2006

Salut! Demeure chaste et pure

Suelo pasar frente a la misma ventana de una casa en ruinas en el barrio Brasil y suelo ver siempre a la misma mujer de pantuflas escuchando la misma canción. Es una casa descascarada, que pide clemencia a los edificios vecinos para que éstos no se le vayan encima y la echen abajo. Hoy eran las tres de la tarde y el sol de invierno ya iba pensando en recogerse. Miré hacia adentro, no cuesta mucho hacerlo, es preciso empinarse un poco y listo; miré y otra vez vi a la dama de pelo largo y blanco sentada en los despojos de un sofá, despojos dignos, pero no enteramente limpios, con las piernas recogidas, con su bata rosada de levantarse escuchando su disco de Gounod, posiblemente el único de una colección perdida. El tocadiscos estaba ubicado como de costumbre frente a ella, en una mesita de tres patas cuyo único adorno es un portarretratos con la foto de cuatro personas: un hombre, una mujer y dos niñitas vestidas de primera comunión. Cuántas veces ya he escuchado esa misma aria al transitar por el barrio, Salut! Demeure chaste et pure. A la dama no parece importarle demasiado la eterna repetición de las notas en la voz de Jussi Björling. La dama está en ruinas, pero conserva un brillo lejano en sus ojos acuosos que miran eternamente en dirección al tocadiscos. Cuando el aria acaba ella se levanta, vuelve la aguja al surco tres y retorna al sofá, con el cigarrillo entre los dedos. Detrás de la ventana el tiempo es una nebulosa originada en un tabaco pasado de moda, en un sofá desvencijado, en el recuerdo a medias de algo que pareciera encerrar cierta importancia.
Desde la ventana se puede ver la puerta que conduce al sótano. El candado está verdoso, oxidado, hace años que no se abre.

7 comentarios:

Africanoaf dijo...

Creo que yo tambien conozco esa casa, aunque seguramente esta en otro barrio y es otra mujer la que escucha otra musica..., pero cnozco la casa, estoy seguro.

Fortunata dijo...

Quizás un día nos vean a nosotros leyendo y releyendo el mismo blog todos los días ese que tanto nos gustó o del que creimos estar enomorados...mientras a nuestro alrededor todo se enmohece y se desmorona....
Un abrazo

Eride dijo...

Me gustó la instantánea, pero veo muchos hilos que se pierden en el horizonte. Querría saber qué hizo que esa pieza se fijara en su mente. Será generoso el narrador y continuará la historia?

Lila Magritte dijo...

Yo quisiera saber qué hay en el sótano.

No sé por qué cuando se habla de sótanos aparece de inmediato en mi mente un cuento de Jaime Hagel.

Abrazos.

Zifnab dijo...

Estraordinariamente sugerente

E incluso sensual, permítame la perversión

Se feliz

Anónimo dijo...

Suelo pasar frente a la misma ventana de una casa en ruinas en el barrio Brasil y suelo ver siempre a la misma mujer de pantuflas escuchando la misma canción. Es una casa descascarada, que pide clemencia a los edificios vecinos para que éstos no se le vayan encima y la echen abajo. Hoy eran las tres de la tarde y el sol de invierno ya iba pensando en recogerse. Miré hacia adentro, no cuesta mucho hacerlo, es preciso empinarse un poco y listo; miré y otra vez vi a la dama de pelo largo y blanco sentada en los despojos de un sofá, despojos dignos, pero no enteramente limpios, con las piernas recogidas, con su bata rosada de levantarse escuchando su disco de Gounod, posiblemente el único de una colección perdida. El tocadiscos estaba ubicado como de costumbre frente a ella, en una mesita de tres patas cuyo único adorno es un portarretratos con la foto de cuatro personas: un hombre, una mujer y dos niñitas vestidas de primera comunión. Cuántas veces ya he escuchado esa misma aria al transitar por el barrio, Salut! Demeure chaste et pure. A la dama no parece importarle demasiado la eterna repetición de las notas en la voz de Jussi Björling. La dama está en ruinas, pero conserva un brillo lejano en sus ojos acuosos que miran eternamente en dirección al tocadiscos. Cuando el aria acaba ella se levanta, vuelve la aguja al surco tres y

mentecato dijo...

¡Bravísimo!