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martes, septiembre 16, 2008

Decadencia de un sicópata

Vestido enteramente de blanco, a lo Tom Wolfe, bajo a la calle a hacer de las mías. Intento volverme invisible entre el gentío, pero mi traje, mis zapatos y mi sombrero panamá me delatan, a propósito: es que debo llamar la atención. Aunque odio convertirme en centro de las miradas, resulta necesario para mi plan de esta tarde.
Me instalo en un banco. La gente pasa y me mira. Dos muchachos comentan algo entre ellos y vuelven la vista. Les tiro un beso y se largan a reír.
Pasa una mujer de aire iracundo, baja estatura, peinada con laca. A ésa le echo los puntos. Me levanto y la sigo. Antes de llegar a la esquina le hablo.
-Dónde vas, preciosa.
-Y usted, ¿quién es?
-Me calentaste apenas te vi.
Me mira de arriba abajo.
-¡Qué se cree, roteque!
-Estái bien buenona.
-Voy a llamar a los carabineros.
-Te invito a comer un hot dog.
-Oiga. Usted está hablando con una dama.
-Vamos, acompáñame.
-¿Cree que porque anda elegante puede hacer lo que quiera con una mujer decente?
-Aquí es, entremos.
(El mozo).
-¿Qué les puedo ofrecer?
-Dos completos y dos cañas de vino blanco.
(Al rato, en el motel).
-¿Viste lo que te estabai perdiendo por tonta?
-¡Ay, mijito, métamelo hasta las costillas!
-Date vuelta, maraca de mierda.
-Bueno, pero no me trate así.
-¡Date vuelta, mierda!
-Me está dando miedo.
-Atraca el poto pacá. Quiero que suenen los cocos cuando te lo enchufe.
(Dos minutos después).
-¡Ay, mijito, déle más fuerte!

(Por la noche, ante el diario de vida).

Cada vez siento menos la emoción. Veo fluir la sangre y corre igual que todas las sangres del poblado. Los ojos vacíos terminan siendo los mismos, los tediosos estallidos de la carne se hacen fuego de vela. Ni siquiera el placer de saborear a hurtadillas los estertores de la muerte me anima. ¿Debo entregarme a la justicia o existe aún otro método inexplorado?
De joven, este teatro y su escenario se me hacían iniciáticos.
Revelado ya el secreto, sólo hastío.
El aura poética debe dar paso a lo esencial: la poesía es una linterna mágica que ilumina la verdad que se guarda en los rincones. Es sólo un chispazo de luz. Si no se aprovecha, la verdad se olvida.
Y mi verdad es ésta:
Conocí el amor. Quien ha amado alguna vez sabe de lo que hablo. Al decir que conocí el amor digo también que conocí la tristeza. No existe la correspondencia exacta, no puede existir en dos almas que habitan este mundo. Quien ama sólo desea que se le ame de la misma forma. Y si a alguien se le ama aún más de lo que ama, es que no ama. Por lo tanto, si amé es que no fui amado.
Pasada la experiencia del amor me dejé llevar por el deseo. Quien ama, vive; quien desea, mata. No se puede afirmar que los animales amen y si aman, no es ése el amor del que hablo. El de los animales es un amor instintivo, natural. El amor del hombre es moral. No es casual entonces que ciertos animales culminen el rito del apareamiento con la muerte de uno de ellos. Los hombres se estremecen al ver esas imágenes por la televisión, las asocian con una bestialidad que no les pertenece. Yo les advierto: ¿No es acaso la misma bestialidad y sed de muerte la que gobierna vuestros maliciosos actos privados y los míos?
¡Ay del que diga "es sólo sexo, placer, juguetería"!
El sexo precisa pensamiento, todo crimen debe ser cometido antes de llevarse a cabo.

4 comentarios:

Vachi dijo...

La mierda che... este está más salado que el anterior! Realmente ud. descarga perversiones muchas por aquí. Lo felicito!

mentecato dijo...

Texto que incita. La bestia que habita nuestra alma despierta encandilada...

Saldré esta noche por los muelles a esperar el regreso de las rameras que me amaron violentamente en mi juventud...

¡Aplausos, Dr. V.!

Un abrazo.

CRKR dijo...

Muy bueno el detalle humorístico de la primera parte , sobre todo el diálogo del Dr con la mujer .
Buen relato , sabroso .
Espero que el aburrimiento del Dr vicio no sea el tedio del escribidor a seguir escribiendo .

La peor de todas dijo...

Bestias...somos bestias enamoradas, adoloridas, malhumoradas. Bestias. Soñando tener alas cuando caemos una y otra vez al suelo.