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jueves, abril 28, 2011

Los temas

¿De qué versa hoy una novela que se precie de tal? Los grandes temas en Chile: la pedofilia y las perversiones de los religiosos, las minorías sexuales, la infidelidad sin culpa, el matrimonio como fenómeno efímero, los mapuches, el daño a la naturaleza por parte de los grandes consorcios económicos, todo aquello que tenga que ver con la mujer, especialmente si tiene menos de 40 años, el rock de los 80 y los 90. Una novela que verse sobre alguno de estos tópicos, estando medianamente bien contada; esto es, sin demasiadas faltas de ortografía y con un par de polvos relativamente exóticos y crímenes entre medio (desarrollar: qué es lo exótico hoy en día), será éxito seguro.
Debo admitir que al pensar en estos temas me pongo a bostezar. Ustedes son testigos de que no suelen aparecer en mis escritos. Debe de ser porque tengo bastante más de 50 años, porque ya no marcho con la corriente, porque me da acaso lo mismo marchar con la corriente, casi diría que me apasiona marchar en contra de la corriente con cierta violencia; o porque, por el hecho de ser periodista, terminé por hastiarme de la noticia del día.
No me siento un ser social. He dicho alguna vez que me las he ingeniado para hacerme el adaptado, no siéndolo. Quienes me conocen personalmente se sorprenden de mis escritos. Quienes me leen se desilusionarían si me conocieran. Mi tarde ideal se compone de siesta, once con sopaipillas pasadas, un vaso de whisky al caer la noche y un paseo a la perrita con mi mujer. Mi relato ideal trataría sobre la inmensidad del absurdo en un extraño lugar creado por mi imaginación. Mis amigos hablan de mi doble personalidad; terminé por darles la razón. No tengo remedio. Lo bueno de ponerse viejo es aceptarse.
Y sin embargo estoy metido en esto, es lo malo. No puede uno evitar vivir en el mundo en el que vive. Si hubiere una guerra, tendría que alinearme. Agradezco a la paz del mismo modo en que agradezco a la rueda de la fortuna por haber girado a mi favor. Cuando estuvimos a punto de la guerra civil, me abandericé como todos. Habría tenido que matar a mis enemigos, si hubiese llegado la hora. Diariamente discutía con mis padres y mis tíos, ellos no me entendían, yo no los entendía. Había un abismo entre ambas posiciones. De esos días es la canción "Todos juntos", de Los Jaivas, a quien con tanta liviandad se les tilda hoy de izquierdistas. Esa canción no era ni izquierdista ni momia. Era para todos juntos. Por eso la cantaban unos y otros, pero sin creer en ella. "Todos juntos" no entendía lo que pasaba en Chile y Chile no entendía "Todos juntos". Ahora todos la entienden, porque a nadie compromete. Y por eso hoy es tan fácil condenar los crímenes de esos años. La sangre ya no salpica, se quedó en el cuerpo de las víctimas y sus victimarios. Hoy es más fácil ser joven.
Prefiero las cosas difíciles. Lo fácil no dura. Es inconsistente, no deja huella. ¿Qué queda tras una rica cena en el Barrio Bellavista? ¡Qué bien lo pasamos anoche!
Admiro a aquellos aun más complicados que yo; es decir, a los que se atreven a bucear en las profundidades abisales y a los bienaventurados románticos que se rigen por ideales supremos. A los que han leído mucho, a quienes han dedicado su vida a la lectura, a los pobres de situación y ricos de conocimiento, a los que me cuesta entender. A Vargas Llosa le tengo un enorme respeto por su peso intelectual, su palabra siempre certera, sus análisis profundos, su narración limpia y brillante, pero no lo admiro. En cambio admiro a Hoffmann con sus errores, el filo de Salinger, la audacia de Byron, incluso la honestidad del marqués de Sade. A Bolaño le tengo una envidia secreta, que hoy confieso. Somos del mismo año; él dio sus frutos, yo he dado poco y nada.
En cuanto al discurso, no me canso de dar las gracias por mi anonimato. Me permite escribir de lo que siento y me exime de hablar en público. No tengo que justificar tema alguno ni pasar por esos horrendos exámenes de ingenio que son las entrevistas. Elijo mis temas de acuerdo con mi estado de ánimo o para sacarme una espina que se me atravesó de repente, en  el sueño, durante un descanso, mientras doy una caminata, al recordar, al mirar las nubes.
¿Está exento el artista de las prohibiciones a las que la sociedad somete al hombre común? No en los hechos, sí en la obra. La obra no es un hecho, la obra es un destello de la imaginación y así, debe sortear incólume el filtro de la censura. El que la historia registre tantas excepciones no invalida la regla.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Interesante.
Estoy de acuerdo en la libertad que da el anonimato, yo no soportaría entrevistas, ni fans, ni...
Es usted un outsider enjaulado en la rutina, si no entendí mal.
Yo, una outsider que quiere seguir siéndolo.
Un abrazo D