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miércoles, mayo 09, 2012

La primera piedra del sistema planetario

En aquellos tiempos culpaba a mi padre de mis vicios, a ese anciano inexperto extremadamente flaco, qué sabía yo del sistema planetario. Júpiter tenía su método que le permitía rotar al tres y al cuatro alrededor del Sol, que era su dios; también él rendía cuentas.
Luego el papá fui yo y me maldijeron en silencio. Fui cruel, era dueño de un sistema infalible, excéntrico.
El sistema de mi padre era sencillo y le permitió salir adelante. Avanzaba tres pasos y retrocedía cuatro, pero obtenía dividendos, ya que los tres pasos que avanzaba medían más que los cuatro pasos que retrocedía, por decir dos metros diez contra un metro noventa, parecido al nadador de estilo pecho. En otras palabras moriría por nosotros pero primero sus vicios. Una noche me encaramé con la Virgen a un coche victoria y lo fuimos a buscar; lo hallamos echado a los pies de un árbol, salivando, esto ya lo he contado tantas veces, mas viene al caso pues demuestra su sistema a la perfección.
Mi sistema era relativamente diferente, estuve a punto de decir diametralmente opuesto. Insensibilidad al dolor ajeno, carne viva al propio, rebeldía invisible y el sacrificio de la automutilación. No diré lanzar primero la piedra y hacerse la víctima, pero algo parecido. Amor para callado, amor con hechos, no palabras. De los tres caminos escogí el más seguro, no el más fácil ni el mejor. Antes que excederme me contuve, el Palacio de la sabiduría lo divisé tarde mal y nunca.
No he hablado de la Virgen.
Su santidad me incineró, su esplendor enceguecía mis proyectos y tarde vine a descubrir los parches de sus vestiduras, cuando ya uno todo lo perdona. Qué grande que era. Y cómo liquidó con la suavidad del acero el esbozo de mi plan. Cuando salía a la esquina a comprar verduras se demoraba media hora en regresar. Todos se paraban a saludarla y ella le decía una sentida frase a cada uno. Eso hasta hoy no lo puedo comprender.
Se está haciendo de noche, hora de amargas reflexiones. Dos cajones podridos por la humedad del cementerio de Rancagua son más poderosos que toda la energía que aún corre por mis venas. Si fuese inteligente le buscaría la quinta pata al gato; como no lo soy tanto, tiendo a flotar al ritmo de las olas.
Bastaría con gritar ¡soy débil, ayúdenme por favor! Pero sería señal de debilidad.
Libres de pecado los fanáticos. Libres los ricos de oro. Las niñas bonitas, los niños soñadores. El momento del amor, la fría ciencia. Los huesos. La novia en la víspera.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No sé si lo he entendido bien...
Un abrazo

Anónimo dijo...

Quise decir que todos culpamos al pasado de nuestro destino, al tiempo que los que vienen nos culpan a nosotros. En medio de esto hablé de mi padre y de mi madre y de cómo influyeron en mí. Terminé diciendo que solo esas personas que menciono están libres de pecado. Por una parte los irresponsables, inconscientes. Y por otra los espíritus blancos e inocentes y la fría ciencia, que no es culpable ni virtuosa.
Si lo explico es para que yo mismo lo entienda. Creo que es mejor que cada uno lo interprete a su manera, después de todo es un intento de lenguaje poético.
Abrazos
D.