Ya es hora de sacarme la carga que pesa sobre mis hombros. El intercambio me contuvo, los hijos marcaron mi quehacer, Occidente me impuso su lenguaje y me sobrecargó de mitos. Ahora camino hacia la cita con el destino más libre que nunca, atado a las debilidades de mi cuerpo.
Mi nombre no tiene importancia, mi edad tampoco. Sólo diré que mi título de Vicioso y Hombre Malo me fue conferido, tras estudiar la vida entera en su academia, por una milenaria formalidad ideada naturalmente por los hombres. Y que si de algo soy testigo es de un derrumbe moral que me ataca por todos los flancos y me obliga a sumarme a él, en el entendido de que la verdad no es otra cosa que aquello que todos tratan de ocultar.
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