No sé vivir, aún no aprendo a vivir, qué poco he aprendido de la vida, qué poco he aprendido de las plantas y de las abejas, de las hormigas, de los caballos, de las aves de rapiña, de la liebre, del ratón, hasta de las arañas; de las nubes, de la lluvia, de los artistas y de la masa humana que pulula por la tierra.
Sobre la sentencia que viene no hay dos opiniones: habré aprendido a vivir cuando despierte alegre, no asustado.
Al atardecer, el primer whisky sosegará mis sentidos, y con esa esperanza me levanto de la cama.
Observar, contemplar. Y cuando se presente el problema, hacerme cargo.
Este es mi momento, hoy por hoy. A pesar de todo, idílico, según mi familia y mis amigos.
Y para los que no me conocen, agradezco que estas líneas se encuentren tan escondidas en el firmamento virtual; de lo contrario me expondría a la jauría de envidiosos y resentidos que sostienen su diálogo basados en la supuesta injusticia que los condena a mirar desde la calle los brillantes escaparates.
1 comentario:
Estrenar los días, aunque a veces no nos guste el color del cielo, el frío que trae el viento... Siempre es indicio de que podemos gastarlo y que todavía somos millonarios de vida.
Un abrazo enorme
La Lechucita
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