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jueves, enero 15, 2009

Antifaces, título provisorio

Presumí de afligido; era alegre
De fracasado; vencedor
Lúgubre; optimista
Creador; simple copista

Quise impactar a Dios; guardaba una carencia
Conquistar a las mujeres; ceguera
Penetrar en el laberinto de las letras; ceguera
Ser bueno; cálculo

Me declaré viejo; estaba joven
Enfermo; sano
Retirado; vigente
Rebelde; de café

Desprecié el vil dinero; atesorando
A mis hermanos escritores; intentando penetrar sus laberintos
Los vicios; ensayando conquistas
La soberbia; provocando a Dios

Ahora soy qué
Hombre de un solo norte
Al menos lo tengo claro
Vida
Virtud
Vicio
Letra
Miedo
Muerte

viernes, enero 09, 2009

El Mundial del 62

Ahora que se acercan a pasos agigantados los 50 años del Mundial de Fútbol repaso la literatura nacional y considero que se ha hablado bien poco de ese fenómeno social, que en Chile sólo podría compararse con el del golpe de estado, descontando los terremotos. Callaron Neruda y Parra, debiendo haber escrito. Seguramente les sucedió lo que a todos los intelectuales de fuste de su tiempo: habrán considerado insignificante referirse a un torneo de fútbol. El doctor en filología hispánica Jesús Castañón Rodríguez escribió que "en Chile, la fase final de 1962 inspiró el poema Homenaje al Mundial, con el que Julio Barrenechea obtuvo el Premio Nacional de Literatura de Chile", afirmación completamente falsa, ya que Julio Barrenechea recibió dicho premio en 1960, que fue el año del terremoto de Valdivia, no el año del Mundial. Entre paréntesis, qué dirá ese poema y qué dirá la obra de Julio Barrenechea, hoy sepultado en el olvido. El Mundial sigue creciendo, mientras que esos versos y tantos conflictos trascendentales que vivió el país... para qué seguir.
Me he propuesto la titánica misión de escribir un poema en prosa dedicado al Mundial, "para que quede para el recuerdo". No se vayan a reír si empiezo mal; generalmente los comienzos de cualquier iniciativa que emprende el ser humano son imperfectos. La carga se va arreglando en el camino. Dice así:

El Mundial del 62

El Mundial del 62 fue una fiesta universal del deporte del balón. Porque no teníamos nada lo queríamos todo y los Cuatro Mosqueteros de Lisboa lo consiguieron. Alvear, Dittborn, Pinto Durán, Bianchi. Los periodistas Luis Urrutia y su colega y amigo Guarello escribieron un libro donde sale que un relator deportivo vio llegar al estadio a los Cuatro Mosqueteros de Lisboa, pero confundió el noble apodo y dijo al aire: "Ahí vienen entrando los Cuatro Jinetes del Apocalipsis...". Cuando llegué a esa parte me maté de la risa; es realmente una de las anécdotas más sabrosas del libro, éxito de ventas por lo demás.
Nunca he sabido de alguien que se haya muerto de la risa, pero sí de muchos que se han muerto de miedo.
De modo que el Mundial fue creciendo con los años. ¡Ese partido con Rusia en Arica! Lev Yashin, "La araña negra", desconcertado ante el zurdazo de Leonel, todo Chile poniéndose de pie y un grito largo y apagado que surge al mismo tiempo desde un receptor de radio en Siberia, un lamento en onda corta que hace maldecir y sucumbir al grupo de hombres reunidos en torno al receptor en un galponcito en medio de la nieve, bajo la noche más oscura que jamás se haya visto en los confines del planeta. Goool de Chile... Goool de Chile...
El sol abrasador del desierto de Atacama. La escalofriante estepa de Siberia, metáfora del símbolo.
Y qué decir del duelo ante Italia, el combo de Leonel, el gol de Jorge Toro mientras Inglaterra humillaba a la Argentina en el estadio Braden de Rancagua.
¡Oda a Maravilla Gamboa, a Efraín Caimán Sánchez! ¡Oda al gol olímpico de Colombia y a las fintas de Garrincha! ¡Oda al Cinco Copas Carbajal, el gran arquero mexicano! ¡Cómo lloraba ese hombre el 3 de junio, cuando Peiró de España le metió un gol en el último minuto! Lloraban también Di Stéfano, Sivori y Pelé desde la banca, los tres grandes ausentes del Mundial.
Ya estamos entre los cuatro primeros, decía el Maestro Lucho. Esa noche todo se veía movido. La gente corría de un sitio a otro de la casa. La frase del Maestro Lucho a la que aludo fue pronunciada en la cocina; me parece que la dijo de lado, pero al momento siguiente la cocina estaba vacía. Todas las luces se encontraban encendidas y de cualquier rincón irrumpían ecos de voces triunfales. El Maestro Lucho ya está muerto, pero su frase quedó para la posteridad: Chile le había ganado 2-1 a la Unión Soviética en Arica y se ubicaba entre los cuatro grandes del mundo, por primera y única vez en su historia. ¡Loor al taponazo de Eladio Rojas desde 30 metros!, algunos dicen 35 y ya hay quienes hablan de 40.
Vino entonces lo esperado, la profecía autocumplida. Habíamos volado demasiado lejos, llegamos a los pies del Olimpo y al levantar la cabeza vimos algo así como el Castillo de Kafka. No hay vacantes; laureles reservados hace cien años. La tragedia estaba escrita, sólo había que representarla en el teatro griego a cielo abierto. Debía perderse con Brasil; se perdió con Brasil. Debía ganársele a Yugoslavia; se le ganó a Yugoslavia. Pero debía ganársele con heroísmo; se le ganó con heroísmo. Nunca en la vida hubo algo más perfecto para Chile; el tercer puesto encajó como pieza de un rompecabezas mitológico. Se juega el último minuto, Chile espera el espantoso alargue con tres hombres lesionados que hacen número en la cancha del Estadio Nacional, impresionante zapatazo de Eladio, Marcovic desvía la pelota, el arquero Soskic se retuerce y llega tarde, la pelota se anida en el fondo de la red y el estadio se levanta, se le hinchan las venas del cuello a Julio Martínez Pradanos, se inicia el paseo de Riera en andas, los jugadores dan la vuelta olímpica, la Plaza de Armas aplaude por la noche a un negro de Brasil montado en un caballo blanco, Brasil gana al otro día el título y en Praga los checos se levantan el lunes a mirar los diarios en los quioscos, se detienen en la foto de Mauro con la copa Jules Rimet y siguen caminando, no compran el diario, el Mundial se ha terminado.
Los archivos fílmicos han creado una interpretación particular de ese momento de la historia. Para los más jóvenes el Mundial del 62 es un episodio de media hora en blanco y negro; sería inconcebible que aquello equivaliera a "nuestros días", en que el mundo está normal, viste normal, camina corre y piensa normal. El pasado tiene algo de ridículo, aun en la forma de hablar de las personas. Supiera la gente cuán parecida es no lo creería. Dicen que los hombres prehistóricos sentían celos y que había dramas pasionales en la cueva de Altamira, no puede ser, si eran poco menos que animales.