El hombre mediocre tuvo una casa mediocre, un hogar mediocre, unos hijos mediocres, un trabajo mediocre, un país mediocre. Alguna vez le palmotearon la espalda y lo subieron a un podio, pero cuando miró desde la altura vio a gente como él y no sintió alegría.
Sintió pena.
El hombre mediocre quiso destacar y no pudo, porque era mediocre de nacimiento; le faltaba inteligencia.
Dios, para condenarlo más, le echó algo de sensibilidad en el cerebro y se lo batió bien batido, de tal forma que cuando vino al mundo ya traía una revoltura.
Estaba frito.
El hombre mediocre fue niño alguna vez y como todos sus amigos, soñó con ser grande y luminoso como una estrella. Todos fueron creciendo mediocres y hoy se juntan de tarde en tarde para recordar sus buenos tiempos. Los demás creen que han triunfado, porque son mediocres inconscientes, en estado puro.
Grandes de corazón, ciegos de la mente.
El hombre mediocre está angustiado porque envidia a los famosos y no quiere ser como ellos, porque recibe cariño de su gente pero no se siente bien. Quisiera estrangular a la famosa rubia del Mercedes, pero ¡ay si lo invitara a subir! Desearía comer el pan, beber el vino y luego limpiar la copa con un pañuelo, pero vienen las arcadas.
Está en problemas.
El hombre mediocre hace girar al mundo, levanta las casas, atiende las oficinas, llena los estadios, copa los consultorios y espera en las filas para pagar las cuentas. Desde el púlpito lo intentan convencer de que todos los hombres son hermanos y algo de eso le queda hasta el último cántico, peor, a la salida del templo dos hombres se acuchillan ante la mirada del resto y nadie levanta al muerto; todos huyen despavoridos menos los perros, que hunden sus hocicos en el vientre del cadáver.
El hombre mediocre morirá de una infección al páncreas.
Mi nombre no tiene importancia, mi edad tampoco. Sólo diré que mi título de Vicioso y Hombre Malo me fue conferido, tras estudiar la vida entera en su academia, por una milenaria formalidad ideada naturalmente por los hombres. Y que si de algo soy testigo es de un derrumbe moral que me ataca por todos los flancos y me obliga a sumarme a él, en el entendido de que la verdad no es otra cosa que aquello que todos tratan de ocultar.
2 comentarios:
Querido doc:
Aplausos por "El hombre mediocre". Es la gran plaga planetaria. Alguna vez leí el libro de José Ingenieros "El hombre mediocre". No sé si resistiría una segunda lectura.
Le agradezco sus comentarios a "El hombre del sombrero verde". Es una paletada simplemente: vida y muerte, y muerte y vida, acontecimientos por doquier...
Un abrazo, doc.
Mediocridad, uno querría salvarse y se encuentra bañada hasta los pelos...y sólo queda saber que se está ahogando
Un abrazo
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