Era un sol abrasador de otoño y las hojas se iban contra el muro de piedra.
Al anochecer fueron humedecidas por el rocío y entrada la mañana resplandecían de belleza.
Por la tarde descendió la ceniza. Ya no se oía el batir de alas en el cielo. Las aves habían emigrado.
En la casa de piedra se celebraba una fiesta. La mesa, cubierta de manjares.
Un loco calvo en la cabecera exigía puntualidad a los mozos, y los mozos corrían a servir a los invitados arriesgando el equilibrio de los platos, palmas al aire el loco enfurecido. ¡Si lo hacen de nuevo me cortaré la cara! ¡Me cortaré la cara si lo hacen de nuevo! y los mozos asustados servían con la espada de Damocles sobre la cabeza de su amo.
Alguien preguntó por las hojas, otro notó que las cenizas ya cubrían la mitad de las ventanas. Pero el loco no era capaz de fijarse en detalles como esos. ¡Beban a mi salud! les exigía. La casa de piedra se hallaba a su merced con todo su interior.
Oh loco que todo lo puedes, sálvanos esta vez de las cenizas clamó el coro de invitados. Subid a mis aposentos dijo el loco y la muchedumbre se embriagó en las escaleras y se instaló en sus aposentos, pasados a mierda.
Mi nombre no tiene importancia, mi edad tampoco. Sólo diré que mi título de Vicioso y Hombre Malo me fue conferido, tras estudiar la vida entera en su academia, por una milenaria formalidad ideada naturalmente por los hombres. Y que si de algo soy testigo es de un derrumbe moral que me ataca por todos los flancos y me obliga a sumarme a él, en el entendido de que la verdad no es otra cosa que aquello que todos tratan de ocultar.
2 comentarios:
¡Genial! Bello y poético. Diestra mano en el arte de la escritura.
Un abrazo de Mentecato.
¡Genial! Bello y poético. Diestra mano en el arte de la escritura.
Un abrazo de Mentecato.
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