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miércoles, diciembre 23, 2020

Conjunción

Caminamos con mi mujer hacia el sector menos iluminado de la calle; desde allí levantamos la vista al cielo para ver la conjunción de Júpiter y Saturno. Los medios electrónicos, tan vagos e inexactos, informaban que algo así no se veía en 800 años, al menos de noche. Acudí a la diosa internet; me confirmó que en los años del Siglo XIII que van del 1200 al 1300 Dante escribía la Divina Comedia y Chrétien de Troyes ya había dado a luz su Perceval. En 1220, el momento de la conjunción, si fuese cierto eso de los 800 años, Gengis Kan arrasó con Samarcanda, mató a sus habitantes, no a todos, incendió y saqueó la ciudad.
Me vinieron espontáeamente a la memoria los incendios y saqueos en la ciudad que habito. ¿Y si Piñera hubiese llamado a plebiscito para modificar la constitución al día siguiente de asumir el mando? ¡Qué de problemas se habría evitado! Pero solo los profetas y los ilumiados son capaces de advertir lo que deparan los días del futuro, y nuestro presidente no entra en esa categoría. 
El señor Mahana me comentaba, días atrás, que la gente estaba mala, que ya no era la de antes, no era la de nuestra generación, que vela por sus hijos y sus nietos. Tendí a concederle la razón; nos hacía sombra una arboleda en la avenida Dublé Almeyda y nos acariciaban rayos de sol que se colaban entre las hojas mientras avanzábamos a tranco lento por la calle. Si le di la razón fue más bien para no entrar en análisis profundos sobre si realmente la gente estaba más mala o era la misma de siempre, con otras máscaras, aunque le manifesté mi pequeña esperanza de que las cosas parecían estar cambiando para mejor. Es la plata, si hay plata todo anda bien; es la plata, me secreteó. Unos pasos más al poniente volvió a acercarse a mi oreja. Deje de alimentar los monos del zoológico y verá cómo al rato se arma la grande, sentenció. La avenida era un mar de autos que calentaban las horas previas a la Navidad. El señor Mahana es vendedor y ha tenido días más gloriosos. No es que le vaya mal, pero ha tenido días más gloriosos, él mismo lo admite.
Cuántas cosas han pasado en estos 800 años que pudieron evitarse. Y cuántas deberíamos celebrar.
Mi mujer y yo seguíamos mirando los dos puntitos en el cielo, tan lejanos. Sentía que Júpiter y Saturno me querían decir algo ahora que aún estaba vivo, pero no sabía qué. Bajaba la vista para descansar el cuello, luego volvía a mirar, como diciéndome aprovecha que esto ya no se vuelve a ver en 800 años. Los puntitos se unían y se separaban, titilaban como estrellas de Neruda, se confundían en el firmamento. Era una visión de lo más aburrida, pero se me antojaba trascendente. Al fin nos tomamos de la mano y emprendimos el regreso al hogar.

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