Horas después, por la noche, que es cuando tiendo a reflexionar sobre los hechos que solo en ese instante surgen como los más importantes del día, reparé en mi falta: dejé pasar un momento precioso para acercarme más a él, para sentirlo como a un igual.
Mi análisis me dicta que él temía perder algo muy preciado que se encuentra dentro suyo, que es su vertiginosa y plástica imaginación, o su poder musical de tan frágil sustento, o tal vez su bondad marcada por la inocencia, que se le escapaba entre los dedos pero que seguía estando a la vista, y luego se le iba hundiendo en una zona viscosa, como son las aguas de un pantano o las marcas que va dejando la vida. No soy capaz de darle más interpretaciones al sueño; pero sí de interpretar mi reacción ante ese pequeño episodio vivido en la cocina. He juzgado siempre con severidad su débil sentido de la vida material; admiro las profundidades de su genio poético, lo sobreprotejo y lo amo como ama un padre bíblico a su hijo.
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