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martes, diciembre 31, 2024

La pantera gris

Cercada por el alambrado, la pantera gris se paseaba nerviosa dentro del patio, sin manifestar gran interés por el pavo dispuesto para ella. El gallináceo se arrinconaba en cada esquina opuesta por la que doblaba el felino, haciendo lo humanamente posible para pasar inadvertido. 
El narrador de esta historia miraba la escena a través del ventanal del segundo piso; mas, haciendo caso omiso de una advertencia del subconsciente, corrió una hoja del ventanal y salió al balcón para tener mejor vista de lo que habría de ocurrir inevitablemente, que era el sacrificio del pavo. Craso error: en la parte superior del alambrado que daba directamente al balcón había una pequeña falla que la pantera gris descubrió no bien el ser humano se afirmó a la baranda. En cosa de fracciones de segundo la pantera trepó al balcón y corrió hacia el hombre, quien, tratando de eludirla, no hizo más que aproximarse a ella, de tal forma que no le quedó otra que echarse bruscamente al piso y apoyarse con los codos. La pantera lo desplazó con el violento roce de su cuerpo y el hombre cayó al patio, donde se hallaba la moto.
Corría a una velocidad imprudente por las callejuelas del pueblo, sin mirar nunca hacia atrás, ni siquiera a través del espejo retrovisor. Se aferraba al manubrio de la moto con firmeza; sorteaba los baches de las calles de tierra con cierta dificultad. Las pocas personas que transitaban por las veredas lo hacían con esmero, de tal manera que no había que tomar demasiadas precauciones. Además, el camino siempre se le iba abriendo; al narrador le daba la impresión de que en la esquina siguiente sobrevendría la desgracia, pero no resultaba así: inevitablemente se abría ante él una nueva callejuela y el viaje se le estaba haciendo hasta agradable.
Pero está escrito que las advertencias del subconsciente rara vez son tomadas en cuenta. El hombre visualizó una subida en el horizonte que terminaba en una calle que hacía las veces de un muro infranqueable. Su camino toparía en ese muro y su viaje habría terminado. Sobre la calle, no al ras de ella, se levantaba una casa como todas las que ya habían pasado por su vista, casas humildes, de poblaciones marginales, acordes con los barrios polvorosos ya dejados atrás.
Ante la disyuntiva, el narrador de la historia se jugó el todo por el todo. Aceleró y se adueñó de la casa, se montó en un patio de la casa; nuevamente un patio, el subconsciente le habla y él no escucha. En ese instante ya estaba para actos irracionales, temerarios. Agarró todo lo que estuvo a mano y lo fue arrojando a la calle. Se trataba de quebrar, destruir, vaciar la casa, hallar la fuerza escondida que lo hiciera entrar en razón.
Y así ocurrió. Pronto apareció el dueño, un hombre de mediana edad y carácter calculador. El narrador se hallaba a su merced, ya no le quedaban armas para defenderse; se había desprendido de todo, la moto humeaba con el choque.
Agachó la cabeza y cerró los ojos. Mientras aguardaba el mazazo sobrevino una luminosidad que aunque no era divina, en algo se le parecía. Era la luz que antecede a la muerte, y el narrador la esperaba sin miedo, sin miedo a la muerte, porque la había buscado, aunque la esperaba con cierta ansiedad.

martes, diciembre 24, 2024

Deseos de Navidad

Mi ser, tan proclive a manifestaciones del espíritu que limitan con el predio de los lugares comunes, sitio aquel que podría encasillarse bajo el nombre de "sentimientos dulces como el almíbar", tiende a claudicar ante la realidad para desear en esta magna fecha una feliz Navidad a todo el mundo, léase bien, a todo el mundo; esto es, facinerosos, asaltantes, traficantes de personas y de drogas, delincuentes de cuello y corbata, homicidas, violadores, aprovechadores, mojigatos, ladrones, en fin, tanta gente, además de los consabidos ciudadanos de respeto y de bien, como aquellas y aquellos cercanos a mi persona, hombres probos de alma bondadosa, damas recatadas, personas inspiradas en el avance de la sociedad, cuyos objetivos son precisamente aportar con su granito de arena a ese fin. 
Dicho lo anterior, pues, vayan para todos ellos mis parabienes, que ya mañana será otro día...

lunes, diciembre 16, 2024

Revisando cuentos malogrados

No es que esté escribiendo menos. Sucede que me hallo enfrascado en la corrección de dos cuentos que tienen a mi mente dando vueltas. Cuando me aproximo a ellos advierto, junto con sus fallas, una suma de nuevas posibilidades.
Es un proceso diabólico. No deja de llamarme la atención que en el momento en que fueron escritos el estilo elegido me pareció siempre el adecuado. Luego de meses, o años, cada vez que la imaginación me hace volver a ellos, las faltas saltaban como pececillos cazando zancudos en un riachuelo quieto.
De modo que vuelvo a empezar, por segunda o tercera vez, y reasumo la tarea de mejorarlos, hasta una próxima ocasión. 
Ya he dicho antes que hay algunos cuentos que nacen malditos, contrahechos. Estos dos podrían ser buenos ejemplos.

jueves, diciembre 05, 2024

Un vago dolor a la hora de acostarse

Surge un vago dolor en la conciencia a la hora de acostarse. La salud en la familia es importante, muy importante; se suma la sensación de irresponsabilidad que da el hecho de estar viviendo solo, a muchos kilómetros de distancia, y sobre todo a la serie de televisión que acabo de terminar de ver, oscura hasta el cansancio, demasiado oscura para terminar esta noche.
Si fuese menos apegado a la familia, pero... ¿lo he sido tanto? A esta hora concluyo más bien lo contrario: nunca guie con mano firme, eludí las problemas, di demasiadas libertades, castigué con la mirada y a veces con la mano.
No se saca nada con llorar sobre la leche derramada; mejor encomendarse a entes superiores.