Lo de periodístico es por la construcción que va haciendo de la realidad, una construcción al estilo de los reportajes de actualidad política.
La mejor parte comienza de la segunda mitad hacia adelante.
"Sumisión", en el fondo, trata del cambio de paradigma, de cómo la gente se rige por costumbres que si se van alterando inteligentemente no provocan reacción ni rebeldía. Es un llamado de atención a no comulgar con ruedas de carreta, aunque no quede clara la intención última del autor, a mi modesto parecer. ¿Es una denuncia contra el vencido cristianismo europeo, el vacuo y trasnochado humanismo europeo, o es bueno que surja algo "nuevo" que realmente es más viejo que el hilo negro?
Pero de otro lado, las bases especulativas que explican el proceso de cambio, con todo el peso intelectual de que hacen gala, adolecen de sentido común, son débiles, poco menos que infantiles.
El personaje es culto, cultísimo, descreído; diría que vive una depresión típica de un hombre ilustrado de la vieja Europa, aquel que puede vivirla a sus anchas, pues goza de envidiables bienes materiales: buen sueldo, excelente jubilación, magnífico automóvil, dinero para hospedarse un mes en un hotel de la campiña francesa, para disfrutar de excelentes comidas, vinos y licores; tiempo para hacer lo que quiera. Cosas que no valora en absoluto, que parecen no importarle. ¿Qué le importa a ese hombre hastiado?
Vacío existencial.
En un momento hace ver que la mayoría de los mortales no se hacen las preguntas esenciales, aquellas que les podrían dar sentido a sus vidas; solo se limitan a vivir la vida y punto. Y él, ¿hacia dónde pretende ir?
Parte polémica, controvertida, es su visión de las mujeres. ¿Quiso el autor inventar el personaje de un erudito profesor universitario, académico de prestigio que se acuesta con sus alumnas y las reemplaza año a año, al que se le enciende el apetito sexual con una chica de quince años y que se acuerda de su novia porque le movía el culito redondo, que trata a su madre, a la que apenas menciona en un par de líneas, de histérica y maldita puta, que reduce a las demás mujeres a una tarde de sexo que a él no lo hace gozar, a pesar de sus erecciones y su resistencia, y a ellas sí? ¿O hay algo del autor en ese personaje? Lo ignoro, porque si lo supiera, mi comentario sería otro. Ahora solo puedo decir que el personaje está muy bien logrado y que perfectamente podría hacerse odiar por las lectoras de esta novela francesa, que con toda razón se sentirán utilizadas, desvalorizadas.
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