En su época de gloria Su Excelencia fue venerado por imbéciles. Después fue repudiado por voces ansiosas de venganza. Como la voz de los peruanos, de los bolivianos, de los mapuches, de los argentinos de las Malvinas, grandes perdedores que han vivido lloriqueando.
Hoy Gran circo Gran Hoy vivimos a su sombra. Le debemos años de sombra, pocos recuerdan.
Su Excelencia no fue un genio. Lo metieron al baile en andas y cuando entró fue oteando el panorama. Detrás suyo había todo un aparato, sin él no habría sido Su Excelencia y sin Su Excelencia el aparato deslucía.
Un día Su Excelencia iba en su auto y se salvó jabonado.
Su Excelencia no era capaz de matar una barata, en su casa lo mandaba su esposa y sus hijos le salieron medio fallados, pero el juicio de la historia lo condenó por grandes crímenes de lesa humanidad. A la hora de su muerte no lo pudieron ni enterrar, tuvo que ser quemado y el odio persiguió al humo pero el humo se fue al cielo, no quiere decir eso que haya sido santo ni mucho menos.
Su Excelencia fue mal aconsejado y pecó de soberbia.
Su Excelencia encarnó a un país y a una era, mas quien lo reconozca será aplastado como insecto por el matamoscas del pueblo.
Mi nombre no tiene importancia, mi edad tampoco. Sólo diré que mi título de Vicioso y Hombre Malo me fue conferido, tras estudiar la vida entera en su academia, por una milenaria formalidad ideada naturalmente por los hombres. Y que si de algo soy testigo es de un derrumbe moral que me ataca por todos los flancos y me obliga a sumarme a él, en el entendido de que la verdad no es otra cosa que aquello que todos tratan de ocultar.
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