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jueves, mayo 12, 2016

Un día transfigurado

Usted, que se ve todo un caballero
Cómo entra con una mujer borracha
No me di cuenta. Debió de avisarme, ya que vive pendiente del peligro
Yo soy una mujer sana, caballero, no ando en esas cosas
Yo también soy sano, pero tengo mis fallas
Todos las tenemos
El caballero, según me confidenció días después, había sido abordado por una mujer borracha, quien lo hizo entrar a un edificio donde a toda costa quiso desnudarlo para lamerle el ano; él no se dejó y llamó a la señora de la casa, la que tras despedir a la ebria lo miró, sorprendida, para luego reprocharle:
Usted se ve un caballero. Cómo es que pudo venir con esa mujer.
A lo que él le contestó:
No me di cuenta, usted debió avisarme. Era una mujer salvaje y quizás estaba armada.
Eso es imposible, caballero, porque aquí hay cámaras. Aquí todo se graba...
Más tarde las cosas cambiaron. Con el semáforo en rojo, una joven automovilista instaló su todoterreno sobre el paso de peatones; él se lo hizo ver y ella reaccionó como si mi amigo no existiera. Este se acercó a la ventanilla, que estaba abierta, y le dio un puñetazo en la cara, que la hizo sangrar.
"Desconfíe de la gente a pie", le advirtió, excitado.
Me contó que por la noche, sentado en la platea de un teatro, escuchó que dos amantes caminaban bajo la luna que alumbraba las ramas negras del bosque. Ella le confesaba su angustia por llevar en su vientre un hijo que no era suyo, sino de un hombre extraño; él le respondía que el universo entero hablaba de gloria y que las llamas de pasión que desprendían ambos bajo la luz de la Luna lo transfiguraban todo, haciendo de la traición una prueba de amor.

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