Quienes me quieren de verdad no me admiran, me aconsejan. Yo escucho y callo, pondero. Están por convencerme, y me lo dicen con todo amor, de que soy un completo chiflado que navega en un mar bravío de pulsiones.
No pienso que haya vivido siempre en una suerte de conflagración; solo pienso que llegado el momento abriré los brazos y me entregaré a mi suerte.
Pero el peso de la sinceridad lleva directo a un ataque de nervios, más poderoso es el pasado y aún más poderosa es la rutina.
Mi nombre no tiene importancia, mi edad tampoco. Sólo diré que mi título de Vicioso y Hombre Malo me fue conferido, tras estudiar la vida entera en su academia, por una milenaria formalidad ideada naturalmente por los hombres. Y que si de algo soy testigo es de un derrumbe moral que me ataca por todos los flancos y me obliga a sumarme a él, en el entendido de que la verdad no es otra cosa que aquello que todos tratan de ocultar.
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