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miércoles, noviembre 12, 2025

Exabrupto de mi madre

El asunto no era que mi madre se hubiese vuelto loca. El asunto era que se había revelado de la forma más inapropiada, abriéndose parte del brazo con una cuchilla y removiendo con el dedo de arriba abajo la herida ensangrentada, hundiéndolo en los tejidos, las venas, los músculos, delante de medio mundo. Mientras me lo contaban, yo me la imaginaba haciendo ostentación de su acto, refregándose maliciosamente la abertura de la carne con la mirada perdida. No se trataba de un intento de suicidio, se trataba de una conducta obscena de exhibicionismo. 
Eso me lo había contado Víctor, rompiendo una promesa. Mi madre le había hecho prometer que no me diría nada. Después de mucho insistirle me había narrado el drama. Era segunda o tercera vez que yo telefoneaba a la casa de mis padres; finalmente accedía a la verdad.
Me había llamado la atención que siempre me contestara Víctor. Él ya no vivía en la casa, no tenía por qué estar allí. Pero estaba, y debía de haber una razón de peso para que abandonara sus propias obligaciones, y para que se mostrara tan parco en el trato a la distancia. Ahora ya la conocía.
¿Por qué estaba él y no estaba yo? ¿Por qué mi madre no quería que yo me entarara de su exabrupto, para protegerme o como muestra de desconfianza, esto es, para castigarme? Dos misterios que quedarán para una reflexión más reposada.  

martes, noviembre 11, 2025

Que. Mente. Todos. Etc.

Leyendo a Flaubert, y a lo que Barnes escribió sobre Flaubert, se me despertaron las obsesiones relacionadas con la palabra escrita. En una parte de su libro, Barnes fotocopia unos recortes del maestro francés. Uno de los que me llamó la atención, porque al principio no lo entendí (luego me parece haber despejado el misterio que de paso da origen a estos apuntes) alude al subrayado del vocablo "que", utilizado varias veces en el mismo párrafo por el autor que Flaubert estudiaba en ese momento. Recordé a José Donoso y supuse que Flaubert pensó que esa reiteración afeaba el texto, lo alejaba de su propia obsesión por cazar la palabra justa, el término exacto. A Donoso, quien a mi juicio es más famoso de lo que justifica su obra, le leí una vez que había que evitar los "que", sin explicar sus razones para ello. Debió de escribir eso influenciado por Flaubert. Al igual que Jorge Edwards, le gustaba compararse con los monstruos, Flaubert en su caso y Montaigne en el de Edwards.
El asunto es que estas barbaridades me contagiaron y empecé a fijarme en los "que" en cada libro que leo; asimismo, he intentado evitarlos en mis propios escritos, sin ningún éxito, a juzgar por lo que se lee aquí. En estas pocas líneas ya lo he usado doce veces, sin contar los entrecomillados.
Tratar de reemplazar la conjunción que es difícil, sino imposible; lo mismo vale para el pronombre relativo que: son demasiadas las ocasiones en que su uso lo exige.  

(sigue)