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sábado, noviembre 22, 2025

Parado, sentado, acostado

Recorriendo museos -algo que no hago hace mucho tiempo- me preguntaba por qué me cansaba tanto; llegué a la ingenua conclusión de que el cansancio se originaba en la lentitud y persistencia de la caminata. Esto es, caminar deteniéndose ante cada cuadro, no caminar a paso firme. Ahí estaba la explicación.
Hoy pienso diferente, pienso que la solución de ese enigma era más fácil todavía. El hombre nació para estar sentado; o sea, fue mal fabricado. El ideal es estar acostado, pero acostado no se puede vivir, no se puede progresar, el hombre acostado habría durado poco tiempo en la tierra. De allí que las horas de sueño sean tan apetecidas, se las imagina uno como un premio. Lo que se aguarda no es tanto el sueño como el estar acostado. Las horas obligadas de sueño eximen de la culpa.
Estar sentado, hoy por hoy, es productivo. Se ve bien que el hombre esté sentado. Tome asiento señor, le cedo el asiento, señora. El Metro venía lleno, de milagro agarré un asiento. 
Qué sería de las oficinas si no hubiese sillas, ojalá con brazos y rueditas. Qué sería de las salas de espera de clínicas, hospitales, registro civil, bancos, sin asientos. Qué sería de los estadios, de los teatros, sin butacas.

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