Leyendo a Flaubert, y a lo que Barnes escribió sobre Flaubert, se me despertaron las obsesiones relacionadas con la palabra escrita. En una parte de su libro, Barnes fotocopia unos recortes del maestro francés. Uno de los que me llamó la atención, porque al principio no lo entendí (luego me parece haber despejado el misterio que de paso da origen a estos apuntes) alude al subrayado del vocablo "que", utilizado varias veces en el mismo párrafo por el autor que Flaubert estudiaba en ese momento. Recordé a José Donoso y supuse que Flaubert pensó que esa reiteración afeaba el texto, lo alejaba de su propia obsesión por cazar la palabra justa, el término exacto. A Donoso, quien a mi juicio es más famoso de lo que justifica su obra, le leí una vez que había que evitar los "que", sin explicar sus razones para ello. Debió de escribir eso influenciado por Flaubert. Al igual que Jorge Edwards, le gustaba compararse con los monstruos, Flaubert en su caso y Montaigne en el de Edwards.
El asunto es que estas barbaridades me contagiaron y empecé a fijarme en los "que" en cada libro que leo; asimismo, he intentado evitarlos en mis propios escritos, sin ningún éxito, a juzgar por lo que se lee aquí. En estas pocas líneas ya lo he usado doce veces, sin contar los entrecomillados.
Tratar de reemplazar la conjunción que es difícil, sino imposible; lo mismo vale para el pronombre relativo que: son demasiadas las ocasiones en que su uso lo exige.
(sigue)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario