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miércoles, noviembre 12, 2025

Exabrupto de mi madre

El asunto no era que mi madre se hubiese vuelto loca. El asunto era que se había revelado de la forma más inapropiada, abriéndose parte del brazo con una cuchilla y removiendo con el dedo de arriba abajo la herida ensangrentada, hundiéndolo en los tejidos, las venas, los músculos, delante de medio mundo. Mientras me lo contaban, yo me la imaginaba haciendo ostentación de su acto, refregándose maliciosamente la abertura de la carne con la mirada perdida. No se trataba de un intento de suicidio, se trataba de una conducta obscena de exhibicionismo. 
Eso me lo había contado Víctor, rompiendo una promesa. Mi madre le había hecho prometer que no me diría nada. Después de mucho insistirle me había narrado el drama. Era segunda o tercera vez que yo telefoneaba a la casa de mis padres; finalmente accedía a la verdad.
Me había llamado la atención que siempre me contestara Víctor. Él ya no vivía en la casa, no tenía por qué estar allí. Pero estaba, y debía de haber una razón de peso para que abandonara sus propias obligaciones, y para que se mostrara tan parco en el trato a la distancia. Ahora ya la conocía.
¿Por qué estaba él y no estaba yo? ¿Por qué mi madre no quería que yo me entarara de su exabrupto, para protegerme o como muestra de desconfianza, esto es, para castigarme? Dos misterios que quedarán para una reflexión más reposada.  

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