Así fue como ocurrió todo; mantengo lo dicho -afirmé con un tono dubitativo, tímido. A un observador modesto le habría bastado esa vacilación para aplicar el aguijonazo extra que diera por terminado el duelo, por así llamarlo.
Creo, sin embargo, que mi interlocutor no captó el cambio de entonación, lo que me produjo un vago desencanto, pues más tarde descubrí que lo que anhelaba en el fondo de mi alma era ser humillado. El hecho fue que cerró abruptamente la carpeta y dio por concluido nuestro encuentro.
De particularidades como la que acabo de narrar se van tejiendo historias que acaban en disparates. En cuanto a mi caso, estaba libre, libre una vez más para proseguir mi camino torcido.
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