Visitas de la última semana a la página

miércoles, febrero 15, 2006

Instrucciones a un cerebro atrofiado para sacar un auto a la calle

Este es un documento que redacté por encargo del señor Rodríguez y de garajes Pluma Verde hace dos años. Por esos días trabajaba en el departamento de Español del Instituto Pedagógico. Hoy lo releo y me da un escalofrío. Helo aquí.
"Usted es un ser humano. Su cerebro está atrofiado. Los seres humanos son los únicos pertenecientes al reino animal capaces de sacar un vehículo desde la casa y hacerlo circular por la calle. Usted es uno de ellos. Si sigue estas instrucciones también podrá hacerlo, aunque su cerebro esté atrofiado. Lea bien este breve tratado y no tendrá problema alguno.
1.- Vehículo. Se llama vehículo y con mayor propiedad automóvil o simplemente auto a una máquina ideada por el hombre, que de ordinario posee un motor, cuatro ruedas, manubrio, diversos pedales y asientos. Tiene una altura promedio de menos de dos metros, un ancho de poco menos de dos metros y un largo de unos cuatro a cinco metros. Algunos poseen un monito de peluche que cuelga del espejo retrovisor, que es el espejo ubicado dentro del vehículo, en la parte delantera y central, que sirve para mirar hacia atrás. Tal como su nombre lo indica, el automóvil fue hecho para desplazarse por sí mismo gracias a la energía que le inyecta el combustible al motor (Auto: Propio o por sí mismo. Móvil: que se mueve), lo que demuestra una vez más las imperfecciones del idioma, ya que de no mediar acción humana sería imposible que la máquina andase.
2.- Ubique espacialmente las llaves del vehículo. Recuerde dónde las deja siempre. Muy posiblemente estarán allí. Si no estuviesen no se complique leyendo las demás instrucciones. Salga a la calle y haga parar a una micro en la esquina. No se olvide de llevar monedas. Si las llaves están donde siempre continúe con el punto tres.
3.- Camine con las llaves y salga de la casa. Revise con la mirada el antejardín o el patio. En alguno de los dos sitios deberá estar el automóvil.
4.- Diríjase al vehículo y ubíquese delante de la puerta delantera izquierda, que es aquella que está más cerca del manubrio. El manubrio es un arco de un diámetro aproximado de 35 centímetros con tres radios que convergen en un centro de aproximadamente 15 centímetros de diámetro. El manubrio siempre está ubicado frente al asiento que da a la puerta izquierda.
5.- Examine las llaves. Introduzca en la ranura la que le parezca adecuada, considerando su tamaño, y gírela. Puede que las llaves vayan acompañadas de un pequeño dispositivo a control remoto. En ese caso presiónelo. Si escucha dos o tres sonidos agudos mire enseguida los seguros de las puertas. Los seguros son pequeños cuerpos cilíndricos o rectangulares en forma de paralelepípedo ubicados en el interior de las puertas, en la parte inferior trasera del marco de las ventanas. Si se han levantado es señal de que el primer paso se ha completado. Presione entonces la manilla. La puerta deberá abrirse.
6.- Es posible que al accionar errada o anticipadamente el mecanismo anterior, ya sea con las llaves o con el dispositivo, suene una especie de molestosa sirena. Es la alarma del vehículo. Apriete el dispositivo nuevamente y deberá cesar el sonido.
7.- Siéntese e introduzca nuevamente la llave que le parezca más lógica en la ranura que está al costado derecho inferior del manubrio. La lógica es útil. Hay tratados de lógica en bibliotecas y librerías. La lógica es la ciencia que expone las leyes, modos y formas del conocimiento científico. Opera utilizando un lenguaje simbólico artificial y haciendo abstracción de los contenidos. Muy posiblemente la llave será la misma con que abrió la puerta. Gire la llave y apriete suavemente el pedal derecho. El automóvil deberá emitir un sonido similar a una explosión seguida de un ronroneo, que significará que el motor se ha encendido exitosamente.
8.- Mantenga el motor encendido, o sea, "ronroneando".
9.- Baje del auto con el motor encendido.
10.- Diríjase a la puerta que está frente al auto.
11.- Mire bien la puerta. Puede que le cuelgue un candado, tenga un cerrojo o una llave con seguro. Puede que vea una mezcla de estas fórmulas o que estén presentes todas juntas.
12.- Si sólo hay un cerrojo, córralo hacia el lado si está instalado en sentido horizontal y hacia arriba o hacia abajo, si fue puesto verticalmente.
13.- Si además le cuelga un candado, diríjase al interior de la vivienda, busque la llave correspondiente y hágala calzar en la ranura del candado hasta que el seguro afloje y el candado se abra.
14.- Si además la puerta está con llave, busque nuevamente la llave correspondiente, gírela dentro de la ranura del mismo modo que lo ha hecho con la puerta del auto, hasta que la puerta finalmente se abra.
15.- Abra la puerta de par en par, o muévala con la mano, si ésta ha sido instalada en un riel.
16.- Regrese a su vehículo e introdúzcase en él.
17.- Cierre la puerta del vehículo. Mantenga abierta la puerta que está frente al auto, a la que llamaremos "portón".
18.- Abajo a su derecha encontrará al alcance de la mano la palanca de cambios, de la que sobresale un brazo de pequeña extensión que remata en una especie de pelotita con números.
19.- Gire el brazo en la dirección que le indique el número 1 al mismo tiempo que su pie izquierdo presiona el pedal izquierdo. Importante: realice las dos maniobras al mismo tiempo.
20.- Retire el pie izquierdo al mismo tiempo que presiona el pedal derecho con el pie derecho. El auto deberá moverse.
21.- Condúzcalo a la calle. El manubrio le servirá para darle dirección a la máquina. Si lo gira a la izquierda, el automóvil doblará hacia la izquierda. Si lo gira a la derecha, el automóvil doblará a la derecha. Si no lo gira el automóvil avanzará hacia el frente.
22.- Estacione el vehículo a 15 centímetros de la calzada, frente a su casa. Oprima el pedal del medio con el pie derecho y el vehículo frenará. Inmediatamente después vuelva la palanca de cambios hacia el punto inicial. Puede que al realizar esta maniobra el vehículo se detenga con una especie de corcoveo. Querrá decir que no ha hecho el traspaso de pedales con la delicadeza que corresponde. Corcoveo es el salto que dan algunos animales encorvando el lomo. De todas formas no se preocupe, pues el vehículo se habrá detenido.
23.- Gire la llave a su posición inicial.
24.- Salga del vehículo y cierre el portón. Verifique además si ha quedado gente dentro de la casa. Si no ha quedado nadie cierre todas las puertas con llave. No deje las llaves del auto dentro del auto porque se lo pueden robar. El robo es un delito para el que lo comete y una desgracia para el que lo sufre. Si le roban el vehículo significará que lo ha perdido y muy posiblemente no lo vuelva a recuperar. La alarma se instala precisamente para evitar robos.
25.- Vuelva al auto, súbase a él y diríjase hacia donde su cerebro atrofiado ha decidido marchar. Muy posiblemente será hacia la oficina de emergencia de un lingüista, un filólogo o un filósofo cuyo tema obsesivo sea el misterio del lenguaje".
Vicious, candidato a Doctor

sábado, febrero 11, 2006

¡Vi al diablo! ¡Vi al diablo!

Hubo un tiempo en que tuve dinero y lo gastaba en putas. Karla era una negra venida de Colombia, me hablaba suavecito y luego del innoble acto se echaba a llorar de melancolía, recordando a John, su bebito dejado por necesidad en Medellín. Era tan pobre todo, la pieza tan estrecha, la colcha tan calipso, mi pene tan flácido, acechado por ansiedades y visiones de placeres ajenos, que volver a esa madriguera del vicio resultaba una obsesión y no debía uno reparar en gastos. Ella ansiaba ir a misa y que yo la acompañara, ansiaba poseer un discman para escuchar música romántica pero no se atrevía a pedírmelo derechamente.
-Con un disman podría pasar la penita -decía mirando al cielo.
-Ve a la Iglesia y reza. Dios te lo va a traer.
-¿El niño Dios o Papá Noel?
-Una mezcla de los dos.
-Voy a rezar -sonreía, pero a los pocos segundos ya estaba llorando de nuevo.
-Antes de una semana llegará Papá Noel y te lo entregará -le prometí.
La negra me recordaba a Fred, el personaje de Sartre que se prenda de una puta mientras ve colgar a un negro de un árbol. Había una asociación maligna que también me provocaba deseos. O tal vez era repasar dentro de mi mente el momento en que me agarraba la cabeza con las manos y me la empujaba hacia su vulva caliente como una tetera hirviendo.
-Ay, ay, ay -gritaba y levantaba su cabeza para mirarme, cuando ya no daba más.
Luego del estertor se abandonaba al vacío de la vida y cuando nos vestíamos le volvía la pena.
Decidí seguir el juego y días más tarde busqué por la calle a un viejo de barba que me mereciera confianza. Le propuse el negocio y aceptó. Entró al lupanar con un discman flamante en los bolsillos y el billete de banco para consumar el acto. Yo esperaba afuera. Salió a los 15 minutos.
-¿Estaba?
-Sí.
-¿Se lo diste?
-Sí.
-¿Qué dijo?
El viejo me miró aterrado e intentó huir. Lo agarré del brazo.
-¡Qué dijo!
Intentaba zafarse el muy cobarde, se ahogaba, pensé que iba a morir de un infarto.
-Socorro, un asalto -exclamaba con una voz apenas audible, fuera de sus casillas. La gente pasaba y nos miraba de reojo con sorpresa. Eran cerca de las nueve de la noche.
-¡Qué dijo! ¡Dímelo ya!
-¡Vi al diablo! ¡Vi al diablo! -respondió. Pero no quedaba claro si eran palabras de la negra o palabras del viejo dedicadas a mí.
-Cómo es el diablo.
-Cincuentón, estatura media, calvo, barba blanca, lentes ópticos -tiritaba al responder.
¡Se estaba describiendo él mismo!