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lunes, junio 24, 2024

Dos almas

Suelo preguntarme a cualquier hora del día, en cualquier ambiente, en una biblioteca, camino al supermercado, durante el ejercicio matutino, sobre todo ante las páginas de un libro, de dónde vendrá esa constante que ya parece haberse afincado en mi estilo, la de escribir para dos almas; un alma crítica y un alma benevolente. 
El alma crítica lee mi relato y desliza sin mala intención un cúmulo de observaciones lapidarias; ha acertado en los defectos de la obra, la ha minimizado, aun cuando admite cierta calidad en ella que esa alma no posee.
El alma benevolente ve lo bueno de la misma obra y también es exacta en sus apreciaciones; y si aventura alguna crítica, lo hace con una delicadeza rayana en la veneración.
Me es imposible concluir con cuál de las dos almas me quedo. Mi vanidad elige el alma benevolente, impregnada de amor y sabiduría. Ella me recuerda que lo que emprendo es bueno, porque se nutre de perseverancia, honestidad y esperanzas; la corrupción que abrevia mi mente se queda con el alma crítica, que de las dos es la que me permitirá escalar en la comedia de las letras, a fuerza de sangre, sudor y golpes. 

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