Mi nombre no tiene importancia, mi edad tampoco. Sólo diré que mi título de Vicioso y Hombre Malo me fue conferido, tras estudiar la vida entera en su academia, por una milenaria formalidad ideada naturalmente por los hombres. Y que si de algo soy testigo es de un derrumbe moral que me ataca por todos los flancos y me obliga a sumarme a él, en el entendido de que la verdad no es otra cosa que aquello que todos tratan de ocultar.
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miércoles, octubre 09, 2024
Caída estrepitosa
Lo más importante y llamativo que me ha pasado en los últimos quince días ha sido la caída de bruces que sufrí por andar pajareando. Acostado bocabajo en la acera, atendido por buenos samaritanos compadecidos de la escena ofrecida a sus ojos, lo primero que hice fue tocarme los dientes: estaban en su sitio (a Dios gracias). Hoy, al recuerdo de la sangre que salía a borbotones de mi boca, de los labios partidos, de la herida en la nariz, no me nace sacarle provecho literario ni por casualidad a esa caída estrepitosa. Ni fábula, ni cuento, ni crónica divertida; solamente se me ocurre dejar estampado el nacimiento en mí de una nueva forma de prudencia, de una nueva constancia del paso de los años, de una nueva lección por aprender.
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