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domingo, septiembre 29, 2024

Uso del lenguaje/Aporte literario versus temas comunes que divierten por encima

Entre los temas Movimientos nocturnos/Amanecer con buena salud, Clavado ante la TV viendo derrotas/La hora se la sentada, El resplandor de la casa del vecino, temas para un cuento, Volver a los relatos descabellados, Uso del lenguaje/Aporte literario versus temas comunes que divierten por encima, elijo hincarle el diente al último, no sin antes repasar las posibilidades de los demás.
Movimientos nocturnos/Amanecer con buena salud podría tratarse de la inquietante normalidad con que el protagonista esté tomando una serie de movimientos de su cuerpo mientras duerme, o sueña, que van desde ligeros temblores a fuertes manotazos o pataleos. Las mañanas siguientes a estos episodios lo devuelven a una sensación de gratificante bienestar, que solo se rompe por la hinchazón del vientre ante una mala digestión, o la preocupación de su mente por los diversos problemas que le plantea la vida diaria, que son los de índole económica y especialmente aquellos relativos al pasar de sus hijos y sus nietos.
Mientras camina por la calle rumbo a su habitual café del mediodía no puede dejar de notar lo bella que es la vida cuando se dan las condiciones, pasando como una racha amarga ante su pensamiento las dificultades, los damas, las tragedias de los pobres, los débiles, los oprimidos, los enfermos. Pero durante dichas caminatas priman las buenas sensaciones, coronadas por la promesa de un café a solas con su libreta de apuntes.
El protagonista no ha logrado llegar a una conclusión racional, definitiva, ante eso de los días buenos y los días malos, que más exactamente deberían llamarse momentos buenos y momentos malos. ¿Es el mundo externo a su mente, vale decir las sensaciones del resto de su cuerpo y las cosas que suceden fuera de su cuerpo, las cosas que les pasan a los seres por los que siente amor y las cosas que suceden en el mundo, el que determina los momentos buenos y los momentos malos, o la causa de sus cambiantes estados de ánimo estriba en algo que sucede dentro de su ser, algo misterioso, inmanejable, azaroso? Cuando la experiencia le indica que se debe a esto último, el protagonista goza de esos "momentos buenos" y padece los malos con resignación, a la espera de que ese velo gris que se apropia de él se diluya cuanto antes.
Si las causas son externas se le presenta una cuestión más complicada, pues sabe que poco puede hacer por solucionar los problemas. Erradicarlos de su mente solo le provocan un alivio momentáneo, ya que tienden a volver.
De modo que el protagonista se halla ante una encrucijada: o lo uno o lo otro, pero también ni lo uno ni lo otro, o ambos. What the fuck.
Mas ese cuento debe dar un giro, y este consiste en volver al origen: los movimientos nocturnos, a los que no le hincado el diente.
En sí mismos no tienen gran importancia. Se trata, como decía, de algún pataleo huacho, un golpe al aire con la mano, la pronunciación límpida de una frase bien hilvanada que lo despierta, algo asombrado por la capacidad que fue desarrollando con los años de hablar en voz alta durante el sueño. Sin embargo no es asunto menor que las causas de esos pataleos, manotazos o habladurías pudieran ser complejas, como lo revela la internet, de lo que desprende con cierta resignación que La Pelada está a la vuelta de la esquina. Piensa entonces cómo andará vestida cuando toque a su puerta y le presente sus respetos. Decide llegar hasta ahí, pues lo que sigue entra en el campo de la mera y llana especulación.
Clavado ante la TV viendo derrotas/La hora de la sentada se refiere al sedentarismo en que ha ido cayendo el protagonista conforme se acostumbra cada día más a su estado de alimentador de palomas en la plaza pública. Lejos quedaron los días en que miraba con lástima a un tío político que se pasaba la tarde frente a la pantalla. Qué manera más inútil de gastar el tiempo, pensaba. El tío había jubilado de peluquero y vivía en un departamento de la Villa Olímpica junto a su esposa la tía Chelita, que era una santa, siempre solícita y sonriente. Nunca pudieron tener hijos y pasaban el día entero solitos, acompañados de ellos mismos, salvo que llegaran visitas como el protagonista y su polola, la verdadera sobrina, con quienes compartían una modesta once, momento en que el tío se levantaba del sofá para dirigirse a la mesa del comedor. Lejanos esos días, los dos viejitos convertidos qué tiempo en polvo que se levanta y sobrevuela la tierra, el protagonista ha copiado la costumbre de su tío político, aunque con pequeñas variantes, como la de echarse en el sofá de preferencia al caer la tarde, aunque no pocas veces lo utiliza como a las tres y media de la tarde para dormir una siesta de poca monta, reparadora, reparadora de qué, si ya no trabaja, no se cansa. Al caer la tarde ya es casi un rito sentarse frente a la pantalla, que ahora no ofrece telenovelas, concursos o programas magazinescos; miento, los canales abiertos los siguen ofreciendo pero el protagonista se inclina por las series y películas de las plataformas de streaming, incluso a veces una peliculita sacada de Youtube. El tema es que cuando llega el momento se resigna a sufrir una nueva derrota de la selección con ese afán masoquista propio de los chilenos. Por lo general lo hace acompañado de un vaso de whisky y a continuación, de otro whisky, pero combinado con hielo y ginger ale. Rara vez bebe cerveza y menos vino. De acompañamiento, maní salado o papas fritas. Y así va aumentando la presión arterial y echando guata. Si el cuerpo le pide un tercer vaso de whisky lo piensa dos veces y cada vez más seguidamente opta por beber un vaso de leche fría, entera. Aún así no es raro que acuda a la cama algo caramboleado, no sin antes entregarse al sano hábito de lavarse los dientes y a la discutida costumbre de tomarse un paracetamol que lo prevenga de la eventual caña del día siguiente. Le llama la atención que ahora que vive en el sur, al borde de un lago, las cañas prácticamente hayan desaparecido, lo que atribuye a la escasa altura en que está viviendo respecto del nivel del mar. 

(sigue)  

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