A los veinte años despierta la extrañeza que despierta un cometa que pasa por la tierra
A los cincuenta años induce a contratar seguros; la muerte se vuelve una inversión
A los setenta años renace día a día en el espejo; el alma atenta a la primera señal aunque no duela
A los ochenta años es una roca rodando hacia el cuerpo
La víctima lucha frágilmente, y se entrega
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