Visitas de la última semana a la página

jueves, noviembre 28, 2024

Empatía del lector con una obra literaria

Identificación. O empatía. La creación de la obra de arte literaria está destinada a fundirse con la belleza, en primer y casi exclusivo lugar. ¿Qué tiene que ver con dicha misión, dicho propósito, la identificación del lector con el personaje principal, o la empatía que experimente hacia el conjunto de la obra?
El lector empatiza con Sancho Panza y Don Quijote, con el señor K. de El Castillo y con la cucaracha humana de La Metamorfosis, con Raskolnikov a pesar de su crimen, con Ivan Ilich en su desesperante dolor, etcétera. No sucede lo mismo con los personajes mediocres de ciertas novelas mediocres, a pesar de que lo anterior llama a confusión y obliga a aclarar: la historia de la literatura registra incontables relatos o novelas de excelencia protagonizados por personajes mediocres, con los cuales empatiza; Bartleby, por ejemplo. Y ya que estamos con aclaraciones, tampoco es requisito obligado de los buenos libros que el lector empatice con sus personajes. Muchos de los hombres de las novelas de Philip Roth se tornan despreciables por su exagerado narcicismo, pero hay que admitir que sus libros están bien logrados, no siendo obras maestras del nivel de las de Bellow o Auster, a mi juicio. 
Mas vamos al caso que nos interesa, el de "ciertas novelas mediocres". ¿En qué ha fallado el escritor cuando el lector no empatizó con su creación?
En lo personal, acabo de terminar de leer "El verano del ángel", de un autor chileno del cual se ha escrito bastante, y puedo asegurar que los que debieron ser gratos momentos de lectura se me transformaron en sensaciones de irritación y fastidio. Mientras leía sentía el envidioso temor de que lo que me temía que podía ocurrir en la trama llegara a materializarse; esto es, que el joven, ignorante y pretencioso obrero conquistara finalmente a la joven alocada y ricachona hijita de su papá, que entre paréntesis de ángel no tenía nada, salvo para el protagonista y tal vez para el autor. Lo peor es que a medida que pasaban las páginas todo iba apuntando a ese destino.
¿Por qué el lector, en este caso mi persona, no lograba empatizar con el sueño del pobre aprendiz? ¿Por qué rechazaba al personaje y al entorno construido en torno a él, y al viejo que el autor seguramente quería hacer pasar por un sabio derrotado y escéptico? ¿Hay en todo esto un problema de tono? ¿O acaso el autor, voluntariamente, nos quiso despertar esas sensaciones incómodas? 
En esa novela hay desaciertos que no vale la pena mencionar; no soy crítico literario ni aspiro a serlo, me mueve solamente el afán de lector atento a lo que lee. Solo diré que terminé la novela porque "había que terminarla", como si se tratara de una especie de tarea académica, y para formarme un juicio relativamente desapasionado de sus logros o sus pretensiones. 
¿Vale la pena gastar tiempo comentando de estas cosas, habiendo tanto tema que tratar, tanto cuento que escribir, tanto experimento que acometer, tantos sueños y recuerdos que sacar a la palestra?
Lo que me sigue dando vueltas es la pregunta sobre la identificación. O la empatía.
¿Es mejor una obra literaria cuando el autor logra que el lector empatice con ella? ¿O eso no tiene nada que ver con su calidad intrínseca? Dejo la respuesta a la reflexión de mis propios lectores.
El mismo día que cerré la última página de "El verano del ángel" abrí la primera de "El juguete rabioso", de Roberto Arlt, un escritor argentino que hace años deseaba abordar, imperdonable falta de la que me acuso.
¡Qué pedazo de libro el que se me viene encima! Y escrito a los 26 años de edad...

lunes, noviembre 25, 2024

El problema de la épica

Volvemos a lo mismo; al problema de la épica. En la biblioteca de Frutillar pintaron un mural con la figura de Víctor Jara tocando guitarra para un grupo de niños. ¿Qué símbolo para ofrecer tiene la derecha? ¿Los Huasos Quincheros recortados contra un fondo de la Cordillera de los Andes y una bandera chilena flameando? 
Aún subsisten muros pintados con la cara de Allende y sus gruesos lentes negros. Nadie se atrevería a dibujar a Pinochet con sus gruesos lentes negros en una calle cualquiera de Santiago.
La derecha representa los valores del libre mercado; la izquierda, los del socialismo; esto es, la omnipotencia del Estado. Hoy el libre mercado pisotea al socialismo. La derecha económica venció, la izquierda fue humillada. Eso no quiere decir que la situación se mantendrá siempre así y que la historia llegó a su fin, como un cretino se atrevió a proclamar alguna vez. La derecha se ha ido izquierdizando; la izquierda está siendo obligada a derechizarse. 
Nada de esto se discute. Lo que subyace, sin embargo, es el problema de la épica.
Los perdedores se transforman en héroes; los ganadores, en tiranos.
Habría que pensar una derecha más humana, que naciera no de las oficinas de los políticos ubicadas en el barrio alto, sino de las batallas del pueblo y la clase media. Una derecha que no tuviera solo como horizonte el bienestar económico, la seguridad y el orden, sino también las esperanzas y las frustraciones de la gente, algo de esa filosofía cristiana o hinduista que parece haberse perdido.
El hombre como centro. No al egoísmo, sí al desprendimiento.  

miércoles, noviembre 20, 2024

Cae la tarde

De los placeres, el de sentir caer la tarde ante la visión de las nubes llevadas por el viento, las aves que rastrean su comida en el pasto verde, la lechuza que sobrevuela la maleza a la siga de un ratón, el afán del canto de los grillos, el ladrido lejano de un perro, el zumbido del moscardón entre las flores del jardín; en el bosque el murmullo de las hojas que castañetean con la brisa, en mi trocito de tierra los árboles que recién están creciendo, con un libro entre las manos o con el libro en la cubierta de una mesa improvisada, ese conjunto envidiable supera a tantos placeres a los que estaba acostumbrado.
El polen invisible se cuela en las narices (todo paraíso guarda su tragedia); surca el cielo una bandada de loros, rompiendo el silencio majestuoso del entorno. Más abajo, una escuadrilla de bandurrias desfila cual aviones de combate en la parada militar; un montón de golondrinas van y vienen, consagrando la primavera austral, sembrando sombras sobre la luminosidad del paisaje; allá encima, muy lejos de los animales alados, aparecen las luces de un avión que se viene acercando, que cruza la cabaña con sus pasajeros detrás de las ventanas, que se aleja a su destino, el aeropuerto. Es el mismo de todas las tardes a esta hora, ya me he encariñado con él.
Ay de mí, tener que escribir sobre estas cosas tan sencillas para vivirlas en plenitud.

jueves, noviembre 14, 2024

Taller de poesía

Llueve, crece el pasto, sigo a dieta, un camión se fue camino abajo. 
Nada tan extraño, o inexplicable, como el bloqueo que viví en el taller de poesía.
Me inscribí ganoso, quería conocer a la tallerista, una ex colega que colaboró en el mismo diario al que le presté servicios durante 32 años, alumna de un viejo editor amigo mío que ya pasó a mejor vida. Incluso me di el trabajo de averiguar sobre ella en internet, llevándome una sorpresa no tan grata, cual fue la de leer una entrevista sobre un libro suyo editado con el vuelito del estallido social o revuelta delictual, como se quiera llamar. En esa entrevista ella defiende a pie juntilla el estallido (¿se atrevería a hacerlo hoy con la misma fuerza?) Las pasiones han ido cambiando de color, se han entibiado. La gente que estaba en el lado correcto de la historia pareciera haber estado ahora del lado incorrecto. Hay manotazos de ahogado que insisten en que la situación no varía, que la ira se mantiene, que la injusticia se mantiene. Pero el barómetro público marca mano dura, rechazo a los inmigrantes, rechazo a la violencia de grupos mapuches radicales, exigencias en materia de seguridad. Además, qué es la justicia; qué es la injusticia. La justicia es lo que a la mayoría le parece justo; la injusticia es lo que a la mayoría le parece injusto. ¿Y qué hay de la minoría? ¿Y qué hay de los ideales y las frustraciones personales? ¿A la Fifa?
Subí al segundo piso. El tema no me quitaba el sueño. Las odas elementales de Neruda. En la mesa de reuniones, una pila de viejos. Pero, ¿no soy yo mismo un viejo carcamal? Claro que sí, pero un viejo carcamal como la gente. La tallerista, mucho más joven, en la cabecera, destacaba entre tantas canas y arrugas.
Era una mujer lúdica, alegre, que pretendía crear empatía. ¡Justo como no me gustan los talleres! Quiere hacernos jugar, hacernos descubrir los maravillosos versos del vate. Lee los primeros poemas. Oda a la Tierra. Ofrece la palabra a los vejestorios. Los vejestorios están ansiosos por hablar. Vi la tierra. Sentí la vida que nacía de la tierra. Uf, me quedé sin palabras. ¡La tierra nortina, el sueldo de Chile! 
Estuve a punto de decir que ese poema sería hoy repudiado por cierta izquierda, por los ecologistas, por la Permisología. ¡Miren que andar arrancando el cobre y el salitre de la tierra, haciendo añicos el paisaje, pasándose por el forro a la naturaleza! Esa oda Neruda la habría escrito hoy con más cuidado.
Callé. Hice bien. Pasé colado. Pero ya me estaba ajizando.
Luego vino el poema a la cebolla. Es de esos poemas que hacen reír a Borges, claro que el argentino algo de envidia tenía por no haber obtenido el Nobel que sí le dieron a Neruda. Se le salía por la comisura de los labios cuando lo entrevistaban. "Neruda tiene unos poemas espantosos. Poemas dedicados a la cebolla, a la lechuga, al apio..." Pero en el taller los viejitos quedaron impactados. Y qué decir de la tallerista; por algo los seleccionó y los leyó, para impresionar. Esos y también la oda a la alcachofa. ¿Qué les parece la alcachofa? Una oda militar. Me imaginé el jardín y vi a la alcachofa, entrando a mano izquierda (este último comentario vino de la única joven del taller, hay que decirlo). Con su cuerpo de granada... Bello, bellísimo. Luego vino la oda al caldillo de congrio. Fíjense que no está escrita como receta de cocina, sino como poema. ¡Se me hizo agua la boca! Me noqueó. 
Pero que yo sepa, Neruda no era un cocinero, le gustaba irse a la cochiguagua.  
Ahora vamos a jugar con las palabras. Un juego gastronómico. Todavía no haremos poesía. Imaginen los platos que más les gustan. Tortilla de papas. Yo también. ¡Pancho Villa, ja ja ja! (como disculpándose de tener un gusto tan popular). Ahora vamos a escribir los tres platos que más nos gustan...
Yo estaba que no daba más. Asentía con la cabeza, miraba para ningún rostro, para no delatarme, no sé cómo lo hacía; sentía casi el aliento de la tallerista a la distancia, pero no claudicaba, evitaba sus ojos optimistas, su sonrisa fácil. Si pasaba un minuto más iba a decir una lesera, de modo que me levanté de sopetón, anuncié que debía retirarme y me fui.
Camino al estacionamiento me latía el corazón de furia. Qué manera de haber perdido el tiempo. Sentía una furia destemplada hacia el grupo entero, hacia la mediocridad, la estupidez humana. Subí al auto, conduje tratando de no cometer una infracción y volví a mi cabaña, pero antes estacioné a la orilla del lago, para tratar de despejar la mente. Busqué un escaño y me senté, mirando el horizonte, las aguas grises que en aquel momento eran una taza de leche, las nubes grises que cubrían el volcán. Pero nada de eso veía. Mis imágenes mentales volvían una y otra vez a esa mesa plagada de viejos. Intuí, a mi pesar, que debía ejercitar la paciencia, como siempre, esperar a que la emoción fuera bajando con el correr de los minutos, de las horas. Necesitaba hablar con alguien, contar mi experiencia, pero no tenía a nadie cerca para desahogarme. Por elección me hallaba solo.      
Eso fue ayer; hoy no lo veo tan así. 
Me noqueó... el sueldo de Chile... vi a la alcachofa, entrando a mano izquierda... tortilla de papas... ¡un Pancho Villa!... 
¿Quiénes eran esas personas que me regalaron unos minutos de sus vidas? Una tallerista que cree en su misión y que se gana la vida honestamente. Comparada con tantos deshonestos que solo siguen al dinero, bien o mal habido, ella viene y va por ciudades y pueblos con su sonrisa a cuestas. ¿Y los otros? Gente madura que se ha dado el trabajo de salir de su casa para continuar sintiéndose parte del planeta. Mujeres y hombres amantes de la poesía, enredados entre alcachofas y cebollas, sumergidos en caldillos de congrio; personas que buscan amor, que quieren revelar lo que sienten, que van detrás de la belleza, que siguen el río de la vida mirando hacia atrás, temerosas de extraviarse dentro del laberinto que no las llevará a ninguna parte.
¿Quién soy? ¿Qué siento realmente? ¿Cómo pueden variar mis afectos de un día para otro, de un instante a otro? Esa ira, esa tendencia a creerme superior, a épater le bourgeois, de dónde vinieron. Ese bloqueo del corazón, esa incapacidad de unirme a un grupo de desconocidos, ese impulso de dármelas de macanudo, de destacar para aplastar, no para tratar de compartir con ellos lo poco que he aprendido. ¿O es que hay unos y hay otros y yo pertenezco a los otros? ¿Entonces por qué me caen siempre encima los que estimo inferiores y no los míos? ¿Y cuándo aprenderé que en este juego no hay inferiores ni superiores, vencedores ni vencidos?

domingo, noviembre 10, 2024

Menudencias del diario vivir

-¿Se te ocurren algunas soluciones para ayudar a Julio Iglesias? 
-¿Que a ti también te llegó el correo?
-Sí.
-Yo pensé que era el único...
-¿No será una estafa? Parece una estafa.
-Verifiqué los nombres del staff de abogados y son correctos.
-Pero los pueden haber copiado en un link falso.
-Pensé lo mismo y llamé al staff. Me contestó la secretaria y me confirmó que los correos son verdaderos.
-¿A cuántos más se los habrán mandado?
-Me juró que a nosotros dos no más.
-Claro, porque somos amigos. Nos habrán sacado del Facebook. Pero... ¿cómo creerle?
-Es cosa de fe.
-¿Y qué le dijiste?
-Le dije que le mandaría a la brevedad mis propuestas.
-Las mías ya están redactadas; estoy en la etapa de las revisiones.
-¿Y si le mandáramos una sola respuesta con todas nuestras ideas?
-Hácete un cálculo para ver si nos conviene.
-Nos conviene. Julio Iglesias tiene una fortuna de 750 millones de euros, que dan unos 785 mil 677 millones de pesos y fracción. En vez de recibir el 0,001 de la fortuna calculada en base a rentas brutas sin impuesto fiscal y sin contar con los depósitos en las islas Caimán, nos deja un 0,002, unos 1.571 millones de pesos, una cachá de plata, que podemos descontar de impuestos gracias al mecanismo del artículo 24 bis de la ley 23.471 publicada hace un mes en el Diario Oficial. Si partimos las propuestas por dos agarramos la garantía de la ley de pymes, pero perdemos el descuento del impuesto a las ganancias del acuerdo Kacher Rexes Rimbleton.
-No hay nada que decir entonces. Aunemos las propuestas y nos vamos miti miti. Al diablo con la ley de pymes.
-Lógico, mitad y mitad. No vamos a estar contando las páginas que escribió cada uno. Hay que hacerlo rápido, porque salió que la fortuna estaba menguando. Por eso nos enviaron los correos.
-Debe ser porque estudiamos en un liceo comercial.
-Entonces... Saltarín se llamaba el profeta. Tírate con las tuyas y después vamos con las mías.
-Mira, la verdad es que las mías son dos o tres no más. No se me ocurrieron otras ideas.
-Andamos por las mismas.
-Pero por qué recurre a dos chilenos. Aquí hay gato encerrado, como se dice.
-Pero si te dije que llamé al staff y la secretaria me dijo que estaba okey.
-¿Así de dijo?
-¿Cómo?
-¿Okey?
-Claro. Me dijo, a ver, déjame recordar... me dijo... "todo está okey, señor".
-Debe ser porque Julio Iglesias vivió mucho tiempo en Miami.
-También pensé lo mismo. Así que tírate a la piscina.
-Mira... la primera propuesta es que se compre unos departamentitos DFL 2 y los ponga en arriendo. Con unos cuatro tiene de sobra. Pero tienen que ser de dos dormitorios y con estacionamiento. A cada uno le puede sacar seiscientos. Seiscientos por cuatro da veinticuatro. Dos millones cuatro al mes, qué tal.
-¿Y las contribuciones?
-Están exentos de contribuciones. ¡Esa es la gracia!
-Hay que restarle los gastos comunes.
-Cuarenta lucas mensuales. Quinientos sesenta por cuatro da dos millones dos cuarenta. Directo al bolsillo. Gana más que metiendo la plata al banco.
-¿Y los estafadores que se incrustan y no pagan?
-Ah, no. Yo le agregaría un matón. Para casos de necesidad. Sin contrato. Se le paga con vales. Pongámosle un palo más por año calendario, daría veinticinco ocho ochenta al año. Sigue siendo súper rentable el negocio. 
-¿Y las otras dos?
-Una flota de taxis, pero ya es más complicado. Unos doce taxis. Tiene que contratar un administrador eso sí. Pero un buen administrador.
-Honrado.
-Honrado y bueno para los números. Sería como su brazo derecho en esa arista del negocio.
-A lo mejor tiene un sobrino honrado y sin pega.
-Pero tiene que ser bueno para los números.
-Y manejar bien a los choferes.
-Hay unos chips que graban pa callado. El taxista no se puede ir por dentro. Claro que hay que dejarle un margen de choreo, sino se echa al pollo lueguito.
-Autos con seguro.
-Autos con seguro.
-¿Y cuánto da ese negocio?
-Hay días buenos y días malos. Yo calculé que cada taxi deja dos palos libres mensuales. Doce taxis por dos palos dan veinticuatro. Veinticuatro por doce da 288n palos al año. Un dineral.
-El paso por el garaje.
-Está descontado.
-Las revisiones técnicas.
-Todo considerado.
-Cambios de aceite.
-Considerado. 
-¿Consideraste las imposiciones?
-Están consideradas.
-Porque sería con contrato.
-Sería con contrato. Ahí no conviene meterse en cuchufletas. El parte que te puede llegar es patagüino de grande.
-¿Y la última idea?
-Con lo que le queda de la fortuna yo le recomendaría un seguro de vida con ahorro. Hay uno bien bueno que tiene hasta seguro contra el cáncer. Quedaría asegurado per sécula seculorum.
-Puta, le pegaste el palo al gato. Va a estar súper agradecido. 
-¿Y tus propuestas?
-Yo me fui por lo artístico. Lo primero es contratar al mejor compositor de música popular y a los mejores músicos para que le hagan un disco que cante con la poca voz que le queda. Éxito seguro en Spotify. Millones de reproducciones. La plata cayendo como maná del cielo.
-¿Cuánto le echas por eso?
-Mínimo diez palos verdes al año. 
-¿Al año? ¡Al mes!
-¿Tanto?
-Eso ganan los que venden. Estás menospreciando tu propuesta. Tírate con la otra.
-El disco llama a la gira. A una gira de despedida por el mundo le saca seguro treinta palos verdes.
-¿Treinta? ¡Trescientos!
-¿Tanto?
-¿Cuánto crees que se echó Sir Paul McCartnery? ¿Y Taylor Swift?
-No sabía que tanto.
-¿Y la última?
-Un combo contando su vida. Podcast, libro y biopic por Netflix. Ahí agarra mínimo cinco palos verdes.
-¿Cinco? ¡Mínimo cincuenta!
-¿Tanto?
-Con el puro anticipo del libro agarra diez palos verdes. Y si lo cuenta todo, incluyendo especialmente las minas famosas que se echó con nombre y apellido, no sería raro que se embolsara cien palos verdes. Con la centésima parte le da fácil para pagar a los abogados y a las minas que se querellen... minas que ya están viejas casi todas. Les paga la estirada y quedan felices. Además a las minas les daría prestigio... Julito, ese cuerpito fue mío.
-Estamos listos entonces.
-Pasamos en limpio las seis propuestas y las mandamos hoy mismo.
-Hecho.
-Oye...
-Qué.
-Pero por qué el staff recurre a nosotros dos. Por qué no le escribió a un español. O por último a un entendido de Miami. Países con plata, que saben manejar cuentas mejor que nosotros. Lo del liceo comercial me suena a chiva. No me cuadra. Sigo dudando.
-¿Te digo lo que pienso de verdad, y que no me atrevía a decirlo? 
-Bueno.
Yo creo sinceramente que es porque Julio Iglesias nos ama y nos adora de corazón.
-Tienes razón. Sí, es muy posible que ahí esté la madre del cordero. Hay cosas que Julio Iglesias no dice por decir.