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sábado, septiembre 20, 2025

El alce y el ciclista

Era un espacio dispuesto para unos alces que se paseaban tranquilamente por el patio interior de la casona. Los contemplaba desde el balcón techado del segundo piso, que rodeaba el cuadrilátero del patio de tierra dura. No eran alces como los que estaba acostumbrado a ver; estos carecían de cornamenta y sus hocicos se prolongaban en trompas de mínimo alcance, similares a las de los tapires. No comían, pero había algo en ellos que llamaba la atención; ejercían un movimiento respiratorio que les inflaba y desinflaba el cuerpo. Era bien curiosa la escena, en la que el silencio se iba transformando en un actor de cierta importancia. No había forma de que los alces subieran al balcón del segundo piso, pero aun así uno de ellos se las ingenió para hacerlo. Lo veía recorrer el balcón, avanzando lenta e indefectiblemente hacia su persona, y cada vez que se inflaba copaba el pasillo con su carne enanchada, de manera que ya era una potencial máquina asesina, tranquila y pacífica, pero asesina al fin y al cabo; no cabía hacerle frente, solamente se podía huir de ella, de la máquina de carne, y la única manera era hacerlo rápidamente, antes de que lo aplastara, enfilando por una salida estrecha que daba a un pasillo paralelo donde estaría a salvo, cosa que hizo en segundos. 
Pero no todo estaba escrito; el estrecho pasillo lo llevó a la calle donde ante la puerta de la casa lo esperaba su tía; era cosa de atravesar, saludarla y entrar.
Un ciclista que pasaba por la calle se detuvo, la figura ya estaba con su tía, pero el ciclista no se movía de su bicicleta y los miraba desde la vereda del frente. La figura pensó: estoy ante una situación de peligro, pero no alcanzo a entrar.
Entonces el ciclista atravesó con un hilo que le rajó la garganta a su tía, sin sacarle sangre. La figura quiso enfrentarlo con un palo, pero más le preocupaba la posible herida de su tía; no tenía nada serio, pero la situación era verdaderamente preocupante.  

1 comentario:

Anónimo dijo...

Una pesadilla de esas que aparecen cuando cerramos los ojos unos minutos y se presentan como una visión extraña a la que quisiéramos darle, despues, significado.
Un abrazo
La Lechucita