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miércoles, agosto 10, 2022

De nuevo lo mismo, por Dios

¡De nuevo lo mismo!, tal parece que nunca aprendo, por Dios; vuelta a quedar abandonado en un punto impreciso de la vía, en los arrabales de la capital. Solitario en la berma, formando parte de un paisaje híbrido que tiene de ciudad y de campo chileno. 
Una fila de álamos oculta la acequia, los sembradíos y lo que no se ve más allá; se hace tarde. 
Si no pasa otra micro tendré que pasar la noche aquí. No es peligroso, es... incómodo. Le pregunto al hombre que camina si estoy realmente en Américo Vespucio, hace rato que me nació la duda. 
"Américo Vespucio es la calle paralela". 
Eso significa que es inalcanzable. Por mucho que recorra este camino, jamás llegaré a Américo Vespucio. 
De modo que estoy en dificultades. Parado en un lugar cuyo nombre ignoro, y por donde no pasan micros que me puedan llevar a casa. 
Por la mañana la gente espera en una sala la partida de sus buses; al subir a examinarlos observo que ya hay pasajeros sentados. Podría asegurar un asiento, pero aún no me confirman cuál sería mi autobús. El amable empleado de camisa blanca y corbata comprende mi ansiedad, mis temores. Me rodea la espalda con su brazo. "Hay uno que lo puede dejar en la Plaza Ñuñoa. Súbase a ese, si gusta". "Claro, claro, ahí ya me ubico".
En mi casa le voy relatando paso a paso el episodio a mi mujer, las razones por las que no pude regresar la noche anterior. No había nada sórdido, nada pecaminoso ni escondido. Ella escucha sin mayor interés, está preocupada de otras cosas, da por sentado que mi explicación es coherente. Pero entonces le doy la mayor de las sorpresas.
"No, le digo, te lo he contado todo y me has creído, pero esto nunca sucedió, ha sido un sueño que tuve, yo pasé la noche contigo y sentí como te movías en la cama".
Al despertar del doble sueño me he propuesto narrar esa experiencia.

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