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domingo, marzo 12, 2023

El alerce

Ya no era sino una huella difusa en nuestos recuerdos, el sabor dulce de una estada en el sur. Hoy resurge desde la sombra, imprevistamente, para que se hable de él. 
Ha sido una palabra cualquiera, la evocación a partir de la lectura de un libro. Su figura gigante, su tronco inmóvil, calloso, gastado, el exhibicionismo descarado de sus raíces, cubiertas por tres mil años de musgo parásito, desnudan lo rápidos que somos, trashumantes sin destino fijo; su presencia imaginaria se planta delante del sillón para mofarse sin querer, tácitamente, de la memoria humana. Traslada humildemente la vida más profunda al bosque lluvioso donde habita sereno, sorteando soles y lluvias, sobre todo lluvias, truenos y relámpagos, granizo, nieve, el hacha que porta la mano del hombre. Y deja en la estancia alfombrada un perfume rancio, la torpeza del reloj arrimado a la pared.
Allá en el parque nacional donde se halla ahora mismo, velando por sus compañeros menores de edad y menores de estatura, destaca silencioso en su nobleza adquirida a lo largo de los años, sin importar que los testigos veraniegos se hayan ido y nadie proclame en voz alta su nombre, nadie lea su historia escrita en una tabla.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Cuánto puede llegar a evocar una palabra!
Un abrazo enorme
La Lechucita