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miércoles, octubre 18, 2023

Grandes dudas que no aplican

A menudo me pregunto si detrás de alguna "importante" obra de ficción se encubre el requisito sine qua non de que su autor deba representar a una imprecisa élite, en el sentido de que su obra necesariamente deba ser la consecuencia de la persona que parece ser, una persona deslumbrante en el conjunto de sus conocimientos, vivaz, informada, desde luego inteligente, inteligentísima, superdotada (elegí la voz persona para no entrar en complicaciones con el género de la frontera que alcanzo de divisar a través de la ventana) en suma, alguien del nivel superior en la escala intelectual, doctor o al menos candidato a doctor, becario de algún programa gubernamental o de una universidad del primer mundo, de preferencia progresista, muy de izquierda aunque las ideas que proclame se las haya llevado el viento del siglo pasado, amante de una paz y de una justicia en las que asoma por los pliegues del velo que lo cubre el color del esnobismo e incluso de la inclinación ante viejas emociones juveniles o infantiles. 
Leo sus obras, algunas de una levedad, me atrevo a postular liviandad, asombrosa; otras cubiertas por el barniz de un pesado barroquismo, no todas fascinantes, algunas aun pobres, a mi juicio, no bellas.
Entonces me digo esto puedo escribirlo yo, o esto no puedo escribirlo yo. Mas, cuando oigo o veo sus opiniones en las pantallas o en libros de entrevistas o en las páginas de los suplementos de letras casi siempre me digo esto en ningún caso podría decirlo yo, no sería capaz de decir algo así, de que se me ocurriese algo así, y entonces es cuando me surge la pregunta que me devana los sesos. ¿Es su obra apenas la punta del iceberg del escritor?
Lo que sigue es la sensación de envidia ante el genio, la imposibilidad de acceso al Castillo.
En cuanto a mí, solo me resta declarar:
Mi paso por la vida no ha sido otra cosa que una constante huida del miedo. Busco paisajes idílicos por miedo; bebo gratos martinis vespertinos por miedo; abrazo a mis amigos por miedo; escribo por miedo; me miro al espejo con miedo, pienso que cualquier día me hallaré ante otro ser, sin reparar en que los años ya me han cambiado decenas, cientos de veces de cara. 

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿ Y por qué no escribe sobre el miedo?

Un abrazo
La Lechucita