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miércoles, agosto 14, 2024

Profundidad, moda

Vayamos hacia lo más profundo; olvidemos los fantasmas, los demonios, el pozo de la mente, las alimañas que chapotean en el pozo, toda esa lista de lugares comunes, de metáforas trilladas, e intentemos bucear aún más abajo. 
Quisiera saber qué hallaría, con qué me enfrentaría, quisiera intuirlo, quisiera descubrir que no es el miedo, no es el amor, que ni siquiera es el vacío ni la oscuridad ni la luz.
Qué hay más allá de mi alma, lo ignoro; no desearía recurrir a palabras gastadas, huecas, para describir ese estado, porque además no tengo la menor idea de qué describiría. Qué hay más abajo o más adentro de mi alma, más allá de la semilla y del gusano.
Bastante inhumano, masoquista, es querer sobrepasar los límites de la inteligencia que el creador nos regaló. Y sin embargo, de ser posible, mi deseo tiende a proseguir la excavación hasta llegar a la antesala del tesoro.
Días después de haber redactado estas palabras gastadas me surge una ligera reflexión: si los libros clásicos escritos hace cien, doscientos, setecientos años evidencian los avatares de la época en que los recibieron sus lectores, digamos una época con realidades, costumbres, creencias totalmente extemporáneas a las de nuestros días, y aun así perduran en el tiempo, ¿dónde está la moda, el acierto o la ridiculez  en este texto? La sola pregunta podría indicar que entré por el camino errado. Salvo tal vez para un filólogo, ahora mismo no hay forma de saberlo.       

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