No puedes dejar de pensar, por efecto comparativo, en lo escuchado hace cinco minutos a través del celular; esto es, inmediatamente antes de abandonar la cabaña para dirigirte a leer y degustar un buen café en la biblioteca. Tú te levantas optimista, todo lo alegre que puedes llegar a ser, y ese pobre hombre del que has escuchado su historia se levanta para seguir muriendo, resignado y resuelto en acabar con su vida. ¿Cómo estuvo su fin de semana, Pauli? Muy bien, don Sergio. ¿Cómo están los nietos? Muy bien. ¿Y la Cata? Muy bien, aprobó el semestre y salió a celebrar el sábado, pero ya no se acostumbra al carrete, ahora llega a la casa y se pone a estudiar. ¿Y Rolando? Ese no tiene vuelta, don Sergio. El otro día llegó a vernos a la casa y cuando le abrí la puerta me dio susto, está re flaco. ¿No está viviendo con ustedes? No, ya no, ni sé dónde vive; hasta perdió el trabajo. Imagínese que cuando salió del hospital lo fueron a buscar de la constructora para que siguiera trabajando con ellos, y no hubo caso. ¿No sería mejor que viviera con ustedes? No. Cuando con la Cata salíamos a trabajar y los niños estaban en el colegio lo pillamos que entraba amigos a la casa y se largaban a tomar. Nos dio susto por los niños; entonces le quitamos la llave de la reja, eso sí que le dejamos la de la puerta, pero ya no viene. Yo creo que se va a morir ligerito, él se lo buscó.
Alabado sea el canto de los pájaros, como si fuese el primer canto; alabada sea la mañana, como si fuese la primera mañana de la creación. Escribes esto porque en tu auto suena el tema, no en la voz de su autor, Cat Stevens, sino en la de Roger Whittaker, no sabes a ciencia cierta si fue la coincidencia de oír esa canción al salir de la cabaña la que te impulsó a escribir estas impresiones o fue la contradicción entre las mañanas que rompen de manera diferente para cada una de las almas bendecidas por el creador, la tuya y la del pobre Rolando, por ofrecer un ejemplo.
La voz de Roger Whittaker te fue regalada por la radio El Conquistador y su programación de los tiempos de oro de Lorenz Young, o Lawrence Young, voz original de "Solos en la noche". Por esos tiempos solías esperar con cierta ansia la "Reunión musical selecta" para disfrutar de un género que tomaba la posta de la música rock en tus oídos, a la vez que gozar del tono grave, sereno, ausente de emoción y por lo mismo, inolvidable del presentador de dicho espacio, Hernán Belmar. De Whittaker encontraste el cd con sus grandes éxitos en la Feria del Disco y te lo llevaste a casa, donde fue repudiado por tu familia, lo encontraron almibarado, aburrido, pasado de moda; tú tratabas de tocarlo en las grandes reuniones y saltaban las pifias, parecidas a las del programa que hasta hoy repite esa radio en las horas previas a la Nochebuena, con música navideña y la voz grabada de Young para darle cuerpo a los "Soliloquios de Belén", de Giovanni Papini, es increíble como el tiempo puede ser eterno en la radio.
Otro día lo llevaste a la casa de tus padres y tu padre se sorprendió, emocionado, hasta recuerdas el suspiro que lanzó, al oír Mammy blue, que figuraba entre los temas.
Ya no estás escribiendo cuentos, ni siquiera crónicas; ahora te ha dado por las impresiones casi fotográficas de los hechos que te acontecen cada día, como si eso tuviera alguna importancia. O es tu sensación; tal vez no sea tan cierto, tal vez las tramas de los cuentos duermen y broten a la luz cuando acabe este invierno, que ni siquiera ha comenzado...
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