-Dónde vas.
-Necesito beber.
-No vuelvas muy tarde.
Atraviesa la ciudad, la pequeña ciudad, hasta llegar al bar. El cantinero le pregunta:
-¿Lo de siempre, señorita?
Ella bebe con melancolía, sentada frente a la ventana que da a la calle. La gente pasa y la mira.
En historias como estas no es raro que al bar entre un criminal -conocido o desconocido para la mujer, eso se sabrá más tarde- y se siente en su mesa. El criminal puede ser un pervertido, un terrorista o un asesino en serie.
-Invítame a un trago.
La joven hace un gesto; el cantinero se acerca con una cerveza.
-No, algo más fuerte.
-Tráele lo que pide, Renán.
El mensaje gestual ha sido comprendido.
-¿Vienes conmigo? Quisiera presentarte a mi pareja. Trabaja en la fábrica de ensamblaje.
-Hoy no, podría ser mañana.
-Aquí estaré.
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