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jueves, octubre 09, 2025

En torno a Roldán, en Capitán Pastene

Hoy me despertó el timbre del whatsapp. Pasé buena noche; no tuve que levantarme dos o tres veces para ir al baño, cosa rara a mi edad. Lo de levantarse no pesa, hasta tiene su encanto. La molestia la producen los sueños que avisan; siempre se trata de sueños confusos, inquietantes. Miré el celular. Era el Sargento Roldán. Alcancé a leer el encabezado, sin abrir el mensaje. "Queridos amigos..." Pensé lo peor. Determiné seguir durmiendo una hora más. Eran las 7.25 de la mañana.
Gambetti se me había aparecido en mitad de la noche. Caminaba por un galpón desordenado en cuyo fondo brillaban las brasas de una fragua. Brotaban las lenguas de fuego y saltaban las chispas; se adivinaba movimiento, calor, desorden. Estarás acostumbrado a esto, le comenté. Íbamos del brazo. No, me contestó, allá no es así. Lucía alegre y pícaro, aun vistiendo ese abrigo gris que lo empaquetaba, le quitaba elasticidad. Saliendo del galpón nos encontramos con el gordo Urzúa; los tres habíamos sido grandes amigos, años atrás. Se lo mostré, esa es la palabra, le mostré a Gambetti. Urzúa no lo podía creer; él sabía que Gambetti llevaba muerto más de ocho meses, de modo que quiso comprobar ante quién se hallaba: se le acercó a la cara hasta que casi se tocaron; en ese instante Gambetti se esfumó y Urzúa quedó con la cara contra el vidrio del ascensor. Es correcto lo que está sucediendo, me dije, Urzúa cortó el nudo; no podían encontrarse.
Al abrir el mensaje se confirmaron mis aprensiones. "Queridos amigos y hermanos: lamento comunicar que ayer partió a la casa del Señor mi querida esposa Miriam. Ella soportó una larga enfermedad y ayer descansó junto a mí y nuestro hijo mayor. Que en paz descanse". Remataban tres manos en señal de oración.
Al amigo se le quiere y se le acompaña, especialmemnte en trances como estos. Mis expectativas para este domingo eran tomarme un expreso con dos alfajores de maicena en la cafetería del hotel Ayacara, donde se cambiaron hace poco mi amigo del Suzuki y su mujer. Él ya conoce mis gustos y los alfajores son un regalo que se deshace en la boca. Dos por mil quinientos pesos. Por la tarde pensaba ver algunos partidos de fútbol por la TV, dormir una siesta, revisar el prólogo del libro de gazapos, que me entusiasma y al que el mismo Sargento ha hecho valiosos aportes. En cambio habré de recorrer 444 kilómerros de ida y 444 de vuelta. En fin, ya estoy arriba del segundo bus que me acercará a mi destino final, Capitán Pastene. Dentro de todo he tenido suerte: hasta ayer sentía los coletazos de un cuadro de salud  indefinido que duró tres días (un peso doloroso en el estómago que llegaba hasta la espalda, algunos tiritones, dolor de cabeza, sensación general de malestar). Con esos síntomas no habría podido viajar. Ahora voy saliendo de Osorno rumbo a Temuco, con una mochila y un libro en las manos. 
Hace falta un cambio de aire, de repente. Mi natural predisposición a la culpa me sopla que esto no es un sacrificio, que es una grata aventura. Mis amigos del grupo Le Tengo Pieza insisten en hablar de sacrificio y en agradecerme el viaje en su representación.   

(sigue)  

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