Visitas de la última semana a la página

viernes, junio 30, 2023

Imagen de un tubo de aluminio

De un tubo gris de aluminio opaco va saliendo una aureola de humo que se despliega en forma de tirabuzón. Esa imagen tiene que significar forzosamente algo para mí, es mi deber sentirla en lo más profundo; es mi deber desentrañarla.
 

jueves, junio 29, 2023

Idea deschavetada para ir mejorando la cosa

Al próximo Presidente de la República, cuyo domicilio político es probable que se aloje en el extremo opuesto del que dirige hoy el país desde La Moneda, le sugiero que no haga lo que hacen todos los presidentes cuando asumen el cargo. Ya verá que el tiempo le dará la razón y que Chile saldrá ganando.
Los presidentes llegan rodeados, prácticamente estrangulados, por las asociaciones políticas que levantaron su candidatura. Contra lo que puedan pensar algunos ingenuos que aún quedan volando bajo, entre los que me contaba, los adherentes "del partido" no piensan en derrotar la pobreza, luchar contra la desigualdad, erradicar los campamentos, levantar la educación, mejorar la salud pública; en síntesis, no está en sus mentes el progreso del país cuando su líder asume el poder. Piensan solo en ellos mismos, en cobrar los famosos "favores políticos". Meses antes de la elección ya se han repartido los miles de cargos públicos que estarán a disposición de su voraz apetito por el dinero. La gente común y corriente, el vulgo, la mayoría silenciosa piensa que esto debe ser así y lo asume como mal menor. Cuando el nuevo gobierno ya ha entrado en funciones, los menos comprometidos y los simpatizantes de pacotilla que aún no han obtenido granjería alguna continúan deambulando por salas sombrías con olor a encerado, tratando de agarrar los últimos puestitos que van quedando o los que están a punto de crearse. Quienes fracasan en el intento suelen retirarse a sus hogares con un gusto amargo, la cabeza echando humo, vociferando contra los "apitutados de siempre".
A Su Excelencia que habrá de venir: hágame caso y mantenga a esos apitutados de siempre, a esos "cargos de confianza", cuando asuma el poder. Deje seguir trabajando a esos pelafustanes en ministerios, subsecretarías, reparticiones públicas de todo orden, con sus sueldos millonarios. No los reemplace por su propia gente, salvo que sus puestos no se justifiquen o de justificarse, que resulten no ser aptos para el cargo, abusen de las licencias médicas o incurran en actos de sabotaje. Resista la feroz presión de sus propias huestes, peor que la que ejercen las aguas abisales, que aplastará sus hombros. Aunque al principio la opinión pública crea ver gato encerrado, con el tiempo se lo agradecerá, pues comprobará que estos pelafustanes idealistas se habrán transformado en sus más fieles colaboradores. Y si sus propias autoridades le exigen acompañarse de un nutrido grupo de "asesores de confianza" para desempeñar sus altas responsabilidaes, deséchelas por ineptas, porque querrá decir que el trabajo se lo harán otros.
Esta sugerencia no es insólita. El mejor ejemplo de que sí es practicable y da buenos frutos se halla en la empresa privada. Cualquier empresario sabe que la mayoría sus empleados no adhiere a su filosofía política, si es que alguna vez la ha demostrado. Por decirlo de un modo sencillo, un empresario de derecha tiene su industria llena de trabajadores de izquierda (lo contrario es altamente improbable). A la salida del trabajo, en los cafés, en los bares, estos funcionarios se llegan a poner colorados como tomate pelando a sus jefes y patrones. Al otro día son los empleados más diligentes, rinden como escoba nueva; las ideologías quedan para el atardecer. Solo basta que les llegue el cheque a fin de mes.

miércoles, junio 28, 2023

Chejov

Bailabais minutos eternos alrededor del sofá, frente a la lámpara de velador, a una altura o una profundidad ignorada, y no os revelabais; un ansioso sufrimiento apoderábase de mi corazón, bailabais entre sílabas que iban y venían, burlándoos de lo más preciado que poseo. Se os fueron sumando más nombres que por fortuna se iban manifestando a tiempo. Carver. Raymond Carver aparecía diáfano; el escritor de vuestros últimos tres días. Y vos seguíais escondido y al alcance de la mano, bastaba mover un dedo, pero eso era claudicar; vos el que importaba, te afanabais por echarme a perder la noche. Dostoievski, Tolstoi, Pushkin, Eisenin, Nicolás Gogol. ¿Dónde os hallabais vos, autor del Tío Vania, del Jardín de los cerezos? Escondido en una pieza, como el niño de Amor. 
Perrot, Chinot, Peshnot... 
Claudiqué al fin, lo que nunca hago. Me declaré derrotado, duros tiempos parecen venir.
Anton Chejov.

lunes, junio 26, 2023

Turbulencias

Las turbulencias derivan de un fluido en el que la presión y la velocidad fluctúan irregularmente, formando remolinos. 
La vida de quien escribe ha transitado por una nube de turbulencias. Los pasajeros sosegados se remecen en los asientos; un pánico soterrado asoma en sus almas. A los momentos tranquilos del pasajero que escribe los asalta una turbulencia que transforma esa realidad en el destino de las turbulencias, que no es otro que agitar el pensamiento.
Si quien escribe las tomara como lo que son, fenómenos objetivos nacidos de la nada, la vida se haría más llevadera. Pero tomando cuerpo en segundos, las turbulencias se adueñan de una parte de la mente y montan una escenografía de ansiedad; tal vez fueron creadas por los dioses para señalar los días soleados que habrán de venir.
Anoche quien escribe entró en una turbulencia, se le desprendió el cachito de una muela, nada verdaderamente serio, como suele ocurrir con las turbulencias, salvo con aquellas que desembocan en un desastre, de allí la desazón, el miedo anticipado. Por la tarde tuvo otra, la de perder los bienes que posee si los confiara a otras manos. Luego se le asomó la turbulencia del estado del tiempo en Santiago y el posible corte de agua. Viajar del sur lluvioso a una ciudad con sequía y aterrizar en pleno temporal, con corte de agua a la vista. El mundo al revés. Turbulencia.
Ahora mismo el avión que lo lleva a su destino acaba de ser zarandeado por turbulencias. Quien escribe agacha la cabeza, cierra los ojos, piensa en la hija que dejó en la cabaña, su bella, intensa y buena hija; piensa en la mujer que estará a la salida del metro y con la cual espera, quien escribe, caminar bajo un paraguas a su casa, una casa como tantas, sin sentimientos, ausente de turbulencias.
Y si quien escribe ha logrado describir esta experiencia es que esas turbulencias quedaron atrás y el mundo se le abre a otras por padecer.  

miércoles, junio 14, 2023

Luminanda Valenzuela Donoso, de los Donoso de Talca

La abuelita Lumi murió como a los 104 años, eso se decía entre mis primos y era cosa de verla andar por la calle, las pocas veces que salía a tomar el sol. Era como si se le apareciera a la gente un manojito de arrugas del siglo pasado; o sea, del Siglo Diecinueve para los tiempos de esta historia. Pero era una viejita muy bien conservada. A lo más aparentaría unos 99 años. La tratábamos poco, y eso que vivía a no más de seis cuadras de nuestra casa, no sé si en una residencial o sola, pero sí estoy casi seguro que en una casa de fachada continua, de esas del radio céntrico de Rancagua, tal vez en calle Gamero, San Martín, O'Carroll, entre Bueras y San Martín. 
En contadas ocasiones nos visitaba, de seguro en fiestas familiares. Aparecía encorvada, casi en ángulo recto, con su traje de tweed de dos piezas en cuadritos celestes y blancos, y se sentaba a tomar una taza de té. A quienes la escuchaban les repetía, cuando el tema se encaminaba hacia el bosque donde se hallaba el árbol genealógico de su familia, que ella era Valenzuela Donoso, "de los Donoso de Talca". Como su oído iba acorde con su edad, en medio de la conversación mi papá le preguntaba a media voz hasta cuándo iba a seguir gastando oxígeno, insólita broma picaresca para su carácter tan dado a la gravedad y a las explosiones de furia. La abuelita Lumi se acercaba a mi mamá. ¿Qué dice este niño, Fanicita? y mi mamá sorteaba la situación con su acostumbrada diplomacia. Esa broma dio para amenizar innumerables veladas familiares y fue heredada por Maravilla Gamboa, o sea el Jorge, nuestro primo. Está gastando oxígeno, abuelita. ¿Qué dices, Jorgito? Hasta cuándo va a gastar oxígeno, abuelita...
En esos años, principios de los sesenta, ya era viuda de Dionisio Mardones, veterano del 79. Mi papá solía hermanar a la anécdota del oxígeno otra en que el abuelo Dionisio era el protagonista. Él y la abuelita Lumi habían ido a visitarnos a la casa de la población Rubio. En lo mejor del encuentro el abuelo Dionisio se aferró a los barrotes de la ventana del dormitorio y lanzó gritos estremecedores hacia la calle: "¡Me tienen secuestrado! ¡Carabineros, me tienen secuestrado!". En esos años no se hablaba de la demencia senil ni del alzheimer. Los ancianos simplemente estaban cucú y el hecho se tomaba con cariño, sin drama.
Extraño recuerdo aquel de la ventana, porque haciendo memoria, mi casa no tenía barrotes en las ventanas. Pero de que se imaginó encerrado, presumiblemente en un calabozo del enemigo, se lo imaginó y lo gritó, lo denunció a los cuatro vientos.
En estricto rigor, como se comprenderá, la abuelita Lumi, o Luminanda Valenzuela Donoso, de los Donoso de Talca, era mi bisabuela.
Cuando murió la enterraron en Codegua. Miento. Esa fue la tía Juana, viejita solterona que también anduvo rozando los cien años, no sé, a lo mejor murió a los setenta.
Viajamos a su funeral en un Ford Fairlane 500, un auto grandote que manejaba el Rigo. Su papá, el tío Isidoro, lo trabajaba como taxi y el Rigo, que con suerte tendría 16 años, también lo taxeaba con documentos arreglados. En esa época un taxista ganaba tanta o más plata que un carnicero, oficios envidiados por profesores o empleados bancarios que vivían de un sueldito. El Rigo conducía rajado por el camino de ripio hacia el cementerio de Codegua, parece que íbamos atrasados. De copiloto lo acompañaba el tío Hermes, un tío del campo que usaba chupalla y un bigote fino al estilo de Leo Marini y del que se decía que una tarde se volvió loco y se subió a cantar a un árbol, algo parecido al personaje de Amarcord, pero no igual, porque después el tío Hermes se recuperó; atrás viajábamos achoclonados con el Vitorio y algunos más, lo digo porque me cabe la certeza de que el auto iba lleno. 
De pronto el Rigo se pasó un cruce y el tío Hermes le señaló con su cariñoso tono campesino: "por ahí es, Riguito...". El Rigo frenó en seco, el auto se ronceó y hasta ahí no más me acuerdo. No es que haya habido un accidente; es que hasta ahí llegan mis recuerdos. 

lunes, junio 12, 2023

Cinco kilómetros y doscientos metros

El cielo está despejado, hace un frío de los mil demonios y todo invita a quedarse en la cabaña, sentarse en el sofá a disfrutar de una buena película en Netflix, con un café con leche y un pan con queso y mantequilla, un whisky todavía no, es muy temprano para ese vicio sagrado, son las cuatro de la tarde con treinta y siete minutos. 
No sé a quién le pueda interesar lo que estoy contando. Si a algunas personas les llama la atención, sospecho que a la mitad de ellas les entrará un sentimiento de indiferencia, de leve desprecio al leer estas líneas, y las dejarán abandonadas, por egocéntricas. No dejan de tener razón, pero a mi favor debo declarar que yo no escribo para nadie más que para mí mismo. Es el beneficio de trabajar sin recibir ninguna clase de estipendio. Dije trabajar, porque de ser trabajo lo es, y arduo, claro que el mejor trabajo del mundo. Son horas que se pueden subdividir en inspiración (el tema que llegó del cielo o de alguna parte de mi cuerpo, que me impelió a hacer de él un texto, dejando de lado otras decenas de posibilidades o simplemente salvándolo del desecho que se acumula en los pantanos de la memoria), escritura (lo que acometo en este mismo instante ante las teclas del computador, solitario, con las cortinas corridas, la noche que bajó de pronto al campo y la música de mi radio favorita, a mi espalda), revisión (una, dos, diez veces, cambiando tiempos verbales, adjetivos, sinónimos, reiteraciones, gazapos, cacofonías, frases que no cuajan en la dirección del trabajo, anotaciones nocturnas en la libreta sobre el velador, cuando surge de la nada algún término que se había tornado escurridizo), y repaso final (el pase aprobatorio y el ingreso triunfal como nueva entrada del blog y, tal vez en un futuro cercano, porque mucho plazo ya no queda, como nuevo capítulo impreso de mis memorias, las Memorias del dr. Vicius).
En vez de sentarme a ver la película y tomarme el café con leche salgo a dar un paseo (no te quedes echado en el sofá, haz ejercicio, dales trabajo a los músculos, no te rindas tan fácilmente a los placeres, levanta la tranca y enfréntate a lo que no deseas pero que te puede hacer bien). No he pisado el camino, ni siquiera he abierto la puerta de la cabaña y aún no escribo nada de lo que quería decir. He aquí una contradicción, un truco literario. La verdad es que lo que voy a contar tiene que ver con el paseo que ya di, de modo que para relatarlo ha de ser una cosa del pasado, lo que es efectivo. Sin embargo, la forma en que encaré este desafío me indica que debo hacer como si todo lo que narro estuviera pasando en este mismo instante. Aquí y ahora. El presente eterno.
Termina el programa Blue of the night en la radio irlandesa y me paso a la emisora británica Classic Fm; eso implica levantarse, estirar las piernas y dejar el trabajo por un momento. Todavía no salgo al camino, pero ya he vuelto. ¿Es esto la felicidad?
Lo más importante del paseo ocurre en la mitad del trayecto de ida. En la berma, sobre la tierra pedregosa y húmeda, duerme para siempre una pequeña ave de pecho amarillo, presumiblemente un jilguero austral. Me agacho a recogerlo y lo poso en la palma de mi mano derecha. El nacimiento de su piquito está teñido de rojo. Ha muerto recién, aún está tibio. ¿Lo pasó a llevar una camioneta, no alcanzó a despegar del asfalto o se cruzó volando en el camino justo en el instante inadecuado? ¿Lo picoteó otro pájaro? 
No tengo herramientas para improvisar una fosa para él, pero busco una cavidad en el pasto de la orilla y allí lo dejo. Me persigno y sigo mi andar. Pobre dios amarillo, hace un instante volabas entre los álamos como un hilo de agua vertical y ahora no eres, te fuiste con la misma naturalidad con que tus hermanos pájaros enfrentan la muerte, sin aspavientos ni ceremoniales ni discursos. 
Mientras sigo caminando me digo escribiré sobre ti, no te irás en el entero anonimato, al menos unas pobres líneas te recordarán, tu vida no fue en vano. Esto es sensiblería, claro que sí, pero ya me cansé de andar ocultando los sentimientos gruesos e infantiles, "románticos", la compasión que da ver a un animal tirado al costado del camino a merced de los carroñeros, con un hilo de sangre en el piquito, signo de muerte violenta, me estoy cansando de mostrar siempre a los demás ese aire controlado, racional, eso indefinible con que se construye una marca, una forma de prestigio. Aunque tal vez no es esa la imagen que proyecto, tal vez es justo lo contrario, qué diablos. El jilguerito del tamaño de la palma de mi mano fue lo más importante que me pasó en el día y no me avergüenza declararlo.
Camino agitado, no por el pájaro. Serán dos kilómetros y seiscientos metros de ida y lo mismo de vuelta, total cinco kilómetros y doscientos metros, de los cuales un buen trecho se compone de una larga bajada y una larga subida. Esta última es la que agita, hace echar chispas al corazón. Ayuda harto la visión de los campos verdes, los robles raleados por el invierno ad portas, la nieve que cubre al volcán Osorno hasta la ladera, el lago de un azul grisáceo.
Qué raro. Caminar para hacer ejercicio, para no tentarse con la comodidad del café con leche en el sofá. Caminar solitario por los campos del sur de Chile y no asimilar la magnitud de esa belleza sino solamente al momento de hablar de ella. Mientras avanzo voy viendo recuerdos, culpas, estados de ansiedad, recriminaciones, proyectos. Cuánto me ha dado la vida y qué poco le he agradecido.
Paso frente a una de esas viejas casas alemanas de madera enclavadas al pie de una colina. En la propiedad, alejada unos metros de la vida que fluye dentro de las habitaciones, del humo de la chimenea, de los niños que hacen sus tareas, de la madre que los acompaña, destaca un antiguo cementerio patronal de no más de tres o cuatro tumbas, cuyos cercos de madera han autorizado la presencia de unos pocos árboles. Las lápidas mohosas inscriben nombres olvidados y envían su mensaje, que cada caminante traduce según su entendimiento.          

sábado, junio 10, 2023

Solo o acompañado

A estas alturas de la vida ya convendría hacerse la pregunta de si el hombre nació para vivir solo o acompañado. La bibliografía es demoledora a favor de la última de las opciones. El mercado, la industria, la religión, la ciencia contribuyen a la imposición de la familia como núcleo central de la sociedad, y las pruebas les sobran. Tal vez la principal de ellas sea la sensación de nido tibio que experimentan los niños al cobijo de sus padres; eso viene de la naturaleza y está muy bien que así sea. Un niño sin padres es como un barco sin timón en medio de la tormenta, en esto no hay dos opiniones. 
Pero la pregunta sigue siendo lícita en lo que concierne a los demás aspectos de la vida.
Podrían darse también tantas pruebas, tantos testimonios de que la soledad es buena compañía, pero he decidido dejar la pregunta abierta para la reflexión de cada cual. 

lunes, junio 05, 2023

El acercamiento, una sorpresa, la tensa indiferencia

¿Has leído a Erdevig Harveg?, pregunta aludiendo a una famosa escritora desconocida para el vulgo, mientras va acercando sus labios entreabiertos a los míos hasta que se encuentran, casi un beso, es cosa de avanzar un milímetro y ya será un beso; su cuerpo inclinado sobre el mío, yo sentado. La pregunta viene acompañada de un lejano hálito alcohólico, pero eso es lo menos importante. Lo que vale es que se trata de una joven culta de inclinaciones artísticas, una joven maldita, difícil, enrevesada.
Mi colega Llanca me anuncia entonces la noticia del día: corre la voz de que mi obra infantil se está haciendo conocida gracias a la recomendación de un famoso locutor muerto hace unos días. Siento una gran ilusión. Camino por el pasillo de piso encerado de tabla y entro al dormitorio; el locutor reposa en la cama, sonriéndome, mostrando la dentadura. ¡Vaya, pues resulta que no ha muerto!, como decían, ¡resulta que está vivo! Por eso no hay que hacerles mucho caso a las noticias que difunden las redes sociales.
El locutor me entrega el papelillo arrugado del porte de una servilleta que contiene su recomendación, escrita en letra chica.
¿Cuántos seguidores tiene usted?
Tengo trece seguidores.
(Vaya... no es mucho... pero se trata de un locutor famoso... de seguro mi obra se irá haciendo conocida a partir de ahora).
Cocino unos trozos de carne de cerdo sobre una parrilla montada en la vereda de una calle del barrio Estación Central. Debería hallarme en la oficina, pero esta es la excusa que le ofrezco a mi jefa. El día es frío, gris.
Al volver a la sala en que está el equipo me entero de que la joven que estuvo a punto de besarme ha traído a su novio, quizás con qué propósito, darme celos, qué sé yo. Decido ignorarlos y me acuesto a lo largo en el sofá, haciéndome el dormido, con la cara hacia el respaldo. Ella no hace amago de exhibirme su trofeo, aunque está claro que desea hacerlo. Es el juego de la tensa indiferencia.
En cualquier momento abriré los ojos y los veré, la situación se torna insostenible. Y eso hago. Me incorporo y domino la sala con la mirada. Abordo directamente al joven, que resulta ser de lo más simpático. Delgado, puro, ausente de cálculo. Nuestro diálogo podría llegar a ser fluido.  

jueves, junio 01, 2023

Efectos especiales

En ciertas pantallas del mundo comienzan a asumir su retirada los efectos especiales. Tras años de engolosinamiento y explotación de la mente del vulgo hasta la saciedad está sucediendo lo que ocurre con las grandes atracciones: provocan deseos de ir al baño o ganas de dormir. El descanso se torna necesario, la pureza cobra fuerza y llama a un periodo de paz que sirva de siembra para el nuevo orden que habrá de surgir.
Otro fenómeno, tal vez padre del anterior, conduce a la fragmentación. Los referentes se extravían y todo se olvida, casi al instante. Las señales que se cruzan en el espacio virtual generan millones de individualidades, formas propias de sentir la vida, vacías de contenido universal, pero verdaderas en lo esencial. Los artistas palidecen, los profetas decaen, sus mensajes se proyectan en las grandes pantallas y también en las pequeñas y van a dar al limbo. Son mariposas en el prado; nadie sabe dónde volarán al otro día, si es que vuelan. Y no es que ya no sean necesarios; al contrario, perdidos en la inmensidad de la hojarasca son más necesarios que nunca.    

lunes, mayo 29, 2023

Hora de tropiezos

En sus instantes de agobio, que los tenía, como casi todo el mundo, caía vencido ante la certeza del vacío que los demás días lograba ocultar bajo el disfraz de una ingenuidad que se había convertido en su escudo de la buena suerte, carta de presentación, santo protector.
Con el correr de los minutos, la falsa imagen autoedificada desaparecía ante la arremetida de una pequeña molestia anclada en un lugar insignificante de su cuerpo, pero que trasuntaba un peligro que finalmente desembocaba en el horror, el horror al sufrimiento en la antesala de la muerte.
Sabía que eran momentos pasajeros, que podían durar uno, dos, seis días. La felicidad que proporcionan los placeres de la vida volvería a instalarse con sosiego en su habitual sentir. Al menos de eso podía estar seguro, mientras no apareciera una nueva señal.
No por eso la sensación debía desecharse.  

viernes, mayo 26, 2023

Bajezas

Una vocecilla flacuchenta que tienta desde la boca del estómago, que incide a pecar; un ligero escalofrío agridulce cuando al autor le aparece un arma en las manos; una remota sed de revancha ante ligeros ataques empolvados por el tiempo, he allí el semblante de las ligeras bajezas humanas, aquellas que provocan ligeros daños irreparables a quien las ejecuta y a quienes las reciben. 

Los vientos

No solo Vargas Llosa estremece y se estremece con vientos despedidos más allá del charco. Acá también han llegado, no los mismos; atravesaron la conciencia y la vejez vienen del cielo, remecen la cabaña y dificultan el sueño; son fuerzas conmovedoras que entran y se van sin ninguna indiferencia, porque no la sienten; sin ningún pudor, que no lo tienen; solo ese ulular feroz, delirante, enloquecido, ese silbido que les da su esencia al superarlos. 

jueves, mayo 18, 2023

Cadáveres ilustres

Cadáveres exhibicionistas desfilando ante mis ojos, pelotones de carne putrefacta que engrandecen el pasado, minimizan el presente. 
Cuerpos como esos de hombres y mujeres lo obligan a preguntarse a uno cuándo dio el paso en falso, en qué momento uno se fue por la berma del camino, cuántas agallas le faltaron para dar el salto, qué ridículo habría hecho uno supliendo las funciones de sus cadáveres amigos.
Aunque también surge una primera pregunta, una beneficiosa duda, de si todo cadáver fue mejor, acompañada de una segunda duda, la de si los que han caminado por la orilla cuentan con el sano derecho a poseer estilo.
Divagaciones, vaguedades, mentiras verdaderas, lo que importa son los hechos, la historia es lo que importa; el presente solo tiene un valor engañoso en la conciencia profunda.

miércoles, mayo 10, 2023

Su Majestad Carlos III acude al dentista

(Versión original publicada por "The Sun" bajo la firma de Jeremy Clarkson, autor de una corrosiva columna anterior en contra de la duquesa de Sussex, Meghan Markle. Traducción al español del profesor Bruburundu Gurusmundu). 

Mis fuentes en la realeza británica me han asegurado que días antes de ser coronado, Su Majestad Carlos III debió acudir con cierta urgencia al odontólogo. Debido a que el profesional que lo atiende desde hace 45 años (es decir, cuando el entonces príncipe Carlos tenía 29 años) no se encontraba en Londres, sino en las Maldivas, gozando de unas merecidas vacaciones, el monarca debió acudir a una clínica situada en el área urbana de Chelsea. Aunque la visita fue planificada y posteriormente materializada en la más completa discreción, resultó imposible guardarla en el anonimato, debido a que al momento de descender del Bentley State Limousine, la cola de armiño de su capa de ocho metros se le atascó en la pisadera y para liberarla hubo que solicitar ayuda a un par de vecinas que transitaban por la calle. Fueron estas quienes alertaron de su presencia al vecindario, aunque los hechos no pasaron a mayores gracias a la oportuna intervención de agentes del MI-5. 
La transcripción del caso rotulado por dicho servicio de seguridad como "Pieza 16", por corresponder a la muela ubicada en el maxilar superior, a la derecha, dos antes del fondo, es una contribución ad honorem a la causa patriótica del Reino Unido por parte de uno de los testigos presenciales de la atención, cuyo nombre se omite en aras de su seguridad.
(Suena una campanita al abrirse la puerta de la consulta).
Adelante Su Majestad.
(Entra el rey Carlos III con su agregado).
Buenos días señorita.
Buenos días Su Majestad qué se le ofrece.
Venimos por lo de la muela.
El dentista está atendiendo a una señora y se desocupa al tiro. Tome asiento mientras tanto. Por ahí están las revistas. Usted señor también puede tomar asiento.
(El agregado).
Paradito no más.
¿Hay alguien antes que nosotros?
El caballero de corbata verde, pero dice que le cede su hora, dice que él puede esperar.
Gracias caballero.
Faltaba más Su Majestad. Aprovecho de felicitarlo humildemente por su inminente ascenso a tan supremo destino.
Gracias caballero. Usted de qué equipo es.
Yo soy del Chelsea.
Nosotros somos del Burnley.
Felicitaciones Su Majestad. Acaban de ascender.
Así es. 
Su Majestad...
Díganos, señorita.
¿Paga con Isapre o Fonasa?
Particular.
¿Tarjeta o efectivo? 
Tarjeta.
Si gusta se acerca.
Cómo no. Chester... 
Son 245 libras. Pago por adelantado. Supiera la de clientes que han hecho perro muerto. Nuevas normas, comprenderá. La inflación. El Brexit. Acerque la tarjeta, póngala en esa esquinita... Digite la clave... ¡Aprobado! ¿Le imprimo el recibo?
(Una paciente de edad sale de la consulta. El dentista la lleva del brazo y le habla).
Recuerde no morder por este ladito por unas dos horas.
¿Puedo tomar café con leche doctor?
Claro que sí. Y no se olvide de pedir hora con la secretaria para la próxima semana.
Doctor, doctor...
(Se le acerca y le habla al oído).
Ese se parece tanto al rey. Es igualito...
Bien, señora, pida horita para la próxima semana.
(El dentista vuelve a la consulta. Aparece una joven de uniforme celeste).
¿Don Carlos III?
Nosotros somos.
Adelante.
(El rey Carlos III entra a la consulta con su agregado).
Buenos días Su Majestad Carlos III, monarca perfecto, Dios hecho hombre. Permítame besarle los cordones de los zapatos pero primero permítame abrocharle el zapato izquierdo.... Ya veo que es un Crockett & Jones modelo Oxford, dicen que es el único zapato del mundo a prueba de juanetes. 
No nos tiremos al suelo doctor. Con que nos hinquemos basta. Cordón con dos rosas s'il vous plait.
(Se hinca el dentista. Le abrocha los cordones del zapato izquierdo).
Y qué se trae entre dientes Su Majestad.
Esta muela de arriba doctor, esta de acá.
Póngase cómodo Su Majestad, sáquese la capa y déjela en la silla si gusta.
Gracias doctor. ¿La corona también?
Sería ideal. Puede dejarla sobre la capa.
Qué linda la corona.
Muy linda señorita. Muy... histórica.
¿Cuántos diamantes tiene?
Vayamos a saber. Dicen que como dos mil ochocientos.
¿Me la puedo probar?
Cómo se le ocurre Priscilla, deje al rey tranquilo.
Pero si el rey me da permiso... es para sacarme una selfie.
No problem. Nosotros la dejaríamos pero nuestro agregado es un celoso guardián del protocolo y nos ha advertido que no cedamos por ningún motivo a los caprichos del pueblo porque o sino el pueblo se nos va a subir hasta más arriba del paracaídas.
A mí cuando estaba en la escuela de asistencia dental de Peckham me sacaron reina y me pusieron una corona, pero eran puros vidrios, pero era bien bonita, pero no era tan bonita como la suya. Por eso...
Priscilla, no moleste a Su Majestad con sus historias. No le haga caso Su Majestad.
Al pueblo se le debe escuchar doctor... lo dejaremos en las manos de Chester.
(El agregado dice no con el dedo índice).
Pase al sillón Su Majestad.
Encantado.
Tiene nervios de acero estoy viendo.
Hemos vivido preparándonos para esto.
Ábrame la boquita... así... un poco más... vaya vaya... esto es serio... ciérreme la boquita.
Qué le pasa a nuestra muela doctor.
Está malita Su Majestad.
Y qué podemos hacer.
Un poquito de anestesia, luego una pasadita de máquina, otra pasadita de máquina, otra pasadita de máquina, hago el tratamiento de conducto, sacamos el nerviecito y estamos LizTaylor. Una horita, hora tres cuartos a lo más. Haga cuenta que estará viendo un partido. ¿De qué equipo dijo que era?
Del Burnley doctor.
Ah, pero si acaba de ascender.
Así es. Estamos tan contentos. No sabemos qué es mejor, si el ascenso a la Premier League o la coronación.
El ascenso Su Majestad el ascenso no tenga duda alguna.
¿Nos va a doler doctor?
Nooo... no tanto. Cómo se le ocurre Su Majestad.
¿La cara se hincha?
Un poquito.
¿Pero alcanzaremos a deshincharnos para la coronación?
Siempre que no se zampe un lebrillo de porotos ese dia... ¡Juajuajuajuajuá! Perdón Su Majestad. Me tome una pequeña licencia. Me acordé de un episodio de Benny Hill. No debí... Lo siento tanto...
(Habla el agregado).
¿Se toma preso al odontólogo Su Majestad?
No lo pongamos nervioso Chester... A nuestra madre no le gustaba Benny Hill. Le gustaba más Mr. Bean. A Benny Hill lo encontraba pervertido. Decía que le gustaba más el viejito pelado. Pero el que más le gustaba era Norman Wisdom. 
¿Y usted con quién se queda Su Majestad?
Lamentablemente carecemos de sentido del humor. Preferimos la música de Sir Edward Elgar, especialmente el concierto para violoncello. Pero notamos que nos está haciendo demasiadas preguntas. Vamos a lo que vinimos de una vez.
Bajo el sillón Su Majestad... un poco más... un poco más... bajando... anestesia, Priscilla.
Puta la media jeringa.
Tranquilo Su Majestad... va a doler su poquito... así... otra más en la encía... así... una más en el paladar...
(El rey Carlos III levanta un brazo.)
¿Dolió?
(El rey Carlos III levanta el pulgar.)
Ya pashó. Ahora esperaremos que se duerma la zona. Descanse please.
Se nos está enchuecando la boca doctor, nos está cogggtando modulaggg.
Es normal rey Carlos III Su Majestad Perfecta Dios hecho hombre. Ahora vamos a empezar. Quédeseme tranquilito por el bien del reino. Priscilla...
¿Alicate doctor?
Alicate.
¿Sierra?
No todavía. Cuchillo número cinco.
Cuchillo número cinco doctor.
Fresa de turbina.
Fresa de turbina doctor.
No, otra más grande.
¿Esta fresa doctor?
No, la más grandecita... todo bien Su Majestad... 
(Suena la fresa).
¡Chrirrrriiiiiirrrrrriiiiiiiiiikkkiiiiiiiiiiiiiikkkkkkiiiii!
¿Y el Burnley se la podrá en la Premier League cree usted Su Majestad?
Nosógggo ggguémo ggguenó... peggggo epegggganza nugggca ggggue piegggue...
Chutearon unos goles muy bonitos... ese negro grandote... un negrazo... algodones Priscilla.
Algodones doctor.
Métale la cánula de succión mire que me está chorreando de baba... 
(El rey Carlos III levanta un brazo).
No tan adentro la cánula Priscilla que a Su Majestad le está dando arcada.
Aggggggg.
La tengo afuerita doctor.
No tan adentro Priscilla... debajo de la lengua, pero no tan adentro... ¡Ahí sí que sí! ¡Ecolicuá! Ya nos falta poco Su Majestad... queda lo menos.
Ojaggggá... Ggggacia.
¿Duele?
Uggg poggggguito...
Ya va pashar. Más anestesia Priscilla.
Nooo dogggggtó taggguién agggguí. Gggggoy vagggguiente...  
Bueno ya está pashando Su Majestad ya estamos cashi cashi... la caries era más grande que una aceituna... ¡Una caries real Juajuajuajuajuá..! pero ya se fue, se fue como el pañuelo que se lo llevó el río... ahora el nerviecito va saliendo... ya se va desenrollando el nerviecito... el conducto está quedando limpiecito... Ese negro es muy bueno para la pelota, ¿vio el gol de chilena que se mandó en la última fecha? Un monumento de negro... Tiene buena tragadera Su Majestad... ¡bocaza impecable! Una pura cariecita... eso era todo... Ya estamos terminando... Tapando conducto... Tapando conducto... Retire los algodones con sangre Priscilla, que llegan a estilar de mojados que están.
Retirando algodones doctor.
¡Cuidado con el armiño!
La embarré doctor lo siento voy a buscar un trapito.
Chester, ¿tendrán en la alacena del reino un limpiador de armiño de excelencia?
Hay de todo doctor.
Dejémoslo manchadito entonces, allá lo limpian al estilo del Palacio de Buckingham como se dice.
(El rey Carlos III abandona la consulta).
Encantado de haberlo atendido Su Majestad. Recuerde que tiene horita en quince días más, no se le vaya a olvidar. Ahí le pondremos la corona, ¡esa sí que será una linda corona, blanca como el armiño!... ¡Más blanca que el armiño!... ¡El único rey con dos coronas...! 
¿Haggggta qué hoggggga vamogggg a teggggguer la bogggga chueggggga dogggggtó? 
Media horita a lo más. Ni se va a dar cuenta cuando estará hablando de nuevo como rey Su Majestad.
Ggggggacia dogggggtó... Haggggta pgggggonto Piwwiwwa.
Adiós Su Majestad ¡y gracias por tan maravillosa aventura!


jueves, mayo 04, 2023

Julchus

Llego a la hora señalada; Julchus me está esperando en el café. Años que no nos veíamos.
Caminando hacia el sitio del encuentro me dio por recordar su figura y asociarla al deterioro natural que causa el paso de los años. Yo he cambiado de aspecto, ahora tengo barba y un ligero sobrepeso, el cabello ralea; hubo ocasiones en que viejos conocidos no me reconocieron en la calle. En consecuencia, no debía sorprenderme ante el Julchus con el que me toparía a la vuelta de la esquina, máxime si en el mensaje previo por correo me había advertido sobre "ciertos problemas de salud" que me detallaría al momento de vernos. 
Pero él estaba casi igual, salvo por su calvicie, aunque su calvicie ya se preveía en nuestros tiempos, ahora solo era una constatación. Se levantó y nos dimos un abrazo. Entonces advertí un cambio más dramático. 
Antes de sentarnos nos cambiamos de mesa: el sol de la tarde me daba de lleno en la cara en la que él había elegido. 
De modo que allí estábamos los dos amigos, dispuestos a ponernos al día, Julchus y yo.
Cuando me disponía a hacer la pregunta de rigor me advirtió que hablaría una sola vez del tema y luego pasaríamos a otras cosas. Claro, Julchus, dime. El día que se jugaba la final del Mundial me levanté al baño... ¿Estabas por Francia o por Argentina? Por Argentina... Me levanté al baño y no pude hacer, no me salía ni una sola gota. Mi hermana me acompañó a la posta, me examinaron y me pusieron una sonda, que llevo hasta el día de hoy, por eso te decía antes de vernos que tengo que estar cerca de un baño. La próstata me estaba estrangulando la vejiga... Ah, chuta. Después me ordenaron una biopsia, pero yo me resistía, porque no me gusta que me intervengan. El doctor dice que hay muchas posibilidades de cáncer, pero cuando conseguí hora no me la practicaron porque según la secretaria no había cumplido con el protocolo. ¡Pero cómo señorita, si el mismo doctor me dio la hora! Ah, déjeme llamarlo, y lo llamó. El doctor estaba atendiendo a otro paciente y contestó: "Reagéndelo". ¡El mismo doctor que dijo que la biopsia era urgente ahora atendía a otro paciente y me reagendaba! Así que ahora estoy en la cuerda floja, pero yo me lo busqué y estoy resignado. No fui al médico cuando debí ir y parece que ahora podría ser tarde, porque además, salga positiva o negativa, hay que operar sí o sí...
Julchus tiene esas cosas; de su figura fluye un aura trágica, que asume con resignación. Según sus mismas palabras, su leit motiv es reclamar contra la injusticia, conducta que desde luego no le ha dado réditos. Yo le repasé brevemente los pormenores de mi vida de casado, de padre y abuelo, las inversiones que había hecho, aprovechando mi estadía de cuatro décadas en la empresa El Mercurio; mi casa, mi parcela en el sur. Julchus reaccionó con esta frase: "Es que usted es una persona normal, Huguito, un burgués. Yo soy de otra manera". Su respuesta me hizo sentir menoscabado. Mi ideal de vida siempre ha sido el logro artístico dentro de un clima de austeridad, incluso de pobreza, si me remito a mi juventud. Pienso en la literatura, sueño con la literatura, la vida de los grandes escritores me absorbe y parte importante de mi día, sean treinta minutos o dos horas, la dedico al arte de escribir. Pero para Julchus yo era una persona normal, un burgués.
Llegó el momento de sus necesidades. Julchus se levantó de la mesa y caminó encorvado al baño, a paso cansado. Ahí se manifestaban sus años, sus dolencias y su dramática fragilidad. Volvió a los tres minutos, se sentó y seguimos conversando.  
Mándeme una foto en su cabaña del sur, frente a la ventana, fumando pipa, Huguito... ¡Pero si dejé de fumar hace más de treinta años! No importa, Huguito, consígase una pipa y me manda la foto, reía.
Así es Julchus. A veces me trata de tú y otras de usted, siempre de Huguito, diminutivo de mi segundo nombre. A Julio Frank Salgado yo lo nombro Julchus, apelativo que me remite a la era de las películas de gladiadores y a la memoria de Julio César, Julchus, mi querido primo fallecido prematuramente a la edad de 19 años.
Le regalé tres de mis libros, autografiados; él me hizo entrega del suyo, que lo retrata de cuerpo entero: un texto biográfico sobre cien doctores que le dieron lustre a la medicina chilena; un trabajo riguroso, una montaña de datos extraídos de familiares de los médicos seleccionados y de la Biblioteca Nacional, tras quemarse las pestañas meses enteros en sus estanterías. Un libro obligado de consulta para los representantes de esa profesión, para el correspondiente ministerio y para el colegio de la orden. 
Como le suele suceder a Julchus, el libro no le reportó utilidades. La fama y el dinero se los llevaron la periodista-empresaria que le encargó la misión; Julchus quedó a la sombra. Tal vez por eso lo quiero tanto como amigo: porque yo, a pesar de ser "un burgués, una persona normal", me le parezco un poco. Y tal vez por eso mismo él me tiene en alta estima... creo yo.
Esa tarde me habló también de un proyecto fallido y de otros tres que tiene en mente. Ya dije alguna vez en una de mis crónicas que la pasión de Julchus es la radio. Por la radio abandonó la empresa El Mercurio, donde nos conocimos, y por la radio dejó Santiago para radicarse algunos años en Coyhaique. Recuerdo, y esto nunca lo había contado, que para el famoso plebiscito del Sí y el No del 4 de octubre de 1988 él se desempeñaba en una radio que ahora no logro recordar, a la que me invitó para que diera informes sobre cómo iba la votación, basándose en el viejo expediente del pirateo a otras emisoras. Por esos días me habían suspendido de mi trabajo como reportero de El Mercurio, acusado por un ministro de Pinochet de boicotear la campaña del Sí. A  mi juicio, yo no era ni inocente ni culpable. No despachaba lo que me pedían que hiciera; esto es informar la noticia desde un solo ángulo y sin chistar; pero tampoco boicoteaba ni mentía. Lo que hacía era cumplir con las pautas que me encargaban, incorporando una segunda opinión, la de los opositores. El hecho fue que eso me costó la suspensión del diario El Mercurio la semana antes del plebiscito y mi consiguiente salida, que desembocó en el traslado a Las Últimas Noticias, el popular tabloide de la misma empresa. Me hicieron a la larga el mayor favor de mi vida, ya que allí anclé bien y me desempeñé por más de treinta años, en un ambiente de gran libertad, creatividad y relajamiento. De modo que ese 4 de octubre estaba en la radio ayudándole a Julchus, quien con gran sobriedad conducía el programa. Justo cuando iba a comenzar el cómputo definitivo se cayó la transmisión y no volvió en toda la noche. Trabajamos por las puras; no hubo nada heroico en nuestra misión.
Julchus se lo ha dado todo a la radio, pero la radio mucho no le dio. El proyecto fallido del que me habló en el café tratábase de una colaboración suya para un programa de radionovelas. La periodista encargada atendió con mucho gusto mi ofrecimiento, después le volví a escribir y nunca más me contestó, qué me dice Huguito... qué quiere que le diga Julchus, son cosas que pasan, y cuáles son esos proyectos que tiene en mente... Uno es la historia de la radio en Chile, Huguito, nadie ha escrito nunca un libro redondo sobre este tema, un catálogo completo de sus grandes directores, periodistas, animadores, locutores, controladores de sonido, avisadores; se lo ofrecí a la Asociación de Radiodifusores de Chile a propósito de los cien años de la radio que se acaban de cumplir. No me contestaron pero igual lo voy a acometer... Es un proyecto titánico Julchus... Así es...
A menudo me pregunto qué hace que personas preparadas y de elevada inteligencia caigan en estas lagunas, mientras sinvergüenzas profesionales se llenan los bolsillos vendiendo farsas del porte de la catedral de Colonia. La respuesta, desde luego, es bastante simple y rebajaría mi propia inteligencia si la diera; es más, ya me resbalé al hacer la pregunta. Lo que sí le da valor a esa duda, puesto que hasta hoy no se ha descrito, es el aura de Julchus, una suerte de espíritu discreto y temperado que zigzaguea entre la gente, sortea sus pequeñeces y va a dar a un bosque iluminado. Eso nadie lo había dicho y si yo lo digo es porque he visto cuando esa aura le sale del cuerpo. Y si la he visto siento la obligación de contarlo.
Los grandes amigos, como Julchus, no son libros abiertos ni tendrían por qué serlo, la amistad no se trata de eso. A mis años he comprendido a fuerza de indiscreciones dignas de olvidar que hay preguntas que mejor no hacer, y no se trata de hurgar en los pecados secretos como hacen los voyeristas, ya que se podría entender que hacia allá marcha la reflexión. No, los inmensos vacíos que se abren en la vida de Julchus se tratan sencillamente de su día a día, la temperatura de su corazón, lo que está más allá de sus proyectos, y tal vez hablan más de la falta de tiempo o el desinterés del interlocutor por meterse en esos temas que de su disposición a sincerarse. Entiendo por amistad el encuentro libre, el disfrutar juntos de la vida por momentos, el apoyo en la necesidad, y quizás allí radique mi desconocimiento de esa atlántida sumergida en el vacío.   
Al momento de bosquejar esta crónica no logro recordar de qué se tratan los otros dos proyectos que Julchus se trae entre manos, a pesar de que cuando me los contó en el café les puse atención y los hallé interesantes. Tuve que enviarle un correo para que me refresque la memoria; Julchus me ha respondido: "Andando, de ahí le cuento...", de modo que para cerrar estas líneas tendré que esperar su respuesta. 
Días más tarde me volvió a escribir:
"Hola, Huguito. Espero que a esta altura ya esté viendo nibelungos y que sus bajadas al pueblo sean tan productivas como las subidas.
Sobre su pregunta, una trilogía muy personal, como le dije: radio, Aysén e hípica.
Un recuerdo inmortal (acompañó un link dirigido a youtube).
Julchus".
Recordé entonces que lo mismo que quiere hacer con la radio lo intentará con la historia de Aysén (aunque en el café lamentó con un dejo de aprensión que su iniciativa está despertando recelo entre la gente de esa región, que lo ve como un afuerino). El tercer proyecto le hincaría el diente a la historia de los grandes jinetes y preparadores que han pasado por la hípica, no sé si solo santiaguina o chilena, aunque no me extrañaría que abordara todos los hipódromos del país: Julchus es un periodista paciente y riguroso, de alcances monumentales, tratándose de temas como esos. El problema con el último proyecto es que ha ido perdiendo los contactos que atesoró al reportear esa sección para el diario "El Mercurio", hace un montón de años. Mas no se trata de algo inabordable o quimérico, no tendría por qué serlo. Bastaría que la persona, la entidad indicada, levantara un poco la cabeza y olfateara el rédito que le daría un ofrecimiento como el que le haría Julchus. 
Al abrir el link de su mensaje me encontré con la siguiente escena de una antigua serie de televisión: un inventor le enseña al jefe de los espías una mosca electrónica. Sus antenas contienen centenares de radares y en su tórax van incorporados micrófonos de amplio alcance, siendo sus ojos poderosas cámaras capaces de captar imágenes desde mucha distancia y hasta en la más completa oscuridad. Ha costado una millonada de dólares; a cambio de eso la mosca neutralizará para siempre al enemigo. El jefe hace pasar al Súper Agente 86, quien nota que hay una mosca encima de la mesa y la fulmina de un cuadernazo.
Y con esta anécdota, ahora sí doy fin a esta semblanza de mi querido y viejo amigo Julchus.  


martes, mayo 02, 2023

El carrito llega a la estación

El carrito corre raudo a la cola del ferrocarril. 
Es llevado, no conduce, por algo va a la cola. Quien comanda es nuestra amiga, la locomotora.
La locomotora lleva el peso de la carga, pero su lomo brilla de felicidad. Resopla de placer. 
El carrito sufre porque no está al mando. Ni siquiera debe obedecer. El carrito tiene que correr porque no le queda otra. Si se desenganchara, piensa, pues este carrito piensa; si me saliera de esta fiesta, si me quedara en el camino... vendría otra locomotora y me haría saltar por los aires. Saldría en las noticias. Locomotora hizo saltar por los aires a un carrito. Me harían entrevistas y yo magullado diría: "Así es, así mismo como lo narra fue". Pero, ¿conviene arriesgarse a ser chocado por salir en las noticias? Mejor sería creo yo seguir corriendo raudo a la cola del ferrocarril. Al menos la locomotora habrá de llegar a su destino, todo el tren con ella y yo a la cola. Entonces me parece que cambiará la suerte de los dados. La locomotora abandonará el andén, se la llevarán al hangar a descansar bajo la supervisión del guardagujas y bajo el techo de zinc recibirá un manguerazo de agua por los flancos, como si fuera caballo; y le pasarán un trapo, todo lo cual no constituye el epítome del bienestar espiritual, diría yo. El carrito irá por otro carril, los obreros le aceitarán las ruedas y los aduaneros le sacarán la carga; quedará suelto, liviano y animado. Llegará temprano a casa a ver las noticias y les dirá a todos sus parientes ¡ese soy yo!, ¡ese soy yo!, arriesgándose a que nadie le crea sus mentiras... pero eso forma parte de la presunción de la fortuna, me imagino... 

lunes, marzo 27, 2023

El soldadito

De a poco, el Chico Sergio me ha ido metiendo cuco. Casi todas las mañanas lo veo pasar frente a mi cabaña. Él también me ve; nos saludamos de lejos. 
Entra al establo de mi vecino el Huaso Triviño, extrae la bosta, limpia el piso, llena un balde con forraje de alfalfa y se lo ofrece a los caballos corraleros, que esperan con ansias el manjar en el campo, galopando, echando coces, diríase que sintiéndose felices de estar vivos, pero sobre todo, de recordar que existe el futuro, y que ese futuro les depara el placer de saciar el hambre. El Chico Sergio les renueva el agua; los caballos, ya bien alimentados, se mueven lánguidos por el pasto corto del terreno, arrancado a punta de mordidas; agachan el pescuezo y beben del depósito ubicado en el otro extremo de la parcela, al lado de la alambrada de púas; un hilo les chorrea por las barbas, mezclado con restos de hierba. 
Tiendo a perder el interés en su jornada de trabajo. A veces limpia malezas, fortifica las tazas de las plantas, cambia los sendos pesos de fierro que fijan al toro y la vaquilla a sus limitados radios en el prado. Al anochecer se retira a su hogar, marchando con paso de soldado. Una figura pequeña, erguida, con botas de agua, chaleco de lana, la pequeña mochila y su eterna gorra. El soldadito. 
Nos levantamos la mano, me acerco y le ofrezco un sandwich envuelto en una servilleta junto a una lata de cerveza helada, como parte de algún ligero servicio que me ha hecho. Con el sandwich y la cerveza en su mochila sortea el camino de ripio hasta la salida, toma la ruta asfaltada y desaparece en la pendiente arbolada que lo lleva a su hogar, donde lo espera su hermana con cuatro platadas de cazuela.
Esto, en el fondo, se trata de un choque de culturas. El letrado, el santiaguino, el afuerino, el advenedizo, condesciende ante el Chico Sergio, el soldadito, el humilde campesino de metro cincuenta, y le ofrece migas de amistad, que este agradece, no rechaza.
Tengo la manía de inventarle cargos importantes a la gente de la calle, y viceversa. Al economista Hernán Somerville me lo imagino animando una boite; al juez Juan Guzmán, detrás del mesón de la carnicería con el delantal blanco cubierto de sangre; a la doctora Cordero, presidiendo la reunión de un centro de madres en la comuna de Pudahuel. A la inversa, el joven pordiosero que pasa por mi casa de Santiago tiene un aire a Alexis Sánchez. Más de un transeúnte que baja por la escalera mecánica del Metro pasaría por senador de la república. Al soldadito, recién salido de la ducha y vestido con beatle negro, jeans y zapatillas blancas, lo habrían confundido en las calles de Manhattan con Philip Roth y hasta le habrían pedido autógrafos.
Como iba diciendo, la cercanía me ha llevado a encargarle pequeños trabajos -arrinconar en los límites de la parcela los montones de pasto seco, cavar la tierra y plantar dos coigües, un canelo, un par de hortensias; apalear el material estabilizador que le está dando forma al camino de entrada-. Me cobra lo mínimo, diríase que le da vergüenza cobrarme; yo le agrego una cerveza, su bebida favorita, y un sandwich. Me cuenta las novedades del entorno, capto que le gusta darme noticias. El otro día se robaron los portones de fierro de la entrada de un fundo, el domingo hay una fiesta costumbrista en Frutillar Alto, con baile, carne y cerveza; mañana llueve fuerte, los perros asalvajados se comieron un cordero del vecino. Me cuesta entenderle, le hago repetir casi todo lo que me dice; hilvana mal las frases, deja palabras sin terminar, usa pocos artículos. Yo suelo escucharlo desde el borde de la terraza mientras él me habla desde el pasto. Desde ese ángulo mi figura se agranda y la suya empequeñece.
Anoche entraron con su segundo patrón, mi vecino, hasta el fondo del condominio, donde están las caballerizas. Miré entre las cortinas y los vi alumbrando con linternas; me asusté, pensé que les estaban robando. Mi vecino ya me había contado que a veces se metía gente extraña en auto a mirar, a sapear, y de un disparo al aire los sacaba volando. "Hace unos meses entró una pareja. ¡Váyanse a culiar a otra parte!, les grité, y se fueron", relató en uno de sus arranques de locuacidad. La filosofía del Huaso Triviño, muy atendible en los campos, es que si el estado no da seguridad, uno tiene que afrontar el desafío.
Pero anoche no estaban robando. Cuando se retiraron y el Chico Sergio procedía a cerrar el acceso a  mi parcela y a las caballerizas salí a preguntarle qué había pasado. La noche estaba oscura, lloviznaba. El Chico Sergio me alumbró a la cara con la linterna y se tranquilizó. "Estábamos echándole fuego a dos nidos de chaquetas amarillas... en la tarde me picaron... pero falló el soplete... la señora Maite nos convidó fósforos... pican fuerte las avispas... hay que cuidarse".
Su persona me despierta cariño; tanto así que lo he invitado a comer a mi casa dos veces. La primera vez entró medio asustado, cansado después de su jornada; le indiqué el baño, para que se lavara las manos, y lo senté a la mesa. Miraba el televisor y no entendía muy bien por qué salía música y la imagen de la pantalla estaba fija. Le conté que me gustaba escuchar una radio de Irlanda a través de internet. Cambié la señal a un partido de fútbol que se estaba jugando en Europa; luego volví con mi radio favorita. "Qué bonita su casa", me dijo.
Le serví un plato de carne, palanca, con acompañamiento de merluza al horno, más una lata de medio litro de cerveza. La verdad es que ambas porciones me habían sobrado y al día siguiente debía viajar a Santiago, por lo que no me quedaría más remedio que echarlas a la basura o dárselas a los tiuques, enganchándolas en las púas de la alambrada. Razoné que era más cuerdo ofrecerle esa comida al Soldadito; así lo hice y él aceptó de buena gana, me quiso convencer con una suerte de fría pasión que la comida nunca se rechaza, aunque lo dijo con otras palabras.
La segunda vez compartimos unos panes amasados con huevos revueltos, mantequilla y queso. Le pregunté si deseaba té o café y me dijo café, porque el té le hacía mal al estómago. ¿Con leche? Bueno.
Le acerqué el frasco de Nescafé y se echó una porción ridícula, la punta de la cuchara. En el fondo de la taza se veían unos polvitos de café. ¡Sírvase más, tocayo! Bueno. Y se echó otro cuarto de cucharada. 
Comía con cuidado, apretaba las uñas sucias contra la servilleta y se llevaba el pan a la boca; las migas caían al suelo, al lado de su gorra. 
El Chico Sergio trabaja en el día para el patrón de un fundo, por la tarde pasa a atender los requerimientos de mi vecino el Huaso Triviño y al culminar la jornada lo tomo yo. Mientras se comía los huevos me contó que la noche que le convidé esa cerveza de medio litro había tenido puros sueños raros. Soñé que me casaba (sacó los dientes y rió). ¿Que se casaba? ¿Acaso usted es soltero? (reí por mi parte, ante la cándida confesión). Claro. ¿Y qué edad tiene? 51 años. Ya está bueno que se case. No, un amigo mío se casó con una de las huifas y salió perdiendo... se compró casa... la puso a nombre de ella... la de las huifas llegó un día con otro hombre... mi amigo le aceptó... al mes lo echaron... ahora vive donde una hermana. Igual que usted. Igual que yo... pero yo no me caso... ¿Le han robado? Un día fui a Puerto Montt... bajé en el paradero... había un montón de gente... me empujaban... saqué la billetera de la mochila y estaba llena de billetes de diarios cortados... no sé cómo lo hicieron... fui donde mi patrón... me robaron, qué hago ahora... présteme para unos días...
Entraba en confianza y se iba soltando. Entonces me confesó que la noche anterior lo había seguido la Trauca. Afirmó que la Trauca sigue a la gente cuando en la noche no hay luna ni hay estrellas y el camino es una boca de lobo. También se aparece en un cruce la Viuda Negra, que es una mujer que si lo agarra a uno no lo suelta hasta que pasan ocho años. Entonces la persona se muere. Algunos se revientan en sangre. También existen duendes en el campo, son chiquititos y pasan corriendo, pero los ven casi los puros niños. ¿Y aquí hay brujos? Claro... en la casa que yo vivía en el fundo del patrón... antes de irme a vivir... había una señora... bajando por una escalera... en un subterráneo... la casa marcada... bruja... se revientan en sangre... después yo me fui con mi hermana a mi casa de ahora... está sana... la otra la demolieron... pero el patrón nunca supo que estaba marcada...
Al momento de marcharse recogió su gorra del suelo, tomó su mochila y se despidió. 
Mañana no vengo don Sergio... le hace falta una carretilla... mañana me pagan... cerveza...
Últimamente lo he notado algo corrido, huidizo. No me parece que se deba solamente a mi imaginación, puesto que antes, cada tarde al marcharse y pasar frente a mi cabaña giraba la cabeza en mi dirección, levantaba la mano derecha y continuaba con su marcha de soldadito. Ahora lo he visto que pasa, echa una mirada de reojo y sigue caminando.
Una de estas tardes fui a saludarlo y le recordé que seguía pendiente el ripiado del camino de entrada a mi cabaña. Me escuchó, echó un vistazo casi imperceptible hacia la casa del Huaso Triviño y me inventó una de esas excusas que en mis tiempos se conocían como "barretas mogosas". O así lo pensé.
Y es que con los días, las semanas, los tres meses que ya llevo viviendo en el sur, he terminado por convencerme de que aquí las cosas que realmente importan de la vida no emergen, sino que se manifiestan debajo de la tierra. Y que detrás de cada hoja que adorna el paraíso se esconde un avispero de irregularidades.
Hay veces, pocas, no muchas, noches escogidas, en que sentado ante la mesa, con el paisaje abierto de los árboles frondosos que se mecen con el viento, los caballos inmóviles en el terreno del frente, caballos ausentes de espíritu de vida, acompañado del canto profético de las bandurrias, del recuerdo de Santiago, de mi familia, de los míos, de los seres a los que amo pero de los que necesito separarme para hallar por fin lo que hay dentro de mí, lo que se guarda en mi alma, si es que en el fondo de mi alma realmente hay algo y no el vacío, algo que trascienda al egoísmo, los nervios, la concupiscencia, el destino trágico, el temor a la pobreza; o quizás no hay más que eso, superficie, un alma adoremecida en la rutina del día perfecto; en esas noches selectas, digo, se me aparecen de repente las palabras del Soldadito, sus temores cavernarios, el acecho constante de una sombra invisible, y siento miedo, tiendo a creer en ese mundo subterráneo, tiendo a ponerme a la defensiva, a bajar la vista, parar la oreja y pensar en otra cosa, hasta que la imagen de mí mismo reventado en sangre se va difuminando detrás de ideas edificantes, autocontrol, el correr de los minutos, y es reemplazada por alguna menos pesimista.

domingo, marzo 12, 2023

El alerce

Ya no era sino una huella difusa en nuestos recuerdos, el sabor dulce de una estada en el sur. Hoy resurge desde la sombra, imprevistamente, para que se hable de él. 
Ha sido una palabra cualquiera, la evocación a partir de la lectura de un libro. Su figura gigante, su tronco inmóvil, calloso, gastado, el exhibicionismo descarado de sus raíces, cubiertas por tres mil años de musgo parásito, desnudan lo rápidos que somos, trashumantes sin destino fijo; su presencia imaginaria se planta delante del sillón para mofarse sin querer, tácitamente, de la memoria humana. Traslada humildemente la vida más profunda al bosque lluvioso donde habita sereno, sorteando soles y lluvias, sobre todo lluvias, truenos y relámpagos, granizo, nieve, el hacha que porta la mano del hombre. Y deja en la estancia alfombrada un perfume rancio, la torpeza del reloj arrimado a la pared.
Allá en el parque nacional donde se halla ahora mismo, velando por sus compañeros menores de edad y menores de estatura, destaca silencioso en su nobleza adquirida a lo largo de los años, sin importar que los testigos veraniegos se hayan ido y nadie proclame en voz alta su nombre, nadie lea su historia escrita en una tabla.

viernes, marzo 10, 2023

Qué significa ser bueno para la cama. Esbozo exploratorio

El título del presente ensayo guarda relación con el revolucionario ascenso del movimiento feminista en los últimos años; de allí que, correctamente leído, reitero, el título, formularía la expresión de una mujer que define el comportamiento de su compañero de aventuras en el lecho. Esto, adelantándome al meollo de la tesis, porque quien mejor podría calificar a un hombre bueno para la cama es una señora que ha gozado de sus virtudes amatorias (se comprende que tal calificación también podría provenir de un varón invertido). Mas supongamos que estamos en presencia del primer supuesto. Si en una reunión social se pronuncia discretamente la frase "el gásfiter resultó ser muy bueno para la cama", se entiende que ha sido pronunciada por una dama de respetable posición social, casada, aparentemente insatisfecha, mientras le confidencia a sus amigas la performance de su sorpresivo amante ocasional. Si la conversación hubiese versado sobre su marido, es probable que habría utilizado conceptos menos francos o habría guardado silencio, salvo que su consorte tuviese la costumbre de sufrir de impotencia al intentar cumplir con sus obligaciones conyugales o fuese dueño de un pene diminuto (el popular maní). En tal caso mi experiencia profesional me lleva a asegurar que la dama deslizaría la tragedia personal a sus amigas a modo de velada advertencia, con el fin de que estas leales compañeras de jornadas rutinarias acompañadas de daiquiris, caipirinhas, cosmopolitans y margaritas no se lo levanten, me refiero al marido, no al órgano viril del marido, pues quien habla había omitido el dato de que su marido, el de la dama, no el de quien habla, pues quien habla tiene esposa, no marido, digo que el marido de la dama es un palogrueso, de lo que se desprende que no sería raro ni reprochable que todo aquello se diese en un contexto de sana envidia surgida al calor de una reunión en que el grupo femenil se hallare un tanto pasado de copas. 
Si, por el contrario, este ensayo se hubiese intitulado "Qué es ser buena para la cama" daría la falsa primera impresión de un trabajo de autoría femenina, aunque el ojo atento detectaría que estaríamos en presencia de un artículo sexista escrito por un hombre. Debiese causar entonces cierta sorpresa en los círculos académicos que el autor de este ensayo sea un candidato a doctor de sexo masculino, de lo que doy completa fe, en mi calidad de ser yo mismo el autor del ensayo, tal como yo mismo era la tercera persona en la frase antes ideada, aunque en estos tiempos nunca se sabe. 
Más de alguien objetará cualquiera de los dos títulos y afirmará que se refieren a la postura de un hombre que habla del placer de una mujer, como a la de una mujer que habla del placer de un hombre, dejando fuera la alternativa de los nuevos sexos que han emergido con fuerza en el Siglo XXI. De manera que el responsable del ensayo, exigirán estas voces, debiese ser un representante del tercer sexo y el proyecto tendría que encabezarse con el título políticamente correcto, de acuerdo con estas mentes posmodernas, de "Qué es ser buene pere le queme", símil de los visionarios versos que cantan desde hace cien años: "Le mer estebe serene, serene estebe le mer...". 
Volviendo con la tercera persona, el autor de este opúsculo ha decidido no sucumbir a la retórica semántica. Y para dejarlos a todos medianamente satisfechos, ha separado la pregunta atendiendo a la unanimidad de los géneros disponibles en el mercado, exceptuando el tocuyo, el brocato, la seda y el percal. Así, nuestros lectores conocerán las diferencias y semejanzas entre un hombre bueno para la cama, una mujer buena para la cama y une ser, para no decir sujete porque sujete huele a agravio; decía une sujete, perdén, une ser buene pere le queme. Volviendo a la primera persona, a aquellas mentes fanatizadas solo me resta sugerirles que la comunidad científica estaría gustosa de dar a luz una obra procedente de aquel respetable sector de la sociedad, en tanto la subsiguiente evaluación no aborte la iniciativa. La lógica y la sensatez indica ir con la vieja Rae en el uso genérico del masculino para designar la clase, es decir, a todos los individuos de la especie, de modo que "qué significa ser bueno para la cama" incluye a los tres sexos y en este punto no hay nada más que decir.   
Más allá de consideraciones babilónicas, la pregunta de qué es ser bueno para la cama implica para quien se la hace un asomo de inseguridad, salvo que el curioso, o investigador, actúe con fines científicos, aunque no faltan ejemplos en que en aras de la ciencia se encubren motivaciones íntimas, desconocidas, secretas, la más recurrente de las cuales apela a la vanidad.
Entrando en materia, a diferencia del caballo, el perro y demás animales que conforman el arcoíris de la fauna terrestre (léase terrestre, marítima y aérea) y que ejecutan de la misma forma una y otra vez, desde el principio de los tiempos, el acto carnal, con mínimas variantes, el ser humano dispone del procesamiento de la memoria, que es la imaginación. No obstante, esta investigación ideada y llevada a cabo por quien habla ha demostrado que la imaginación humana tampoco es ninguna maravilla. Desfallece y termina por agotarse tras 130 variantes, las mismas que se repiten, al igual que en el caso de los animales, desde el principio de los tiempos. Ni siquiera el Marqués de Sade, Boccaccio y el Kama-sutra fueron capaces de algo más que eso.   
Este esbozo exploratorio se ha basado en experimentos tributarios del informe de William Howell Masters y Virginia Johnson, así como en focus group. En la mitad de los experimentos se encerró a una pareja en una pieza, a sabiendas de que eran observados por cámaras desde todos los ángulos. A la otra mitad se la grabó sin permiso por un hoyito en la pared de un motel, a semejanza del libro de Gay Talese. En cuanto a los focus group, se los dejó hablar a discreción.
Desde luego, lo primero que surgió en los focus group fueron opiniones basadas en prejuicios tales como que una mujer buena para la cama lleva la delantera si posee senos turgentes, trasero en modo Kim Kardashian, inteligencia no muy elevada que evite angustias, crisis y depresiones; ojos azules y voz de Marilyn Monroe. Pero luego, de la memoria de los asistentes fueron saliendo casos que, si bien no contradecían las afirmaciones primitivas, al menos se hacían respetar. Tal era la situación de una persona poco agraciada pero segura de sí misma, de la cual se dio nombre y apellido, que demostraba tanta pasión y gratitud hacia sus parejas que provocaba en ellas una sensación de mayor placer durante el acto, de lo que se concluía que ser bueno para la cama implicaba un beneficio para el receptor de tal conducta, más que para el emisor. Ya se ahondará más adelante en este tópico.
Dentro del focus group se contaba el caso de una mujer de talla XL que invitaba a sus compañeros de trabajo a los pubs del barrio Suecia, cuando existía el barrio Suecia. En la oscuridad de la mesa y al calor de las piscolas les rozaba el miembro con las nalgas, poniéndose de lado. Decían que la mentada oficinista se entusiasmó más tarde con un gitano que pasó por su casa vendiendo pailas de cobre; a las dos semanas lo cambió por un locutor de la radio de Melipilla y ahí se le perdió la pista. Todos los testimonios la caracterizaban como "más caliente que un cautín". 
Otro caso ocurrió con una joven delgada a la que le gustaba hacer el amor en la clásica postura denominada "del misionero". Quien relató la historia pensó al principio que gozaría de una cópula sin aliciente, mas al calor del momento sintió algo así como dos tenedores que le clavaban los riñones: la jovencita se había puesto espuelas sin que él se diera cuenta y le tenía agarrada la espalda con los pies. Movía las espuelas como rodillo para cortar empanadas. "Descubrí que el sufrimiento de las espuelas me estaba empezando a gustar, y al despedirnos de beso le agradecí su ocurrencia", testimonió.
Aunque la palabra fue mencionada solo dos o tres veces, caía de cajón que para los voluntarios de los diversos focus group el factor clave de la persona buena para la cama era su energía. Lo contrario, comentaban los varones, era la figura de la "vaca echada"; en cuanto a las mujeres, para ellas el antónimo de la energía se materializaba en la eyaculación precoz, sin que se detuvieran a considerar que tal fenómeno puede deberse precisamente a un exceso de energía. Cabe considerar que la mayoría usaba el vocablo "ganas". Para el caso de este esbozo exploratorio, energía y ganas pasan a ser sinónimos, aunque estrictamente no se trate de lo mismo. 
Una señora de respetable edad contó que su joven amante era demasiado efusivo; tenía demasiada energía, demasiadas ganas, lo que a ella la terminó por incomodar. No negó que había pasado un buen momento en su compañía, pero en los hechos no lo volvió a telefonear.
Surgieron en los focus group otros elementos para tener en consideración, como los tamaños y el sexo pagado. En este último caso no hubo dos opiniones: por eximia que fuese la meretriz o el prostituto, nada se la ganaba a una relación "por amor". Además pasaron a incluirse en la lista otras categorías lógicas como el sexo casual, la infidelidad, sexo al despedirse (reloj, no marques las horas), sexo en una carpa de circo. El sexo casual, a pesar de la excitación que provocaba en las parejas -hacerlo en una oficina, un baño, una disco, un avión, un bus interprovincial, detrás de una puerta, bajo un puente, detrás de matorrales, en los asientos del taxi- no llevó las de ganar al momento de elaborar un ránking de personas buenas para la cama, ya que los participantes concluyeron que se hallaban ante ejemplos de relaciones sexuales a la rápida, lo que a juicio de ellos contradecía la clave de la excelencia en materia de coitos, cual es su duración más allá de lo normal. Llegado a ese punto y asediado por las damas presentes, un defensor de la eyaculación precoz debió admitir con cierta cuota de vergüenza que el secreto del buen ayuntamiento reside en hacer durante tres horas lo mismo que él hacía en 30 segundos. Sin embargo, los llamados "duraznos" tampoco se llevaron los laureles. En su contra se argumentó que actúan como robots, haciendo predominar el perfeccionamiento y la rigurosidad alemanas por sobre la improvisación latina. En otro orden, casi todos los participantes le concedieron un alto puntaje a "la cuota de ternura" durante el acto sexual, no necesariamente al finalizar este. Las relaciones perversas, morbosas o degeneradas, aunque despertaron interés y no poco asombro especialmente entre las damas, de quienes se especuló que al parecer apelaban al honor femenino disfrazándolo de estupefacción, no figuraron en los primeros lugares del ránking. La rareza, la creatividad y el atrevimiento no necesariamente forman parte de la excelencia sexual, sino que a lo más contribuyen a esta, tal como un buen jugador de fútbol asiste al goleador, metáfora utilizada por algunos varones. Esta última afirmación, la de que la rareza, la creatividad y el atrevimiento no necesariamente forman parte de la excelencia sexual, sino que a lo más contribuyen a esta, y no la que corresponde al ejemplo del jugador que asiste al goleador, es una afirmación que procede de la intuición del autor de este esbozo exploratorio; o sea, de quien habla.
En cuanto al tipo de relación en que se da el apareamiento, tanto hombres como mujeres coincidieron en que la más gozosa es la de los amantes en un contexto de infidelidad, puesto que allí priman dos grandes factores; a saber, la situación de tintes dramáticos en que se hallan envueltos y el deseo carnal entre ambos por sobre el cariño profundo que se profesan.
No constituyó ninguna sorpresa constatar que el tema del tamaño fue el que encendió las polémicas más ardientes, sobre todo entre los varones. Así, mientras en casi todos los focus group las opiniones estaban divididas casi en un 50 y 50 entre las mujeres, habiendo mujeres que lo desestimaban y mujeres que lo aplaudían, llamó la atención que un porcentaje muy mayoritario de los hombres defendiera la calidad de la técnica por sobre la naturaleza bruta del tamaño. De acuerdo con expertos, ello solo confirmaría la presunta inseguridad de los varones acerca del porte de sus miembros, incluso entre aquellos que admiten estar sobre la media; vale decir, sobre los 14 centímetros de longitud y 3,5 centímetros de grosor. Esta inseguridad viril se explicaría en la publicidad boca a boca que las integrantes del sexo femenino suelen hacer de ciertos penes que por razones circunstanciales han tenido la oportunidad de disfrutar. Otro factor de trascendencia monumental en la incertidumbre masculina de raza blanca, indígena y asiática es la omnipresencia psíquica del fatídico Negro. Hay razones antropológicas en la generación de esta leyenda, las que no son motivos de este ensayo, aunque solo a modo de barniz no sería vano apuntar que el fatídico Negro implica para el inconsciente colectivo del macho de las razas nombradas una censuradora mezcla de fuerza bruta, analfabetismo y color de la piel, color este último asociado a la maldad durante miles de años de civilización judeo-cristiana.
Los tamaños femeninos tampoco estuvieron exentos de polémica. Para sorpresa de las damas participantes, no resultó escaso el número de varones que se decantó por los senos pequeños, incluso planos; así como por el rechazo a los implantes mamarios. Sobre el volumen de las asentaderas femíneas primó entre los hombres la inclinación por la redondez antes que por la desmesura, aunque las opiniones resultaron menos uniformes, más variadas. En lo que hubo poca discusión -la opinión fue prácticamente unánime- fue en la preferencia masculina por la vagina serena y estrecha, de pliegues discretos, antes que por la vagina abierta de labios que asemejan cortinas de teatro. Sin admitir que las poseían, algunas damas intentaron defender el argumento de que esa crítica provenía de hombres con penes diminutos, pero lo cierto fue que ni sus mismas hermanas de género en los diversos grupos adhirieron a esa teoría. 
El caso del ano de la mujer desató indisimulable apetito en la mayoría de los hombres, y furiosas réplicas por parte de la mayoría de las damas. La palabra vejación y los números setenta, setenta y uno y setenta y dos estuvieron entre los más socorridos por estas para explicar el desagrado que experimentaban al ceder por obligación al capricho masculino. Los hombres justificaron su apetito en que la redondez del traste y la sequedad y estrechez del conducto excretor les proporcionaba un inefable placer. Pero para las mujeres, ningún hombre, por muy bueno para la cama que fuese, podía disponer a discreción del recto de ellas. En el caso inverso, los hombres, o gran parte de ellos, se manifestaron dispuestos a ser sodomizados por una dama con el uso de la lengua, el dedo o el juguete sexual denominado arnés, según confesaron, "para probar qué se siente".         
Interesante además resultó la comprobación de la célebre teoría que dice relación con que, por muy buena para la cama que sea una persona, terminará por fastidiar a su pareja. Esa sería la causa de la existencia del Don Juan -más que su homosexualidad reprimida, como afirman ciertos seguidores de Freud- de allí que este, digo el Don Juan de turno, busque inconscientemente un "cambio de carne". Famosa es en la ciudad chilena de Rancagua la anécdota de un ex jugador argentino del O'Higgins casado con un monumento de mujer, quien, al ser sorprendido acostado con la empleada doméstica por aquella, digo por el monumento, justificó su conducta con esta cínica explicación: "Atendéme, monumento de mujer, si contigo como filete 29 días al mes, dejáme un día al menos para zamparme un hot dog". Cabe hacer notar que, en su acalorada defensa, el jugador del O´Higgins de Rancagua no tuvo en cuenta los meses de 31 días ni el mes de febrero, que generalmente consta de 28 días, pues seguramente juzgó para sus adentros que si en aquel momento clave de su vida entraba en dicha precisión el argumento perdería fuerza. 
Siguiendo con el tema del fastidio, una ejecutiva de Isapre se quejaba amargamente en el focus group número cinco de que su marido, al que describió como "excelente en el ring de cuatro perillas", había agarrado la costumbre de degustar únicamente el pezón derecho de ella los sábados por la mañana, sorprendiéndola por detrás al momento de despertar. (Lo que reveló que -si se observase a dicha pareja desde la cabecera de la cama- él se acostaba al lado derecho y ella, al izquierdo. Sobre este punto, constituye una verdad comprobada en la rama de la psicología aquella que postula que si el miembro de la pareja ocupa el lado derecho de la cama, visto desde la cabecera, domina la relación, o piensa que la domina.) Se concluyó en dicho focus group número cinco que la rutina atenúa la calidad de la persona buena para la cama, puesto que al reiterar hasta el cansancio sus inigualables técnicas, estas enmohecen, se oxidan.
Este informe se ocupará a continuación de la primera sección de los experimentos de observación directa; vale decir, la grabación mediante la técnica del video de parejas que voluntariamente aceptaron ser filmadas durante el acto sexual realizado en una pieza en la que fueron instaladas cámaras desde todos los ángulos. Un grupo de técnicos seleccionó las mejores tomas, que quien habla se encargó de procesar, acompañado de un rollo de papel higiénico, como se le aconsejó.
Lo primero que llamó la atención fue la diferencia entre aquellos que estaban conscientes de que los estaban grabando y los que, aun sabiéndolo, parecían desentenderse de la experiencia erótica que los tenía como protagonistas. No se trató de una diferencia uniforme, puesto que también se dio unilateralmente entre miembros de determinadas parejas.
La selección de las mejores tomas fue acompañada de un informe de los técnicos, que postuló el alto grado de exhibicionismo entre aquellos y aquellas que estaban conscientes de que eran grabados, lo que a juicio de estos, no las parejas, sino los técnicos, tendía, sino a invalidar, al menos a menguar lo que llamaron "la exposición del acto". Abundaban entre los exhibicionistas, en efecto, las proezas gimnásticas, los gemidos de elevados decibeles y las poses más escabrosas y antinaturales, como aquella en que el hombre, erguido sobre la cama en la dificultosa posición de la araña, hacía girar como un remolino a la mujer sentada sobre su pene, mientras ella se daba vuelo en el respaldo del catre de bronce. (A modo de anotación a pie de página, cabe consignar que debido a dos factores al parecer no tenidos en cuenta originalmente por esa pareja, a saber, insuficiente lubricación vaginal y grosor excesivo del miembro viril, este último, digo el pene del caballero, no logró quedar libre y fue girando sobre sí mismo con cada vuelta de carrusel que daba la mujer, hasta que su peligroso estrangulamiento, se entiende que el estrangulamiento del pene, alertó al hombre, quien a pesar de su evidente excitación le rogó a su pareja que lo retirase ipso facto de la matriz. La experiencia desembocó en que el falo ejerciera de surtidor de cuáquer por la pieza mientras se desenrrollaba y volvía a su posición natural.) Quien habla tomó la decisión de eliminar de su estudio a dichas parejas y concentrarse solamente en aquellas que parecían ignorar la presencia de las cámaras, absortas como se hallaban en el cumplimiento de su misión científica.
Antes de pasar a los casos que realmente interesan, los de aquellas parejas grabadas sin su consentimiento a través de un lente gran angular instalado en un hoyito de la pared de un motel, se revisará el comportamiento de las parejas grabadas con consentimiento firmado ante notario, pero que parecieron obviar la presencia de lentes que las apuntaban, como se ha dicho, desde todos los ángulos.
Sobre casi todas dio la impresión de que más que nada gozaban la oportunidad de estar a solas, a sabiendas de que eran grabadas. Los técnicos manifestaron más tarde en su informe que estos voluntarios habían sido seleccionados al azar en la esquina de las calles San Antonio y Alameda Bernardo O'Higgins, ofreciéndoseles como recompensa un hot dog y una bebida en lata a cada uno. Dichos productos les fueron siendo entregados a la salida de la habitación, junto a sendas servilletas. Abundaron en esa instancia las quejas referidas a bebidas en lata no lo suficientemente heladas.
No dejó de sorprender un patrón de conducta que prácticamente derivó en regla. Este fue, relatado en términos vulgares, el siguiente: una vez a solas en la habitación, el hombre rápidamente "tiró las manos", hallando cierta resistencia en la mujer. Con el correr de los minutos la mujer "entró por los palos", tomando la iniciativa a placer. Logrado el ansiado gustito, el hombre perdió el interés y tendió a mirar hacia la puerta; la mujer intentaba prolongar la estadía e incluso no disimulaba su enfado cuando el hombre le recordaba aquello del hot dog y la bebida en lata. Esto dio paso a que los técnicos aventuraran en su informe la hipótesis de que las mujeres son mejores para la cama que los hombres, en tanto que los hombres evidencian una marcada predisposición por los embutidos.
Capítulo aparte merecería la constatación del defectuoso uso que las parejas dan al lenguaje durante el progresivo avance de la cópula. Los técnicos ofrecieron los siguientes ejemplos de imperfección en su informe final (pedimos anticipadas excusas a nuestros lectores por los vocablos reñidos con la ortodoxia o los giros pedestres que en aras de la ciencia nos hemos visto obligados a transcribir. Para esto se ha partido de la base de que el presente ensayo tiene como destinatarios a mayores de edad con capacidad de discernimiento).
Estos fueron algunos de los ejemplos recogidos:
Hombre: "Pónete patita al hombro", en vez de "levanta las piernas y acomódalas en mis hombros".
Mujer: "Háceme feliz guachito", en vez de "hazme feliz, huerfanito".
Hombre: "Présteme el poto mijita", en vez de "obséquiame tu intimidad posterior, amada mía".
Mujer: "No te vayái tan luego conchetumadre", en vez de "resiste un poquito más, cariño".
Hombre: "Bájate al pilón maraca culiá", en vez de "sé buenita y practícame una felación".
Mujer: "Échame tres sin saque por la zorra", en vez de "te ruego que alcances al menos tres orgasmos sin retirar el miembro viril de mi matriz". 
Hombre: "Te voy a baldear la guata de moco", en vez de "creo que estoy a punto de eyacular sobre tu abdomen".
Mujer: "Me vestí de puta pa ti", en vez de "escogí esta lencería especial de acuerdo con el gusto tuyo".
El tiempo es un tesoro del universo; su inapreciable valor merece el más alto de los tributos, de modo que este esbozo exploratorio ha decidido entrar en tierra derecha. Así, nos ocuparemos finalmente de aquellas parejas grabadas a la mala en un motel, a través de una cámara introducida a un hoyito de la pared.
Según se ha dicho, a la cámara se le insertó un lente gran angular. Como bien saben los aficionados a la fotografía, el objetivo gran angular capta la imagen que se ofrece a su mira con un ángulo mayor, más parecido al de la visión humana, que el que ofrecen el objetivo normal o el teleobjetivo. A diferencia, sin embargo, de esta, la visión humana, se comprende, el efecto que se percibe con el gran angular es el de amplitud y lejanía otorgados por una relativa distorsión de la imagen. Dicho efecto alcanza grados de ridiculez cuando se utiliza el máximo gran angular desarrollado por la tecnología, el famoso ojo de pescado de 180 grados. Para este experimento se recurrió al gran angular normal de 65 grados. Valga esta perorata como excusa para advertir que las grabaciones captaron la completitud del fenómeno de apareamiento, mas no sus detalles.
Desde luego, se confirmó una vez más que el acto sexual entre hombre y mujer (y sus derivaciones, se entiende) resulta de una pobreza franciscana, y alcanza un promedio de 24 minutos, contando el momento del despojo de la vestimenta hasta aquel en que se recurre al papel higiénico para proteger las sábanas de abajo, a pesar de que no había necesidad de aquello, pues el contrato que la empresa encargada de la producción del estudio realizó con el motel incluía el lavado de sábanas tras cada acto, acabara este en la cama, encima de la alfombra, en el sillón de descanso o en el baño.
En general se materializaron tres posturas, comenzando generalmente por la popular postura del número 69, que dejó a varios por el camino. Las parejas que resistieron pasaron a una segunda postura, consistente en introducir el miembro viril por el orificio vaginal, con el hombre acostado detrás de la mujer, ambos de lado. Esa postura le permitía al hombre agarrar mejor los senos de la dama y a esta, masturbarse a través de la graciosa estimulación del clítoris con uno, dos o tres dedos de la mano, en ciertos casos con la palma entera. Quienes lograron sortear con éxito este segundo paso culminaron la performance con la clásica posición del misionero y la variante agregada "patita al hombro", postura en la que el clímax masculino se torna imposible de frenar, no así el de las damas. Cabe hacer notar que un porcentaje no despreciable de féminas quedaron "con gusto a poco", como se dice vulgarmente; ligeramente arrepentidas de haber accedido al tercer paso, de allí que a los pocos minutos retomaran sus avances, ya sea mediante indirectas o derechamente presionando con los glúteos el pene de su pareja, no siempre con favorables resultados.
Quien habla, en su calidad de firmante de este esbozo exploratorio, debe hacer hincapié en un factor no tenido en cuenta inicialmente, pero que con el transcurso de la investigación quedó a la vista. Y es que las parejas grabadas sin consentimiento demostraron tener en su contra (también puede ser en su favor, dependiendo del punto de vista del asunto) el hecho de acudir a la cita amatoria sin otra motivación que las puras ganas de hacerlo, a diferencia de las anteriores, que lo hicieron además en aras de la ciencia o por un completo y una bebida. Lo anterior quedó demostrado en los comentados 24 minutos de promedio de duración del coito. Para el caso de las parejas que se sabían grabadas el promedio aumentó a 73 minutos, tratándose de las parejas exhibicionistas, y solo a 34 en aquellas parejas que parecieron o fingieron ignorar las cámaras (cifra que se acerca bastante a la de las parejas grabadas a la mala). Para quienes se entregaron por un hot dog el promedio de la relación sexual sumó 41 minutos.
Siguiendo con las parejas grabadas por un hoyito mencionaremos a continuación algunos factores que, a juicio de quien habla, podrían influir en el hecho de que una persona sea buena para la cama, o no lo sea. Estos son la condición etaria, la condición social, la temperatura corporal, el atarantamiento varonil, la represión de ciertas damas (que frecuentemente termina desembocando en una ruptura entre la psique y su antónimo, que a modo general vendría siendo el cuerpo) y otros factores que podrían ir saliendo en el camino.  
Si bien la edad se asocia objetivamente a la reserva de energía, no se observó una estricta relación entre la excelencia erótica y los distintos niveles etarios. Naturalmente, los más jóvenes demostraron ser rápidos, violentos y atléticos, e intercambiaron fluidos con profusión envidiable; pero los "viejitos de la tercera edad" -como los hemos dado en llamar, con todo respeto y gran cariño- compensaron sus penurias con innumerables ocurrencias y mostraron un notable empeño en su faena, a pesar de sufrir enfermedades y carencias físicas advertidas por algunos de ellos a sus respectivas parejas, con el fin de prevenir el rebrote de un dolor intenso en algún sector definido de sus organismos. Frases como "no tan fuerte que se me sale la hernia", "más lo que aplastái que lo que metís", "no te las dis de choro, acuérdate del lumbago", "póneme cremita que la tengo seca", "dame un beso con la lengua pa este lado mejor, mira que el otro día fui al dentista y me dejó un gutaperche en la muela de abajo, esta de acá", "contrólese caballero, que está resollando como locomotora y le puede sobrevenir un infarto agudo al miocardio", "mil perdones Waldo... tenía pendiente tomar el Gasopax después de comer lentejas y no lo hice" resumen los numerosos obstáculos que este grupo etario debe saltar para alcanzar el éxito. De allí que la pregunta recobre su vigencia: ¿Son mejores para la cama los jóvenes o los viejos? Difícil respuesta, que quien habla deja abierta, de acuerdo con lo observado.
Otra pregunta que quedó sin respuesta, flotando en el aire, es si la persona buena para la cama es aquella que se despliega en pro del placer de su pareja, sin que necesariamente experimente con frenesí el clímax, uno o varios; o aquella que goza como oriental durante el ejercicio del coito. A esta se agrega una pregunta siamesa con la anterior, que es si el callado, el silencioso, el no amigo de arranques histriónicos goza menos, goza más o goza lo mismo. Desgraciadamente la ciencia aún no dispone de un medidor objetivo del gustito que no sea el control de los latidos del corazón, el termómetro o la abertura de los dedos de los pies, ambiguos indicadores estos tres del placer sexual intrínseco del ser humano.
La condición social de los fornicadores da lugar a reflexiones no exentas de inteligente agudeza, a juicio de quien habla, en su calidad de autor de las reflexiones. La más inteligente de todas se refiere a la connotación que las diversas capas sociales le están dando a la cópula en los tiempos que corren. Así, mientras para los miembros de la alta sociedad esta no pasa de ser una más dentro de las infinitas ofertas del mercado en materia de hedonismo, la clase baja, o el pueblo, se la juega toda en la cama. Esto último explicaría cierta preferencia retorcida entre las damas de alcurnia por los rotos, así como la superabundancia de chineros entre mandamases y gerentes de grandes empresas. La máxima, en este caso, sería: "el placer crece en la escasez y declina en el exceso". Sin embargo, en cuanto a técnicas malabarísticas, las grabaciones demostraron que el promedio de las parejas "de clase" suele ser más imaginativo que el rango puro denominado "el pueblo", hallazgo que implica a su vez una reflexión de alcances paradójicos; a saber, que la rapidez y el vigor consustanciales al apetito desenfrenado del pueblo son inversamente proporcionales a la lentitud del aparente desgano de los platudos. Este último factor, el del desgano, favorece en las parejas de clase media alta y aún más en las de clase empingorotada la presencia de una mayor variedad de posturas en un margen mayor de tiempo que el coito de los rotos, factor que quien habla no dudó en calificar de "producto del nivel cultural superior" del segmento ABC1 de la población. En otras palabras, a mayor cantidad de información recogida por la pareja, más posturas practicadas. Así, mientras la sabia naturaleza le provee al pueblo un abanico limitado de posturas, solamente las necesarias porque las demás son vicio, los platudos cuentan con tiempo, dinero y sobre todo el tedio existencial para desarrollar una multiplicidad de variantes difíciles de creer de no haberlas visto con nuestros propios ojos, lo que abre una nueva duda: ¿son mejores para la cama los rotos con sus limitaciones de estilo o la clase alta con sus excesos? He allí un dilema digno de ser enfrentado por las próximas generaciones.
Quien habla se remitirá a continuación en forma sucinta, en aras del tiempo, a la temperatura corporal como coadyuvante del atarantamiento varonil. Quien habla sostiene al respecto, basado en los experimentos grabados y los focus group, que es la acción del atarantamieno la que aumenta la temperatura del cuerpo y no a la inversa, de lo cual quien habla desprende que el acto sexual incompleto o fallido por parte del varón, que desemboca en la expulsión abrupta y temprana del moquillo, tiene su causa en una forma de conducta y no en una patología de fuente orgánica. 
El caso se contrapone en su vertiente psicológica al de la dama reprimida, mal llamada frígida. Quien habla sostiene que ante un inminente encuentro sexual el organismo de esa dama reacciona con muestras anticipadas de excitación no advertidas por su acompañante, pero sí por ella. Estas corresponden a un brusco aumento del pulso y de la temperatura corporal, sumada al brote espeso de fluido vaginal. Quien habla desprende de lo anterior que la referida alteración orgánica opera en la psiquis de la mujer como una suerte de parelé (el profesor de la Universidad de Mississippi Xixis Colepat -se pronuncia Cóulpat- define este fenómeno como "Muro verduguiano") que la lleva a un estado de pánico que resuelve a través de una cefalea. Por lo tanto, mientras en el varón atarantado el factor psicológico es la causa de la alteración orgánica y la eyaculación precoz, en la mujer reprimida es la consecuencia.
Si nuestros queridos seguidores hubiesen comenzado por el final de esta suerte de ensayo erótico-científico, como lo hacen ciertos lectores de diarios que privilegian la sección de espectáculos antes que la noticiosa, se habrían ahorrado las consideraciones que han precedido a la entrante (...) conclusión definitiva. Pues, de acuerdo a lo observado a través de los tres grandes métodos (focus group, filmación a sabiendas y filmación a la mala) las definiciones sobre "qué es ser bueno para la cama" son las que se ofrecen a continuación.
El hombre bueno para la cama por excelencia (para los efectos del presente estudio ingresan en esta categoría heterosexuales, homosexuales, bisexuales, pansexuales, travestidos, transformistas, transexuales, célibes, enanos y jorobados) es aquel capaz de sostener una relación sexual por más de 24 minutos y de ser titular de una herramienta considerable de no menos de 21 centímetros. Otras de sus virtudes deben ser: fogoso por naturaleza, no por cálculo; buenmozo, seductor, muy cariñoso, voz abaritonada. Durante el acto debe practicar como mínimo unas tres posturas. Dentro de lo posible, haberse lavado los dientes, cosa que de su boca exhale olor a menta o anís cuando bese en los labios a su pareja. Dueño de un extraordinario bagaje cultural que le faculte sortear con éxito cualquier tipo de diálogo. Poseedor de un alto grado de autocontrol que le permita afrontar con templanza aquellos temas que le proponga su pareja, sobre todo los relacionados con los productos de belleza, las figuras del Festival de Viña del Mar y las novedades de la oficina. No puede darse el lujo de levantarse de inmediato al baño para practicarse el aseo genital y debe ser capaz de asumir la iniciativa de la segunda cópula, también llamada cacha por el vulgo.
La mujer buena para la cama por excelencia (en esta categoría entran heterosexuales, bisexuales, pansexuales, lesbianas, religiosas, camionas, frígidas y enanitas) es aquella de senos turgentes y trasero redondo, abultado y firme, dueña de una voz que exprese necesidad y de un carácter complaciente, desinhibido y despreocupado, que en lo posible se adapte con delectación a los requerimientos de su pareja, sea esta un hombre, otra mujer o un clérigo. Se agrega a las virtudes psicológicas la ausencia de dolores de cabeza. Es una experta en llegar fácil y rápidamente al orgasmo y caer en ese abismo del placer cada vez que su pareja la excite, aunque a veces utilice el método de aparentar los espasmos mediante quejidos lascivos. Por ningún motivo debe prestar la intimidad posterior o practicar la fellatio por obligación, sino por vocación. En cuanto a la fellatio, de preferencia debe consumir el líquido seminal hasta la última gota o expulsarlo de su boca con discreción. Entre las acciones copulatorias deben encontrarse la apertura a nuevas poses y el movimiento independiente de las nalgas en el contexto del twerking. Otras características básicas serían: uso de lencería en su variedad de ofertas, disposición a la búsqueda del placer con juguetes para adultos, abstención de tatuajes en las zonas íntimas, ya que esta costumbre no es del gusto del promedio de las personas; y encubrimiento de las pestilencias de evocación marítima mediante aseo previo o lociones inhibitorias. La performance de la mujer buena para la cama culmina a la perfección con un largo masaje a su Hombre (o a su pareja), sea la hora que sea, hasta que su Hombre se entregue dócilmente a los brazos de Morfeo.
Y con eso estaríamos. Quien habla agradece en lo que vale el tiempo que se le ha brindado para la exposición de un tema tan relevante para la humanidad como el que se ha expuesto de manera asaz sucinta en estas líneas.

Profesor Bruburundu Gurusmundu
Candidato a doctor    

 

lunes, febrero 20, 2023

Mi nombre es Maggie

Mi nombre es Maggie. Provengo de una familia de lombrices alojadas en el sótano de un cementerio de provincia. Que yo sepa, nadie ha contradicho esta aseveración, de modo que habrá de tomarse por cierta. 
Mi padre, oh, mi padre... ¡mi padre!, mi buen padre, mi padre admiraba a Maggie Smith; al momento de inscribirme en el Registro Civil vomitó a la rápida su nombre, mi nombre... y así quedé para toda la vida junto a mi sexo masculino. No se trató de un gesto destinado a torcer el destino o a imponer el oscuro deseo interno del alma frustrada que siempre se alojó en el cuerpo de mi padre, mi padre, aunque alma frustrada no sería el término exacto; más bien dolida, amargada, rabiosa... ¡irritable!, eso es, alma irritable, de esas que estallan como guatapiques al menor roce con el sonido de otras almas.
No fui criado con muñecas ni vestido con falditas de color rosado, nunca fue esa la apetencia de mi padre; pero el nombre me pesaba. Y me sigue pesando.
A veces lo sorprendía mirando viejas películas de Maggie Smith por la televisión en blanco y negro. Y me avergonzaba de mí mismo, me ardía la cara y debía salir a la calle con cualquier pretexto, a comprar pan, a comprar cigarros, una Coca-Cola familiar. 
Al costado del sofá donde él pasaba las tardes instalaba una escupidera de bronce que mi madre vaciaba al momento de recogernos a nuestros dormitorios.
¿Cuándo vas a crecer, Maggie? No estamos hechos de fibra de cemento; el mundo se te vendrá encima sin darte cuenta, me amonestaba con cierta timidez en las noches de invierno, mientras mi madre, al fondo en la cocina, cebaba el mate.
A los treinta años mi pared de trabajo lucía dos títulos universitarios y un doctorado en una universidad americana. La verdad pura es que yo no había aprendido nada. No sabía nada. Engañaba a la gente con los alcances de la teoría fenogenetista o la homogeneidad del genoma humano según el entender de los lingüistas modernos, cosas así. Le exponía estas ideas a mi novia arriba del auto; ella me contradecía con argumentos deslumbrantes, el paisaje desfilaba ante nuestros ojos como un fantasma invisible, parecía que nos íbamos hundiendo en los asientos. Finalizado el torrente, el choque de palabras, ambos descendíamos a nuestro destino con el ánimo por los suelos.
Me enamoré más tarde de una chica de doce años, algo completamente ilegal. Sabiéndolo, perseveré. 
Ella no se enteró jamás de mi pasión. Ni siquiera tuvo el placer de conocerme. Ni siquiera me vio al trasluz y aunque yo tampoco le pude divisar las pantorrillas, amé con toda mi alma su imagen idealizada en mis turbios sueños nocturnos. Mi novia se retorcía en el costado izquierdo de la cama, envuelta en sus propias pesadillas.
¡Si se hubiese conocido el origen de mi nombre! 
En los mesones de los aeropuertos las encargadas me miran dos veces al examinar el pasaporte. No pueden saber que cuando ingresé a primero preparatoria juré no explicar jamás esa rareza de mi padre, y por eso preguntan con los ojos. Mi impasibilidad está respaldada por un documento legal. Lo que me abre el paso es mi inteligencia, una inteligencia basada en la ignorancia y la pesadumbre.