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lunes, mayo 11, 2020

Avidez de sangre

Ascendió al trono empapado de sangre y su primera orden fue bañar de sangre las mazmorras; las voces de súplica circundaron su oído indiferente y pasaron de largo; el bostezo le sirvió de pantalla para idear los próximos ataques.
Pueblos enteros cayeron bajo el yugo, sometidos: la furia iba creciendo, se alimentaba de ella misma, de la sangre.
Gustaba de ver las rodillas en la tierra, los hombros inclinados; de oír al enemigo echando maldiciones en voz baja, su llanto desgraciado, el lamento de las vírgenes entregadas en bandeja a su carne flácida ahíta de placeres; de oler la sangre vertida en copas de plata.
Eso fue hace años, pero el pueblo es débil, busca con tesón al verdugo que le dé sosiego y cuando lo halla sacrifica la sangre de su hermano.
La fuerza doblega y cuando hay sangre de por medio, cuando la vida es la que está en juego, la fuerza impone el mandamiento de la sangre y arrasa con lo que se le ponga por delante, un animal desprotegido, una tribu ingenua, un país entero, un pariente sospechoso.
Ríos de sangre no apagan la sed del bebedor, el vicio, la sangre la almacenan en toneles pero no se calma la ansiedad.
Enceguecido de pasión, ya que nada le era suficiente, utilizó su propio brazo para desmembrar a su oponente y hacer correr la sangre; apenas la vio brotar sus ojos se acercaron al viscoso brillo y su lengua vigorosa se hundió en la fuente del placer.
El sometido cedió ante la voluntad mayor como el cordero que sacrifica su sangre por supremos ideales, historia hermosa tan contada en los altares y fogatas.    

lunes, mayo 04, 2020

La mujer y el circo

El circo en caravana pasaba por la callejuela de adoquines; al tomar la curva una mujer se asomó a mirar por la ventana del segundo piso. El enano vio su silueta detrás de las cortinas y pensó: desearía estar allí.
La mujer oyó un ruido que venía de la calle. Se asomó a la ventana y vio que pasaba un circo. Desearía estar allí, pensó con un cigarrillo entre los dedos. El espejo de su pieza reflejaba a un hombre mayor tendido en la cama.
Acabada la función, el circo se adueñó de la periferia solitaria, recogido en sus carromatos; el enano untó el pan en el plato de sopa y bebió dos copas de vino antes de acostarse en un lecho blando con vista a las estrellas.
La mujer dormitaba ante la chimenea encendida en la habitación aledaña, con un libro abierto en el regazo.

viernes, mayo 01, 2020

Los diez ladrones muertos

En la profundidad de una noche plena de turbulencias, confusiones y tormentos visitaron mi casa diez ladrones, y los diez estaban muertos o cuidaban bien de parecerlo; mi intuición lo confirmó al adivinarles la cara debajo de la tela de gasa que los cubría de pies a cabeza. Los diez eran de etnias diferentes, todos altos, de recias estampas. Se alinearon y me fueron hablando uno a uno.
Di algo, me apretó el primero, porque vengo a robar tus pretensiones
Callé, no dije nada, y el ladrón se llevó mis pretensiones
Vengo a robar tus deseos al anochecer, dijo el segundo, el más alto de los diez
Callé, me fui debilitando y perdí para siempre mis deseos trasnochados
El tercero de la fila ordenó que le entregara mis últimas certezas
Callé, aliviado, ¡esperaba este robo desde niño y no llegaba nunca!
Avergüénzate, vengo a robar tus momentos de placer, dijo el cuarto, con aires de profeta
Callé, avergonzado, qué poco ya me iba quedando
El quinto ladrón se llevó mi pluma creativa
¡Una pluma falsa!, era el menos ducho de los diez
Vengo a robar tus pesadillas, me amenazó el siguiente
Callé y pensé cuánto las iba a echar de menos
El séptimo empezó a recoger mis bienes materiales
No, eso no, eso sí que no
Vengo a robar tu salud, dijo el octavo
Me sobresalté; la noche reveló males alargándose por debajo de la piel como raíces
Con sus manos grandes y ojos bondadosos, el penúltimo de la fila me robó la identidad
Grité, angustiado
Habló el décimo ladrón y dijo: me llevo los latidos de tu corazón
No me quedaba nada que ofrecerle a cambio, y el ladrón me robó los latidos del corazón

No suena bien mi honestidad entre los que mucho me conocen; no doy la impresión de ser honesto sino más bien mezquino, defectuoso, mis aires de grandeza no les llegan, me sitúan en las revolturas de la tierra, como extraviado en la polvareda.
Tanto me conocen que les nace el derecho a criticarme, a hablar de mí entre bastidores, a despertar mi paranoia. Y tras cartón a engrandecer mis virtudes mínimas.
Algunos quisieran que fuese como no soy para quererme más; otros recuerdan mi pasado para explicar sus temores propios, otros me ven partido en dos.
Y pensar que así es la vida, que eso soy para los que más me aman. Yo quisiera volar muy alto, pero en mi escrutinio nocturno solitario hay diez ladrones muertos recordándome que ellos tienen la razón.

sábado, abril 25, 2020

Visita matinal del relojero Azócar

Osvaldo Azócar Catalán es relojero de oficio y como tal llega puntualmente a mi hogar, hora inglesa, trayendo mi viejo Delbana, el reloj luminoso con calendario que adquirí a los 12 años, juntando cinco mesadas.
Esto ya lo he contado más de una vez. Con el dinero en un sobre fuimos con mi papá a la relojería Schultz de calle San Martín, donde él era cliente de años. Mi papá le contó la historia de mi mesada, con esa forma tan enredada que tenía para contar las cosas, dejando las frases a medias, mezclando datos con sentimientos. El grandote del señor Schultz lo escuchó con los puños sobre el vidrio del mesón mientras su padre, el padre de Schultz, un viejecillo regordete, observaba cuidadosamente un engranaje con la lupa incrustada en un ojo, sentado al fondo del local. En el discurso de mi padre se adivinaba una especie de orgullo por la decisión que había tomado su hijo, aunque la verdad sea dicha, nunca sentí que él anduviera por el mundo alabando mis cualidades, esa era más bien mi madre; mi papá era de orgullo silencioso, más profundo. De modo que me paré frente al señor Schultz, al otro lado del mesón, desde donde divisé altiro mi Delbana. Ya lo tenía elegido de antes, por el precio y el diseño, esta visita no era improvisada; pero entonces me surgieron las dudas al divisar bajo la cubierta de vidrio tantos relojes bonitos y diferentes; esa visión me obnubiló. Tras unos segundos eternos de indecisión lo indiqué con el dedo, algo mareado.
"Llegó", anuncia mi mujer desde la terraza del segundo piso, donde disfruta el desayuno. "Vas a tener que abrirle tú, yo estoy en piyama". Salgo de la ducha, me peino a la rápida y hasta alcanzo a echarme algo de colonia.
"Está mirando la dirección... no se baja del auto... está esperando que den las nueve y media", me alerta mi mujer con algo de ironía, pues sabe de su visita. Recibo sus mensajes como la señal de que dispongo de un minuto extra para vestirme. "Pásame el suéter liviano, el clarito, sácalo del tercer cajón". Me lo pongo. "Arréglame el cuello".
Es una mañana de sábado y de casualidad me he levantado con buen humor. "Ahora va a tocar el timbre", agrega desde arriba mientras yo bajo la escalera. Y en efecto, suena. ¿El señor Mardones? Hola, ya voy. Entro a buscar las llaves, pero me doy cuenta de lo vano de mi afán y vuelvo a salir.
Tiene que arreglar el timbre. No, si suena. Pero tiene un papelito en vez de la tapa de metal. Se lo puse por mientras, para que no se vea el timbre colgando. Buen barrio este. Sí, van quedando pocas casas, la cuadra se llenó de edificios.
No lo puedo hacer entrar, por lo del coronavirus. Él frente a la reja, yo tratando de acercarme hasta que recuerdo lo del metro y medio. Además justo olvidé ponerme la mascarilla y a don Osvaldo, relojero de pantalón gris y camisa a cuadros, le da por toser de vez en cuando. En su mano izquierda, el Delbana envuelto en un papel. El día nublado y fresco, agradable. Los árboles plagados de loros.
¿Y usted en qué trabaja? Soy periodista. ¡Periodista!... yo conocí al Tano Bertolone. Ah, sí, lo conozco de nombre, trabajó en "La Nación" en los tiempos de Pinochet. El mismo. Me acuerdo que lo secuestraron, le digo. Sí, pero yo conozco mucho más a su hermano, el abogado Mateo Bertolone que vivía por aquí cerca, en Sucre, ¿cuál es Sucre? La calle de la esquina. Ah, ya veo, tenía la media pinta y era cliente del Mon Bijou, mesa reservada con su nombre, whisky gratis, mujeres, volvía manejando medio curado a la casa, dos tres de la mañana. Ah qué interesante, le digo. Un día el dueño del Mon Bijou llamó al Mateo y le dijo: Mateo, ahora te toca a ti hacerme un favor, claro, dime no más, mira, mi hijo se acaba de recibir de abogado y quiero que lo orientes, que le des una mano y te lo lleves a trabajar a tu oficina, cómo iba a decirle que no y le dije claro, dile que venga mañana mismo a la oficina, me sigue contando el relojero, y el cabro empezó a trabajar y con el tiempo se metió de fiscal, a veces lo despertaban para que fuera a reconocer cadáveres en un enfrentamiento, un día llegaron de la CNI y lo subieron a un auto y el cabro pensaba ¿y si no fueran de la CNI?, total que eran y en el lugar había balazos de un puro lado. Ah, y qué pasó, le digo. Al tiempo noté que el Mateo dejaba de ir a la oficina, lo veía pasar por la calle y no entraba, pero Mateo qué te pasa, ¿ya no vái a la oficina?, es que me da miedo, miedo de qué, miedo de que entren de repente los del otro lado y entonces no me van a preguntar el nombre, van a disparar a lo que se mueva, ni tonto vuelvo a la oficina, tienes razón, después el cabro escaló y creo que alcanzó a llegar a general, pero siempre decía que quería retirarse, porque también vivía intranquilo, total que un día la señora del fiscal lo llamó por teléfono y el fiscal no le contestó, la señora fue al departamento y corría el agua, se había muerto en la tina de un infarto, tenía como cincuenta años, murió joven el cabro.
Seguimos frente a frente, la visita se alarga. Más tarde, cuando entré a la casa con el reloj a cuerda en la muñeca, mi mujer me diría "de qué te hablaba tanto el caballero", "de sus cosas, parece que tenía ganas de desahogarse con la cuarentena", "se te enfrió el té", "no, está tibio, todavía sirve".
¿Y cómo va el negocio?, le pregunto. Imagínese, ahora llevo veinte días parado, dos guaracazos seguidos, uno detrás del otro, esto ya venía mal, los carabineros cerraban el perímetro a las 11 de la mañana cuando había manifestación en la tarde, y cuando llegó por fin el mes de la salvación, que sería diciembre, el alcalde dejó entrar a los ambulantes y los ambulantes llenaron la calle y no dejaban ni caminar a la gente ¿y sabe cuánto nos cobran por el arriendo? No. Seiscientos, ¿con qué vamos a pagar?, yo arriendo dos locales, claro que a un poco menos, en uno mi hijo vende comida al paso y el otro es la relojería. ¿Y cómo le irá a la otra relojería, la del señor Erdmann?, le pregunto para abrir la conversación. Debe estar igual que yo. Antes de la cuarentena yo lo fui a ver tres veces y siempre estaba cerrado, cuando lo pude ubicar me atendió su señora y mientras yo esperaba, ella le cuchicheaba al otro cliente que su marido debió retirarse muchos años cuántas veces se lo había dicho apenas puede caminar le duelen las piernas pero él dale con venir. Yo entré a trabajar con Erdmann el 72. Son muchos años, le digo. Claro que sí, estuve todos esos años con él hasta que me instalé al frente en el pasaje y entonces me dejó de hablar, estuvo amurrado un buen tiempo hasta que se dio la posibilidad de que los locatarios compráramos nuestros locales, era una oportunidad de oro. Y qué pasó. Yo conocía a la secretaria del ministro del Trabajo y le pedí una audiencia con el ministro para que el ministro nos echara una manito el día del remate, la secretaria me respondió al otro día que me tenía lista la audiencia y que el ministro nos recibía el martes, pero Erdmann anduvo averiguando y me llamó, supe Azócar que el ministro le dio una audiencia, sí le dije, me conseguí una audiencia para el martes, aguántese un poco me dijo, yo tengo otra audiencia con el presidente Aylwin el miércoles, suspenda la audiencia del martes para que no se mezclen las dos audiencias, bueno le dije, aunque no entendí qué problema había que se mezclaran las audiencias, pero llamé a la secretaria y le conté, no se preocupe don Osvaldo, se la anulo, y me la anuló. Y qué pasó. Chucha, el miércoles Erdmann fue a La Moneda y no lo recibió el Presidente, lo recibió un asesor, después llegamos todos al remate y los locales salieron a 25 millones cada uno, ¡chucha, una millonada!, nadie podía pagar esa cantidad, así que nos decepcionamos. ¿No los compraron? No, nadie tenía esa plata. Y qué pasó. Chucha, al mes siguiente volvieron a salir a remate, pero nadie fue, ¡y se remataron a 12 millones!, por eso usted ve que seguimos arrendando, nosotros siempre pensamos que la única que se quedaría con el local sería la señora Viviana, la mamá de Saint-Jean. ¿Saint-Jean, el marido de la Myriam Hernández? El mismo, lo conozco de cabro chico, el día del remate lo veo en la calle y le digo hola Jorgito ¿vái al remate?, ¿al remate, qué remate?, ¡pero si van a rematar el local de tu mamá!, mejor, tanto que le he dicho que se retire y se vaya para la casa, el local no le da ni un cinco, ¡viera usted cómo lloraba después la señora Viviana cuando supo que otro interesado le había rematado su local!, al tiempo supe que se había muerto, chucha, no duró ni dos meses en la casa, el local era su vida.
Al fin le pido el reloj, me lo entrega y arreglamos el asunto de la plata.
Este reloj me lo compré a los 12 años juntando cinco mesadas, le confieso casi emocionado al despedirme. Es buen reloj, tiene cuerda para rato, fíjese que le volví a poner el secundario... ¿por dónde me recomienda volver a la casa? ¿Dónde vive?, le pregunto. En Independencia. Puede subir derechito hasta Providencia o doblar a la izquierda en la esquina de la bencinera y bajar por Lautaro Ferrer. Chucha, es que ando sin permiso, gracias...    

jueves, abril 23, 2020

Los enterrados

El asunto de los enterrados en el fondo de la casa ocurrió dos décadas más tarde; debo confesar que mi energía estaba en plena decadencia, no lo digo porque me costara desenterrar los cuerpos; al contrario, fue esa una labor bastante fácil: la tierra se abrió como si fuese arena, pasando a llevar una estructura de ladrillo muy bien armada por los lados. Lamenté que una cosa llevara a la otra, pero ese día la prioridad era el uso de la pala.
Cuando de la tierra asomó un pie desnudo, un pie amarillento de uñas sucias, le hice cariño y corrí a dar el aviso. Los demás me siguieron y entre todos sacamos los dos cuerpos. El del fondo estaba hecho un ovillo, el más cercano se hallaba recostado en su camastro y al volver en sí buscó un diario para protegerse la cara de la luz. No era que quisiese retornar a su mundo de oscuridad, era que la luz le pesaba. Ninguno de los dos hizo comentarios de ningún tipo.
Culminada la proeza, ausente ya el peligro y mientras repasaba la escena, no lograba dar con la llave del misterio; se me hacía cuesta arriba razonar cómo lo habían hecho para sobrevivir. Entonces observé que ese entorno subterráneo incluía una pequeña habitación en la que se había formado una burbuja de aire, aunque no era tanto el espacio como para que el oxígeno sobrara. Incluso a mí me costaba respirar cuando imaginaba esas largas jornadas bajo tierra.
Si no me involucrara tanto en los problemas de mis seres queridos, me repetía, tal vez sería no más feliz, pero sí menos atormentado.

domingo, abril 19, 2020

El monte venenoso

Subíamos el monte escarpado agarrados de lo que fuera, salientes de rocas, ramas desleales, raíces exhibicionistas; oíamos los gritos de los abandonados y la sensación no nos hacía nada de bien, enardecía el alma y obligaba a redoblar unas fuerzas que ya estaban al borde del agotamiento. De la cima del monte escurría un líquido viscoso del color del petróleo; la cascada nos mojaba el pelo y era inevitable sorber ese veneno.
La experiencia que acabo de relatar la presentí en mi juventud; años después de vivirla recordé la importancia que tuvo esa vez la aparición de una luz pálida que guió mis pasos y me mostró el amplio valle que se abría ante mis ojos, ya sorteado el desafío. La fuente venenosa había quedado atrás, ahora sufrían su derrame quienes comenzaban el ascenso, y no tantos saldrían airosos como yo. Ninguno de ellos, sin embargo, llegaría siquiera a imaginar el deleite que la sublime irradiación me proporcionó durante diez meses exactos, los más intensos de mi vida...

viernes, abril 17, 2020

Un hotel de 121 pisos

Un hotel de 121 pisos. Desde abajo en la acera es una punta de flecha que se va cerrando al infinito cubierta de cuadrados, sus habitaciones. Las nubes le ocultan el extremo superior; han hecho desaparecer la azotea con sus luces de nostálgico cancán.
Tres pasajeros y yo ingresamos al ascensor; el tablero me confunde, no lo domino. Aprieto el 1 y luego el 9, pero el aparato sigue de largo. Aprovecho que un huésped desciende en el 20 y salimos juntos, él detrás de mí, pero yo bajo las escaleras y él se queda en medio del pasillo alfombrado de violeta; titubea.
Al día siguiente me levanto sin bañarme ni afeitarme; al dejar la habitación decido bajar al piso 18, donde se halla la piscina temperada y el sauna. Pero no doy con el lugar. Los mozos del restaurante no tienen la menor idea de nada, vestidos de traje calipso y solapa ancha brillante: mis preguntas los intranquilizan, se adivina de lejos que su misión es desfilar alrededor de las mesas vacías. ¡Pero qué tipo de gente atiende en este lugar! Se consultan entre ellos y responden idioteces, encima usando vocablos groseros, ¡qué falta de respeto!
En fin, doy con la piscina y al entrar noto que olvidé la toalla blanca... pensar que ya estaba a doce pasos y hasta sentía el calorcito del vapor. Me devuelvo a la pieza a buscarla y tras cartón la piscina de nuevo se me esconde. Ayer me bañé sin problemas. ¿Cómo es que siempre me pasan estas cosas, a mí precisamente? ¿Es que deberé bajar a hacer la consulta a la recepción, corriendo el riesgo de ser interceptado, llevado de un lado a otro, desviado de su afán por interpósitas personas?
Bueno, heme aquí en la recepción, haciendo la consulta. ¿No adivinan la respuesta de la dama de traje marengo? ¡Puras explicaciones absurdas! ¡Puras excusas de hotel de segunda!
Qué le voy a hacer, daré una vuelta por el hall. Frente a la joyería me ha parecido haber visto un centro de informaciones, claro que sí, lo atienden señoritas de delantal verde, muy educadas, agradables de trato.
¿Las aguas? -me preguntan- adelante, caballero, aquí están las aguas benditas.
Pero dónde me han hecho entrar. A una sala de primeros auxilios con dos camillas vacías. Pase. No señorita, busco la piscina temperada. ¿La piscina temperada? Esta es la sala de las aguas benditas. No quiero aguas benditas. Percibo al salir que debajo de la camilla manchada de sangre agoniza un anciano desnudo, acostado sobre la baldosa. Su carne venosa y transparente debe andar por los noventa; luce un feo corte sanguinolento al costado de la ceja derecha. ¿Así trata a los muertos este hotel de 121 pisos? ¿O aún no muere el viejo? En fin, no estoy aquí para andarme fijando en pequeñeces...

miércoles, febrero 26, 2020

lunes, enero 06, 2020

La mosca

Dibujaba una de mis historietas cuando una mosca se paró en la mesa. Lo de las historietas daría para un buen par de páginas, pero he de resumirlas diciendo que era mi pasatiempo favorito, junto con jugar a la pelota. Por esos días mi mamá, gracias a sus contactos, me llevó a una psiquiatra infantil que atendía en el hospital de Rancagua. Entramos a su consulta; mi mamá tomó la palabra y le confesó que estaba preocupada porque yo movía los hombros. No le dijo, de seguro porque no lo consideró importante, que también movía la cabeza para conciliar el sueño, todas las noches, de un lado a otro de la almohada. El asunto es que durante las sesiones la doctora me fue sacando lo de las historietas y me pidió que se las mostrara. Una vez que hubo examinado los montones de cuadernos dictaminó que yo creaba con mi imaginación el mundo que no se me daba en la realidad; por eso dibujaba grandes campeonatos de fútbol, aventuras del Oeste, carreras de autos, guerras de aviones y batallas de romanos. Menos mal que las consultas eran gratis, porque haber pagado para escuchar algo así...
Mi mamá quedó conforme con esa teoría, pero después no tanto con la de mis tics, porque la doctora le hizo ver que me exigía demasiado y que eso me tenía moviendo los hombros y haciendo visajes a cada rato. Dicha interpretación la dejó perpleja, porque juraba que la culpa de mis rarezas era el vicio de mi papá, un obrero de la Braden asiduo al bar Caletones. A nadie se le ocurrió pensar que a lo mejor yo quería darme importancia... aunque hasta el día de hoy ignoro la razón de mis tics.
Volviendo con la mosca, cuando se paró en la mesa una ligera brisa primaveral entraba por la ventana del comedor. Con el lápiz sobre el cuaderno y sin mediar provocación alguna de mi parte, vi cómo el díptero se dio vuelta de campana, aleteó débilmente, estiró las patas y murió.
Nunca más desde entonces he sido testigo de que una mosca muera de muerte natural.


miércoles, diciembre 25, 2019

Pulsiones

Quienes me quieren de verdad no me admiran, me aconsejan. Yo escucho y callo, pondero. Están por convencerme, y me lo dicen con todo amor, de que soy un completo chiflado que navega en un mar bravío de pulsiones.
No pienso que haya vivido siempre en una suerte de conflagración; solo pienso que llegado el momento abriré los brazos y me entregaré a mi suerte.
Pero el peso de la sinceridad lleva directo a un ataque de nervios, más poderoso es el pasado y aún más poderosa es la rutina.

lunes, diciembre 23, 2019

Socialismo, capitalismo

Las sociedades socialistas son femeninas; las capitalistas, masculinas. ¿Cuándo me siento mujer? Cuando escribo como un hombre. Allí me hago salvaje en mi mundo mío y propio, abro senderos, asumo riesgos, levanto catedrales de fantasía. Y sin embargo de qué escribo: de mi interioridad, de cómo soy. Lo reconozco a estas alturas con un dejo de humor. Cuanto más hombre soy es cuando admito mi femenina sensibilidad.

domingo, diciembre 08, 2019

Ah, la peste

La tierra gira, sigue girando, seguirá girando montones de años más, millones de años, acaso trillones. De la oscuridad nace la luz, larga noche de tinieblas, una noche de cuarenta, de cincuenta días. Y cuando el diluvio se acabó todo no era igual que antes; fue horrible ver esa inmundicia. Y lo invisible, ¡más feo, horrible de feo! ¡Espantosamente horrible! Sobre los muros cubiertos de pintura corazones destrozados, miradas torvas, desajustes cerebrales, hígados y tripas para la miseria. Vamos, Ferdinando, échame una mano, no seas malito Papa Joe, dales por el culo chibilín chibilán, sácales caca Ferdinando; ojos rodando por las calles, un miedo ancestral, cavernario, puños inexpertos de burla, de poder de bota militar, carambolas diabólicas, cobardes enemigos, ¡niñitos de pecho!, ¡niñitas de pañuelos mataguaguas!, grandes víctimas del Estado, Estado asesino, estadito asesinito, ¡qué lindo es disparar al bulto!, ¡qué lindo fuego!, ¡a trompadas!, ¡a palos en la cabeza los quiero ver! Maldita desconfianza, odio maldito, sed de venganza.
Como iba diciendo, el contrabajo suena desafinado. Intentaré volver a la cordura. Las noticias me hacen mal, recuerdo el paraíso que hace poco anunciaban las noticias de las nueve de la noche, arrancaban bostezos y ahora las dan envenenadas mentes envenenadas que le hacen la corte a la carroña, ¡por miedo!, ¡se cagan de miedo!, ¡les hace así el orto!, Ferdinando, ¡les late mientras ponen la mejor carita!, ¡terror a caer en las brasas!, malditos faraones de la edad media.
¡Oh, la peste!, el virus que se instala sin aviso, inofensivo, menospreciada advertencia que se aloja y va multiplicándose, invadiendo como el agua la hierba, el humo el horizonte, el tumor un cuerpo indefenso que se hace polvo mientras la tierra gira montones, millones de años más.
Al lado juró el nuevo mandatario y lo primero que hace es llorar miserias. ¡No hay plata! ¡Estamos en la quiebra! ¡Ay mamacita lo que se viene allende los Andes! Al otro lado hacen pucheros y más allá andan a balazo limpio. Buena opción sería mirar la arena, qué mejor que el avestruz, cuidado con el poto eso sí, en estos tiempos es peligroso hundir la cabeza.
¿Quién se mete al sobre cada noche como único dueño de la verdad?
¡Yo!
Pero los sueños me la disputan.
Anoche vi el cortejo del líder del Perú, venía en un Ford 61 negro de la funeraria presidencial, y al llegar frente a los árboles que enfrentaban a la iglesia, donde lo aguardaba la multitud, los empleados volcaron el opaco vehículo, lo dejaron de lado con la rueda sucia dando vueltas para comprobar que todo estaba bien, y de entre la muchedumbre destacaba Ella, que lo lloraba vestida de blanco. Luego Ella ingresó al salón deshabitado vestida de luto con un traje ajustado y me mostró las medias negras brillantes, sus piernas, recostada en el canapé. Sentí la necesidad urgente de acudir al urinario. Subía los escalones del edificio y el pasillo repleto de gente me desviaba por una escalera lateral que descendía al piso inferior; quería devolver mis pasos pero debía seguir bajando para intentar subir por una nueva escala, y así fue hasta que entré al urinario, una caseta en la que adentro había un funcionario que vendía boletos, burlé a los demás en la fila y apenas cabíamos los dos; la orina caía sobre el piso, desaparecía bajo la rejilla...  

jueves, diciembre 05, 2019

Desmontando "Un violador en tu camino", la canción de moda del verano

Querido AMIGO BIGOTE
Le hago entrega de mi última genialidad. Estos días me han puesto peleador.
Lo saluda y recuerda con cariño su aprendiz
El Zanahoria

Desmontando "El violador eres tú", la canción de moda del verano

El patriarcado es un juez
Es una forma de decir, lo que se llama una metáfora. En Chile no existe el patriarcado, el estado de Chile no es patriarcal. La figura del patriarca, además, no es necesariamente negativa. Es más, el diccionario de la Real Academia define el término como la "persona que por su edad y sabiduría ejerce autoridad en una familia o en una colectividad". Pero ya se sabe que la Real Academia ha sido acusada de machista. Ganan una vez más las mujeres.

que nos juzga por nacer 
El Estado de Chile no juzga a nadie por el hecho de nacer, menos que nadie a las mujeres, hasta donde llegan los datos que manejo. Sí duele pensar en las niñas que no alcanzaron a nacer, muertas por la decisión de sus propias madres.

y nuestro castigo es la violencia que no ves
Si no veo la violencia no es porque aparte la mirada. Puede que yo haya estado en otra parte. Puede ser también que se trate de una violencia imaginaria; esto es, de un sentimiento desencadenado por la imaginación. De todos modos, el mundo está plagado de violencia, que afecta a unos y a otros, más a unos que a otros.

y nuestro castigo es la violencia que ya ves
Sí, en estos 50 días he visto mucha violencia, de palabra y obra, en eso tienen razón. El alma de Chile está desquiciada. He visto estatuas cubiertas de pintura roja, iglesias incendiadas, ojos perdidos, bombas molotov surcando el aire, varones inocentes apaleados hasta decir basta.

Es femicidio
En realidad la palabra es feminicidio y así la traducen los medios internacionales cuando dan a conocer esta letra. Aunque ahora último leo en un diccionario menor que femicidio también se acepta, porque vendría de la voz inglesa femicide. Otro ejemplo de la influencia que ejerce el primer mundo sobre nosotros. El feminicidio sí existe, es una forma de homicidio. Se habla de feminicidio cuando un hombre asesina a una mujer por machismo o misoginia. Pero el caso es que no basta que un hombre asesine a una mujer para que la muerte sea calificada de feminicidio; debe ser acompañada de las razones enunciadas.

Impunidad para el asesino
Ante esta afirmación, la ley exigiría pruebas. Si se habla de feminicidios, no pienso que los tiempos estén para eso.

Es la desaparición
Es la violación
Pasó el tiempo de los detenidos desaparecidos. El libro "La memoria y el olvido. Detenidos Desaparecidos en Chile", de Elías Padila Ballesteros, editado por el Centro de Estudios Miguel Enríquez, consigna un total de 1.193 casos de desaparición forzada de personas a partir del 11 de septiembre de 1973 hasta el 14 de noviembre de1989. De ellos, 1.119 casos corresponden a hombres y 74 a mujeres. En cuanto a la violación, se trata de un crimen deleznable, propio de un ser que persigue el placer sexual a través del uso de la fuerza. La violación es condenable bajo todo punto de vista, salvo que se produzca dentro de un sueño, femenino o masculino.


Y la culpa no era mía, ni dónde estaba, ni cómo vestía
Nunca, bajo ningún punto de vista, la víctima será culpable de la violación de que ha sido objeto.

El violador eras tú
El violador eres tú
Aquí comienzan las afirmaciones gratuitas. Si yo escucho o leo esa frase, inmediatamente asumo que se me acusa de violador. Hablamos de una injuria o una calumnia, según el Código Penal, en el entendido de que injuria es toda expresión declarada o acción ejecutada en deshonra, descrédito o menosprecio de otra persona, y calumnia es la imputación de un delito determinado pero falso y que actualmente pueda perseguirse de oficio. La calumnia por escrito y con publicidad es una figura más grave. Lo que sigue de la letra, sin embargo, circunscribe la acusación a ciertos objetivos.

Son los pacos
La institución es la llamada a defenderse.

Los jueces
El Poder Judicial tiene la palabra.

El Estado
El Consejo de Defensa del Estado tendrá algo que decir.

El Presidente
A Su Excelencia le corresponde proteger su honra.

El estado opresor es un macho violador
La imagen suena bonita, pero no pasa de ser solo eso, una consigna al viento.

Duerme tranquila niña inocente, sin preocuparte del bandolero, que por tus sueños dulce y sonriente vela tu amante carabinero.
Aquí vuelve a atacarse a Carabineros de Chile, parodiando su himno a través de una mordaz ironía.

Sabemos de sobra que ni los pacos, ni los jueces, ni el Estado ni el Presidente van a defenderse, porque no les conviene, es batalla perdida. La canción ha sido realzada por los medios de comunicación, los que no han sido tocados por los versos, con sabiduría feminista. Así se los convierte en mensajeros. De otra forma perderían buena parte de la publicidad gratuita que han recibido.
¿De qué se trata todo esto?
De un gran y tal vez legítimo resentimiento femenino en contra del género masculino, incubado durante siglos. Es probable que ciertas mujeres sientan que se las ha mirado en menos; hoy favorece a sus argumentos la certeza de que la palabra se ha vuelto más poderosa que la ley. Aun así, siendo aparentemente pacífico, este movimiento violenta a muchos que optan por callar e inclinar la cerviz, atemorizados ante la posibilidad de ponerse en el lado equivocado de la historia.
Es lo mismo que sintieron los maestros humillados por sus alumnos durante la tenebrosa época de la Revolución Cultural.
Pero como dicen que el sistema capitalista fagocita a sus enemigos en provecho propio, no sería descabellado pensar en la posibilidad de que el grupo LasTesis abriera el próximo Festival de Viña del Mar. Sería una estupenda obertura.


Habla el AMIGO BIGOTE

Álzate, fiel Zanahoria. Porque no hay nada más cierto que eso de que "el que se humilla será ensalzado…", y tu gesto de buscar la verdad, por todos los caminos posibles, te enaltece como nunca había visto hasta hoy.
Pero, cuidado: que tu madurez no petrifique tus arterias.
¿Dónde quedó el inevitable latigazo de tu humor impúber o senil, lo mismo da, siempre inesperado, que repudia las normas de la mínima lógica, recato o prudencia? No castigues a nuestra desnivelada época privándola de ese espolonazo, del aguijón en el anca del potro que nos devuelve el sístole y el diástole a la cifra perfecta.
Por piedad, no te tomes la vida -y menos los gritos plebeyos de la horda vial- en serio.
¿Dónde quedó el regocijante dr. Vicious, que habría incitado a las féminas a desgarrar sus vestiduras como protesta, a exponer sus turgencias como rechazo a los machos, a desparramar nubes de feromonas como respuesta válida a los gases lacrimógenos, convirtiendo el casco antiguo del Santiago neo extremeño en colorida y sudorosa bacanal permanente?
Por qué no incitarlas a convertir las avenidas en escenario de furibundas cuchipandas, para demostrar que la igualdad no precisa de muros, o aprobaciones timbradas y ni siquiera de órdenes de partidos? ¿Por qué no poner una gigantografía de Camila en el costado poniente de la Plaza del Lumpen, con sus anteojos de marca y su peinado de coiffeur, con un letrero que confirme que hoy "EL PC VISTE DE PRADA"?
Zanahoria bienamado, es el destino: el tiempo te hará caer todo. Espero que lo último que se derrumbe sea tu humor impío, zaparrastroso pero con indesmentible D.O.
Recibe mis complacencias.
R

viernes, noviembre 29, 2019

Forjando al Hombre Nuevo. Receta

Esta receta fue descubierta recientemente dentro de un baúl en la que había permanecido escondida durante 49 años. Su autor la firmó solo con sus iniciales: P.C.

Ingredientes
Un equipo de oxicorte
Una galleta de esmeril angular
Un bidón de bencina
Un bidón de acelerante
Cinco botellas vacías
Tres kilos de género
Un litro de aceite de motor
Cinco capuchas
Cinco voluntarios
Tres neumáticos
Doce sillas
Un contenedor de basura
Una caja de fósforos con dos palitos
Un puñado de tontos útiles
Un grupo de carabineros
Un supermercado
Un tocadiscos con parlante
Un disco

Preparación
Corte los tres kilos de género en cinco porciones e introduzca cada una en una botella. Llene cada botella hasta la mitad con bencina y un poco de aceite de motor, de manera que el género se impregne completamente con el combustible. Deje remojando diez minutos.
Apile los neumáticos, el contenedor y las sillas en la esquina del supermercado, hasta armar lo que se conoce como una barricada. Aplique un chorro de bencina y préndale fuego. Basta un solo fósforo de la caja para dicho procedimiento.
Al momento en que aparezcan los carabineros, disponga de los tontos útiles para distraerlos. Mientras, ordene a tres voluntarios con sus rostros cubiertos por capuchas que abran las puertas del supermercado con el equipo de oxicorte y la galleta de esmeril angular. Una vez descerrajadas, ordene a los otros dos voluntarios también encapuchados que ingresen al supermercado. Encienda con otro fósforo las puntas de género de las cinco botellas y arrójelas dentro del supermercado. Aplique el acelerante y disponga el ingreso de los tontos útiles.
Ponga el disco sobre el plato del tocadiscos y échelo a andar.
Cuando comience a escucharse "El derecho de vivir en paz" y enseguida "Las casitas del barrio alto", de las llamas del supermercado surgirá el Hombre Nuevo cargado de trofeos, como recién salido del horno.

viernes, noviembre 22, 2019

Tránsito

Destellan alevines bajo el riachuelo de aguas claras que tiritan; los álamos se mecen con la brisa, blancas nubes cubren la primavera de los soles. El poeta de sandalias transita el espectáculo divino, se enternece y rompe en llanto ante la visión de un niño durmiendo en el granero.
Por la noche, abrumado en su tiznada habitación, le agradece a la vida, a la ventana que le enseña la Luna, anhela la presencia de su hermana Gretl antes de que los terrores nocturnos se apoderen de su cuerpo. Vendrán sueños negros, difíciles, ejércitos de hermanos disputando el mismo territorio a caballazos, derramamiento de sangre viscosa sobre áridos terrones.
La aldea está en silencio; solo el canto de los grillos. Amanece; las fuerzas desgastadas del poeta le impiden levantarse, aires viciados se respiran en la pieza. Lo mantiene ausente una urna griega, un amor correspondido, el recuerdo de las aguas cristalinas y la brisa que mece las copas de los árboles. Eso come, de eso vive.
El cielo se oscurece, llueve. Bajo el felpudo, el oficio y la palabra. Dos goteras mojan su frazada, arde de fiebre, una sonrisa tenue humaniza sus ojos mortecinos vislumbrando el momento que se acerca. Y sin embargo, ¡tan poco que ha cambiado el continente!, tal vez un nuevo alcalde, quizás un nuevo impuesto, la momentánea dirección del viento, el sabor del agua de la noria.
Detrás de la puerta, el poeta ansioso la aguarda  para darle la noticia.

martes, noviembre 19, 2019

Nobles enseñanzas del AMIGO BIGOTE a su amado discípulo El Zanahoria

Lunes 21 de octubre

Recordado AMIGO BIGOTE
Se echa de menos en este instante difícil, si no extremo, la palabra del AMIGO BIGOTE.
Lo saluda atte.
El Zanahoria

Habla el AMIGO BIGOTE
Soy apenas un susurro. No es tiempo de oradores. Como dice Eclesiastés 3, 1-8 "... hay tiempo para callar y tiempo para hablar..." ¿No te sorprende la impresionante concertación de hechos, todos ocurridos simultáneamente? ¿Crees que es coincidencia? Hemos visto la eliminación de las FF.AA. a la antigua, que salvaron a Chile. Fueron reemplazadas por estos generales venales, que llegaron a llenarse de dinero. Y les quemaron las manos a los militares, para que no lo vuelvan a salvar. Creo, querido Zanahoria, que está viendo el día previo a la formación de Chilezuela, sin que nadie parezca darse cuenta (y menos que nadie, los monigotes de TV que sólo repiten bastante, bastante, y que se quejan porque los militares no ponen orden, y se quejan porque llevan armas!)
Querido Zanahoria, es tiempo de meditar.
R.R.

Martes 22 de octubre

Acudo una vez más, esta noche aciaga, al Oráculo del AMIGO BIGOTE, para que oriente los derroteros de mi alma en pena...
Hablad, AMIGO BIGOTE, no calléis
El Zanahoria

Habla el AMIGO BIGOTE
¿Me hablas de la víspera que esto se convirtiera en Chilezuela?
Porque, matemáticamente hablando, ¿ qué porcentaje de probabilidades existe para que el lumpen corriente idee, el mismo día, a la misma hora, y con las mismas técnicas destrozar sistemáticamente las líneas del metro, saquear supermercados y quemar instituciones potentes?
Como si de poner a prueba la capacidad de reacción de un gobierno se tratara. Después de que, por décadas, se ha castigado brutalmente a los militares que salvaron al país de las debilidades de Allende, que dejó la puerta abierta para que la violencia tratara de adueñarse de Chile. Poniendo generales títeres, los gobiernos socialistas le quitaron a las FF.AA. ese concepto patriótico que nos salvó una vez, pero con el que ya no se puede contar, después de mas de medio siglo de humillaciones, castigos inmerecidos, y las diatribas de cualquier ignorante que ponen frente a las cámaras, en el lugar que alguna vez estuvieron los periodistas. Que, al menos, intentamos ser ecuánimes, y no representantes de una añeja ideologia que, en el primer mundo, fue hace rato arrojada al retrete de la historia. Con tanta violencia que las derechas han ganado una fuerza que, en realidad, no se merecen.
¿Dónde está la esperanza? El chileno, en su mayoría, no es tonto. Y estos desmanes calculados y financiados del exterior dejan su huella, y el chileno se resiente. Son demasiados los que quedaron sin trabajo por las mismas promesas que, en cuarenta años, los mesías marxistas no han sido capaces de cambiar ni en un punto. La charlatana de la Gordi, buena para apitutarse internacionalmente y de disfrazarse con una bata blanca, no resolvió nada con sus hospitales sin camas ni con su nuera arribista. Y el Metro es un triunfo para la gente que vive a tanta distancia de su trabajo. Que ahora sentirá la distancia en los músculos, y la felonía de estos terroristas en su falta de trabajo.
Esa es la gran esperanza. El chileno es ingenuo, se siente superhombre porque algún chileno juega en un equipo de futbol de clase mundial, pero no es tonto.
Y apuéstele a eso, querido Zanahoria.


Miércoles 23 de octubre

... El Zanahoria acude al Oráculo del AMIGO BIGOTE, habiendo transcurrido ya 24 horas desde que escuchó su última predicción, y a escasas horas del traslado de los restos de Franco, personaje a quien tanto admira el AMIGO BIGOTE, quizás por guardar gran parecido físico con su semblante.
Sacad la voz, AMIGO BIGOTE, no os chupéis, hacedlo por vuestro amigo El Zanahoria.
Así habló El Zanahoria

Habla el AMIGO BIGOTE
¿Also sprach Carota, mi pequeño Nietzsche? Durante muchos años llevé un llavero español, que me regaló un gran amigo, con el retrato del Caudillo en su uniforme verde, en su época juvenil que en el reverso decía "Volverá".  Le tenía mucha estima al símbolo de humor y filosofía. Y como decía mi admirada amiga, doña Emilia Pirzzio Biroli, alcaldesa de Puerto Cisnes, no digo más, porque es tu deber revisar los arcanos y descifrar el mensaje que te señalan los astros.
R


Viernes 25 de octubre

El Zanahoria esboza la hipótesis de que luego de la "marcha histórica" el camino se está despejando y el choclo comienza a desgranarse. Por un lado, la inmensa mayoría que representa el malestar de siempre y que aspira a sacar un pedazo más grande de la torta; por otro, el lumpen y el narco; por otro lado, los anarquistas organizados por la ultra ultra izquierda, Maduro y Moscú.
Todo cambia para que todo siga igual, dice Lampedusa en su Gatopardo (que no me llenó demasiado el gusto cuando lo leí, no hace tantos años). ¿Nos despedimos del mundo las viejas generaciones, agachando el moño? ¿Nos superan las fuertes campanadas de la nueva voz?
PERO EL ORÁCULO del AMIGO BIGOTE seguramente tiene algo más profundo que agregar.
¡Usad la palabra, AMIGO BIGOTE, no calléis!
El Zanahoria, a sus pies

Habla el AMIGO BIGOTE
Amado discípulo:
Ni las desorbitadas circunstancias de los últimos días justifican ni validan su personal desenfreno en juzgar y calificar tan ligeramente al príncipe de Lampedusa y duque de Palma di Montechiari, el palermitano Giuseppe Tomasi di Lampedusa, quien creó en el Gatopardo esa magnífica postal de la atmósfera, refinada y banal a la vez, de los años de la Unificación Italiana. Porque esa es precisamente la clave de este momento: la constante dualidad. No sé si conserva en su cacumen la frase mágica del príncipe frente a los altibajos de las pasiones humanas, los conflictos y los fracasos: "dormiamoci sopra". O sea, frente a los problemas que cada día nos acometen, lo sabio es irse a dormir. Y tal vez, mañana, con la luz del amanecer, puede que algo cambie... Una actitud muy DC, típica de la derecha moderna, y absolutamente socialista.
Si el humano temor me alcanzara, los recientes días habrían sido la ocasión más cercana a sentirlo. Desde la descomposición republicana de los días de Allende que no se ha sentido una masa crítica tan riesgosa como la que provocan estas multitudes descomunales y ensimismadas, que reemplazaron la identidad por el celular. El viernes en la tarde temí lo peor: tal cantidad de gente, sin norte alguno, en una atmósfera hiper combustible, podía arrasar la mitad de Santiago hasta los cimientos.
Y, oh prodigio, las leyes profundas del universo convirtieron el descomunal despliegue en una ecuación taumatúrgica: esta muchedumbre de zombies, cada uno drogado con sus personales -y mayormente infundadas- visiones y demandas, ondeó banderas y gritó sus mantras. Y, como debe ocurrir hasta con los áfidos (específicamente los pulgones del rosal, querido ignaro), se relajó. Y de su balbuceo ininteligible surgieron si no unas tablas de piedra, al menos unos plumavit de la ley, con unos esperpénticos mandamientos. Que, no lo tomes a risa, parecen, sin embargo, venir de los elementos fundamentales de la materia misma.
Abreviando, me alegro del final feliz tipo película estadounidense de los años cincuenta. No es que tenga fe en tanta bobería ("saquemos el TAG, eliminemos la AFP, que nos paguen sin trabajar"), pero al menos demostraron a la infinidad de cretinos (o sea, políticos) que no es llegar, decir "y no me den las gracias por todo esto, que lo hice yo" y repetirse el atracón parlamentario por el resto de la vida. No: borrón y cuenta nueva. Es la última esperanza, es la sabiduría ancestral de nosotros los tres grandes depredadores, del Jurásico hasta el presente: las ratas, las cucarachas y nosotros, los simios.
No obstante, hay una frágil llamita de esperanza, vacilante, en medio del huracán grado 5 que son la realidad y la sanidad mental de Chile. Pero, observando la historia de este conglomerado, su gente, sus dichos, sus costumbres, sus deseos y sus pasiones, la única conclusión posible es que Dios existe.
Que la Fuerza te acompañe, Zanahoria.


Domingo 27 de octubre

El AMIGO BIGOTE ha hecho uso y abuso esta vez de su natural arrogancia, llegando a ribetes de soberbia que debe pagar este humilde siervo.
El comentario al pasar sobre una novela lo ha disgustado. El escritor que despacha este mensaje pudiese haberlo desarrollado con argumentos literarios, pero no era el caso. El AMIGO BIGOTE no ha entendido a su interlocutor y se ha dejado dominar por sus prejuicios; el más fuerte de ellos, el prejuicio de la superioridad intelectual, el prejuicio de la vieja raza.
Demostrado está, otro comentario al pasar, que las mejores decisiones se toman por la mañana, después de un buen sueño. Me lo comentó días atrás en el café Luis Valenzuela, y a él se lo hizo ver otro señor. No es prudente acometer una acción al caer la noche, cuando el problema se encuentra en estado de ebullición.
Sin embargo el AMIGO BIGOTE RETOMA LA TEMPLANZA y da visos de pensador en la segunda mitad de su entrega, que es la mitad con la cual se queda este vapuleado Zanahoria.
Se le agradece al AMIGO BIGOTE que siga dando luz a la nación.
Honor al AMIGO BIGOTE
El Zanahoria 

Habla el AMIGO BIGOTE
¡Cuánto bien le haría, apreciado tubérculo, evitar la autocalificación y los espasmos de inexplicable egolatría que lo embargan tan a menudo. ¿Ahora, además, quiere convertirse en crítico literario, en emular a esa señorita Espinosa a o algo así que escribe en nuestro amado periódico? O tempora, o mores. Prefiero, -con la benevolencia del quien mira sobre un portaobjeto las evoluciones de alguna elemental bacteria-, asumir que, como atacado por la misma pandemia que afectó a un millón de vecinos en Plaza Italia el viernes pasado, usted trata de exorcizar sus personales demonios denostando a los valores y pilares fundamentales de nuestro universo.
Paciencia. El pensamiento de los Rosacruces, de madame Blavatsky y su Teosofía le advierte "si no puedes ser el sol, sé el planeta humilde..." Y siempre es válido "lo que es arriba es abajo". Y por favor, no conviertas este pensamiento metafísico en alguna de las monstruosidades del abominable Dr. Vicius, que, lo estoy viendo, en su disipada jerga  comentaría que "en el baño, del color de las cortinas es el felpudo".
Pero si, el caleidoscopio de obsesiones, patologías, de esta multitud es una oportunidad valiosa, de corta duración. Es la muecha cora del explosivo. O se anula en el corto plazo, o el estallido será muy violento. Se necesita cortar cabezas, como se certifica en los frescos de los patios de los juegos de pelota de Chichén Itzá y las decenas de vestigios mayas de México, Belice y Guatemala. Los dioses siempre están sedientes de sangre. Y toda la multitud quiere beber de las apulentas arterias qwue riegan las billeteras de nuestros políticos del congreso y los grandes puestos.
Cuidado: después de masacrar a zar, la zarina, el zarevitz y el resto de la famila en Ekaterimburgo, el estallido del rencor destruyó a todos, hasta llegar a los inocentes campesinos que también fueron masacrados por la misma Revolución de Octubre. Y han seguido asesinando hasta hoy. Porque la envidia es un artefacto que no tiene botón para apagarla.
Bien: sumiso Zanahoria, trata de seguir el camino de la virtud, aunque no tengas el mapa y en GPS correspondiente. Recibe mis bendiciones y oraré por ti ante Kukulkán, la divinidad que encauzaba la sandre divina sobre los humanos.



Domingo 27 de octubre

Observo, AMIGO BIGOTE, una redacción a la rápida, exenta de las mínimas correcciones; un estilo que pretendió ser docto pero que se dejó llevar por la pasión y no aplicó el mínimo de cuidado con la palabra, algo que tanto se echa de menos estos días.
Pero, aun así ¡PERDONO AL AMIGO BIGOTE!
Se ha dejado llevar por la incontinencia de los años, pero ¿quién a nuestra edad está libre de ese pecado venial?
SALUD Y ETERNA AMISTAD AL AMIGO BIGOTE

Habla el AMIGO BIGOTE
Amado aspirante a discípulo,
No olvide el motivo de su nombre. Y, por cortesía, no tome el rábano por las hojas (en este caso, el tubérculo que ya sabemos). Vamos al meollo.
Socráticamente, mi papel, como docente constante, es siempre el de ser el aguijón en el anca de potro (... por decirlo así, traduciendo "a pain in the ass" como diría Shakespeare).
Paternalmente,
R.R.

Martes 29 de octubre

Estimado AMIGO BIGOTE
Observo que la demencia social ha sido capaz de crear un ligero desencuentro entre estas dos almas.
¡Hablad, AMIGO BIGOTE!, vuestra palabra es siempre bienvenida. ¿Veis una luz en el tenebroso horizonte?
El Zahanoria (escritor)

Habla el AMIGO BIGOTE
Estimado Zanahoria, te recuerdo la profecía que mi maestro apuntó hace tiempo en Macbeth:
"La vida no es más que una sombra en marcha; un mal actor que se pavonea y se agita una hora en el escenario y después no vuelve a saberse de él: es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia, que no significa nada".
Ya hemos visto estos diálogos entre dementes, como lo fue la  mal llamada "rebelión estudiantil" del 68. "¡Queremos cambios!" bramaban los ignaros. Y los tuvieron. Allí empezó el sistema de créditos. ¿Te acuerdas de qué se trataba? ¿Sirvió de algo? Un truco de los titiriteros de siempre para que dejaran de destruir; de parte de los agresores no se trató de la búsqueda del conocimiento o la verdad, sino de conseguir que las mujeres dejaran de usar sostén, el único cambio que cabe recordar. Ahora piden cambios, Piñera asegura que los hará PERO... un cambio toma tiempo y nadie se interesa en dar tiempo. Sonará la alarma antes de que se organicen tales cambios y, por cierto, antes de que sean aprobados por la monstruosa burocracia que, como todas las tiranías se llama a sí misma "democracia" y jamás permitirá que le arrebaten sus prebendas.
Mala cara tiene el difunto, como comentaba el saber popular en los velorios a urna abierta. Que los dioses se apiaden. Y ojalá que no acuchillen una vez más a César junto a la estatua de Pompeyo y que no sea necesario que arda Roma, otra vez.
Pax vobis, Carota puerus
Rodolphus Rex

Martes 29 de octubre

Estimado AMIGO BIGOTE
El Zanahoria volvió a casa, caminando una hora entera desde el diario, con una sensación de pesadumbre, de derrota. Es curioso que luego de experimentarla, como les sucede a los seres humanos, comenzó a acostumbrarse, a resignarse y a buscarle el nuevo lado bueno a las cosas. Lo comento a propósito de dos frases que el AMIGO BIGOTE desliza al pasar: "Mala cara tiene el finado" y la muerte de César.
¿No sería mejor, a esta altura, que S.E. renunciase, su sucesor, que sería Blumel, llamara a elecciones en 120 días e irrumpiera el nuevo líder, que hasta podría ser Kast, si no Lavín? ¿O es muy ingenuo de parte del Zanahoria este razonamiento?
¡Hablad, AMIGO BIGOTE!

Habla el AMIGO BIGOTE
Todo parece válido cuando se desata el pánico. ¿En qué pensaban los pompeyanos el año 70 y tantos cuando se produjo el flujo piroclástico del Vesubio? Todo daba lo mismo en ese instante de agonía. ¡Ni siquiera si hubieras asaltado una botillería de barrio y te hubieras bebido solo varios bidones de alcohol metílico se entendería que propusieras al inepto, incapaz y basura de Lavín como gobernante! ¡Diantres, hay un límite hasta para la insanía!
Ánimo, Zanahoria amigo, que "ancor non e detta l 'ultima parola!"  Respira y expira. Relájate. Y espera que la tierra gire, y no gires antes tú...
Está malito, pero todavía respira.
Que amanezcas mañana con el frescor de un nuevo día, que siempre será el máximo regalo de lo que te quede de vida...
Namasté
R

Miércoles 30 de octubre

Estimado AMIGO BIGOTE
Los días van pasando y junto a ellos surgen nuevas sensaciones. El Zanahoria estuvo hoy menos deprimido, porque recorrió el centro y fue testigo de una señal minúscula de normalidad. El café estaba abierto, no así grandes tiendas comerciales, selladas a fuego de soldadura. A la salida del trabajo fue sorprendido por los gases lacrimógenos, pero, oh milagro, terminó el día cenando en un restaurante con sus seres queridos.
No está dicha aún la última palabra, sin embargo. Y por lo mismo,
Hablad ahora o callad para siempre, AMIGO BIGOTE.
El Zanahoria

Habla el AMIGO BIGOTE
Hay un insecto que se llama, precisamente, efímera (emífera diría un premiado cronista deportivo). Pero siempre nuestra existencia es así, que me gusta definir como "un fugaz chisporroteo entre dos eternidades de silencio". Se juntaron elementos subatómicos, átomos, partículas, células y ¡oh sorpresa! existió ese curioso fenómeno, el yo. Con fecha de vencimiento más corta que un yogurt. Antes, ni sospecha. Después la nada irremediable, la ataraxia, le néant. Lo divertido entonces es que cada cual, cada vez, redescubre toda la historia del prefacio casi hasta el epílogo, mayoritariamente con el colofón borrosamente impreso...
Y en vez de anhelar una inmortalidad imposible deberíamos agradecer esta piadosa brevedad, esta espera corta para despertarnos muy pronto, sin pesadillas, del doloroso sueño de la vida.
R

Viernes 1 de noviembre

Querido AMIGO BIGOTE
Las mareas humanas van cesando en su accionar y en su nivel de destrucción, tienden a recogerse las olas; su colega en el oficio no vislumbra rebrotes de temer, ahora que las demandas de los de siempre empiezan a concentrarse en cambios de eje, no precisamente populares.
Pero ante esto El Zanahoria se pregunta: ¿Acaso el AMIGO BIGOTE no tendrá algo iluminador que decir? ¿O ha preferido también hacer como los cangrejos que se hunden en la arena cuando el mar se repliega?
No calléis, AMIGO BIGOTE, su palabra, aunque mínima, aún posee algún valor.
El Zanahoria

Habla el AMIGO BIGOTE
Tarde o temprano la alimaña asoma de su cubil. (Anota y busca en wiki estas palabras, en el primer paso de tus ambiciones de llegar a ser al menos un escribidor).
¿Tú hablas de  mínimo? ¿Tu, un ente subatómico? ¿Cómo podría yo iluminar el agujero negro de tu existencia, tan denso que es del todo insoportable y que, ya que no absorbe las enseñanzas del maestro, se traga todo lo demás, incluso la luz, y sigue siendo igual de abyecto?
El verme que califica al sol: "Hoy día no amaneció tan luminoso como otras mañanas".
Este es uno del piélago de males que nos corroen, y que tienen su playa de estacionamiento en ti.
Y, por favor, piensa en ti. O, al menos, piensa.
Esa es tu próxima tarea para la casa.
(Esta nota no va firmada, para que no trates de hacer negocios con ella).

Sábado 2 de noviembre

Durante estos días lúgubres, la extraordinaria sensibilidad del AMIGO BIGOTE no se ha dejado caer NI POR ASOMO sobre el espinoso tema de las desigualdades que habrían dado origen al estallido social que nos golpeó en la cara a los chilenos todos. ¿Acaso no hay un atisbo de misericordia en el corazón del AMIGO BIGOTE por los que más sufren, personas a las que el AMIGO BIGOTE tal vez solo conozca por los diarios, las imágenes de la TV o lo que proyectan a los ojos del AMIGO BIGOTE esas mismas personas desde los paraderos de las micros?
Hablad, AMIGO BIGOTE, no os dejéis dominar por la razón.
Vuestro fiel amigo El Zanahoria

Habla el AMIGO BIGOTE
Cualquier periodista profesional recuerda a aquella ministra francesa que tuvo la desafortunada idea de comparar a los chinos con las hormigas, en cuanto a conglomerado social. Fue un símil desafortunado, pero espontáneo. La dictadura maoísta los convirtió en número, en una inmensidad de esclavos sin vida propia.
 Las desigualdades son intrínsecas al hombre, desde el Génesis, con un Abel agricultor y un Caín cazador. Gracias al cielo todos somos distintos (lo siento, Zanahoria, pero está en nuestro ADN). Ese es el encanto de la humanidad. Pero cosa distinta es que el egoísmo marque una frontera entre nuestra categoría de simios autorreferentes, y prefiramos destruir alimentos a compartirlos con los que mueren de hambre. Y, que como país, los legisladores sean ignorantes y bellacos, incapaces de hacer leyes breves pero eficientes, cada una con un reglamento que las haga funcionar.
Pero el problema no nace de la desigualdad, sino de la responsabilidad. ¿Qué laya de hombre es aquel que sólo agita banderas de derechos, pero se desentiende de deberes? Soy descendiente de migrantes: con antepasados lo bastante honestos como para no poner bombas, ni destrozar los escasos bienes de un país, sino de trabajadores que dejaron su tierra nativa buscando paliativos para una guerra, la Gran Guerra, que no declararon, no buscaron ni decidieron pero sufrieron en toda su brutalidad. Pero era gente de trabajo. Y si algún ínfimo bienestar disfruto es el resultado de una cadena de gente de esfuerzo permanente, responsable y generoso, que paga sus impuestos, ayuda a quien puede, y evita cometer actos indebidos. ¿Por qué no pueden todos hacer cada uno su pequeña parte de una comunidad?
Por mí, yo pasaría bala frente a una horda de miserables saqueadores de televisores y suntuarios, de canallas que dejan sin trabajo a la gente más modesta. Y no seguiré el juego de los izquierdistas que lloran por las desigualdades, pero las aprovechan a dos carrillos, y no han sido capaces de resolver nada durante medio siglo en que han metido manos más al erario nacional que a la justicia social. Ahora quieren que Piñera resuelva en horas lo que sus representantes no han hecho en décadas.
Por favor, nada con el POPULISMO que quiere todo gratis, pero no aporta nada. Es el más reciente truco de izquierda, y de esas tonteras ya saturaron el siglo pasado, donde perdieron la mitad del mundo.
El infierno son los demás, advirtió Jean Paul. Y como dice en Huis Clos, "Eh bien, continuons".
R

Sábado 2 de noviembre

El AMIGO BIGOTE ha dicho cosas bien interesantes, menos de las que pensaba su discípulo; mas en aras de la verdad, tal vez El Zanahoria ha esperado hasta este momento para hacerle la pregunta crucial. A saber, ¿quién encendió la mecha aquel fatídico viernes 18 de octubre? El Zanahoria exige una explicación.

Habla el AMIGO BIGOTE
¡ESTE NO LO CONTESTASTE!!!

Lunes 4 de noviembre

Estimado AMIGO BIGOTE
Se equivoca Ud., cariñosamente se lo digo. Tras su mensaje que comienza con la ministra y los chinos, El Zanahoria le envió la siguiente pregunta (el sábado), que tal vez se traspapeló en el correo de EL AMIGO BIGOTE. La reproduzco:
“El AMIGO BIGOTE ha dicho cosas bien interesantes, menos de las que pensaba su discípulo; mas en aras de la verdad, tal vez El Zanahoria ha esperado hasta este momento para hacerle la pregunta crucial. A saber, ¿quién encendió la mecha aquel fatídico viernes 18 de octubre? El Zanahoria exige una explicación".
Se le recuerda finalmente al AMIGO BIGOTE que El Zanahoria no responde las enseñanzas del AMIGO BIGOTE, sino que trata de asimilarlas. El Zanahoria lo que hace es acudir al oráculo de Lo Barnechea.
Alabado sea el AMIGO BIGOTE
El Zanahoria

Habla el AMIGO BIGOTE
Bueno, trate de asimilar mis enseñanzas. Y aquí va una: nunca diga "Ud. se equivoca",  porque R.R. no lo hace.
Pero vamos a lo que importa.
Anoche mi amigo y profesor, Hugo Zepeda Coll se lució en el programa de la srta. Bretahuer con un análisis que me parece muy atinado sobre Constitución, sobre plazos, sobre posibilidades. Búsquelo en internet. Comparto sus puntos de vista, que es de lo poco digerible que muestra la pantalla.
¿Sobre el tema? Conversar, departir. Pero no tan idiotamente como se acostumbra ahora, que los DD. HH. sólo cuidan a lo saqueadores pero ignoran a los carabineros que defiende a la gente modesta. NO: esa es una pelotudez marxista que sueña con una asamblea constituyente que domine, para meternos  una Constitución nueva, por supuesto, que sea como ellos, totalitaria y totalmente en sus manos. No. La democracia es mala (porque aguanta en su interior a quienes siempre trabajan para destruirla) pero sigue siendo lo único posible. Por cierto que hay abusos, y hay que resolverlos. Eso es lo que se vio el viernes de la gran marcha, que todos los chilenos aullamos por distintas razones; pero si bien "la copia feliz del Edén" no se dio con el Presidente Pinochet... tampoco se dio con los presidente que le siguieron, después que entregó el mando.
Bueno, que los dioses velen tu sueño, pequeño saltamontes.
R

Viernes 8 de noviembre

Querido AMIGO BIGOTE
Someto a su consideración este pequeño relato surgido de los difíciles tiempos que vivimos. Se intitula "Murmullos en el paraíso".
Su humilde amigo escribidor
El Zanahoria

Habla el AMIGO BIGOTE
Gracias por esta joyita, esta divagación entre mi querido Hieronymus Bosch y su Jardín de las delicias y Salvador Dalí, divagaciones de mundos discontinuados que, en raras ocasiones -justo como ahora- son el único relato auténtico de nuestra concreta realidad. Sobre la inocencia de nuestros pueblos aborígenes recordé haber pasado los dedos en Tikal sobre esos deleitosos bajo relieves mayas que mostraban a los equipos enfrentados en el juego de la pelota, con la cabeza de los perdedores en la mano, como trofeo. Inocentes no eran, precisamente, como dicen esos falsarios de la historia del hombre.
Pero es cierto: estas horas validan nuestros más contrapuestos soliloquios. Ese ser y no ser. Una canalla congénita (esos maleantes que en Chile llaman penosamente "el gallo choro"), más esos delincuentes internacionales, de sueldo en euros que se apropiaron de los derechos humanos, y cobran por ellos. Gran basura. En mañanas como esta es cuando brotan de la tierra los tiranos furibundos: la tierra está abonada para que germinen. Si vis pacen para bellum: si quieres la paz prepárate para la guerra, afirmaban mis antepasados, que NO eran DC sino gente de trabajo y honesta.
Hay mucho más que teclear mas, por ahora, esperemos tu pensamiento.
R




lunes, noviembre 18, 2019

La Cosam

Una vez al mes acompañábamos a mi mamá a la Cosam. He tratado de averiguar el significado de esa sigla; internet solo me informa que ahora se trata de una comisión de salud mental. Pero antes era otra cosa, algo así como una cooperativa de obreros de la Braden, un almacén de abarrotes.
La Cosam estaba en Campos, entre Millán y Astorga, vereda oriente, a mitad de cuadra. Mi mamá llevaba una caja de madera y se instalaba entre las mujeres que pechaban por arrimarse de las primeras al mesón de ventas. En ese entonces a nadie se le había ocurrido idear el sistema del reparto de números, de modo que la atención era por orden de decibeles de garganta, de majadería, incluso de violencia verbal. Cuando mi mamá se cruzaba con ese tipo de mujeres, que eran las esposas de los obreros que vivían en la población Sewell, evidenciaba su desprecio por ellas en los comentarios que hacía al llegar a la casa, dentro de la protección que le brindaba la intimidad. De vuelta de la carnicería, por ejemplo, solía comentar que mientras ella pedía medio kilo de posta, esas mujeres de cuerpos bajos y pantorrillas voluminosas ordenaban tres y hasta cuatro kilos con voz bien fuerte, como para que se notara la diferencia. Esos comentarios suyos, que moldearon mi personalidad y mi forma de ver y enfrentar la vida, resuenan en mis oídos hasta el día de hoy.
Mi mamá marcaba la diferencia con esas mujeres con finura y delicadeza. Imponía su mayor cultura de un modo discreto y elegante; lograba con esos gestos tácticos que fuesen los demás los que se dieran cuenta de su superioridad. Pero en la intimidad se desahogaba y mostraba el correón de la ojota con un placer rayano en lo vulgar. Mi papá, que poseía el grado cultural de esas mujeres, pero la sensibilidad de un artista, se enfurecía ante esas reacciones casi infantiles, lo que a mi mamá la hacía gozar aún más y a mi papá indignarse el doble, lo que llevaba la escena hacia una conclusión violenta, ejemplificada en gritos, los famosos gritos de mi padre, que traspasaban los muros, llegaban hasta dos y tres casas de distancia y nos dejaban temblando.
Puede que esto ya lo haya dicho antes; si fuese así, trataré de escribirlo de otra manera. Después de todo, el hombre ha vivido contando día a día la misma historia; nada nuevo hay bajo el sol. Una noche que viajábamos de vuelta en la micro que nos había llevado a la playa junto con decenas de vecinos de la población Sewell, y mientras las bromas, los brindis de los adultos y las voces de los niños se iban apagando, mi mamá comenzó a entonar Summertime, con la suavidad de una pluma. Su voz de soprano, que no era potente, pero sí maravillosa, se fue imponiendo sobre el ruido del motor y el rodar de los neumáticos en el asfalto del camino, hasta resonar ella sola dentro de la máquina, donde ya no volaba una mosca. Había llegado el momento de rendirse a la belleza del arte y a la nostalgia. Después de todo un día en la playa, los satisfechos pasajeros se entregaban mansamente a un baño de cultura. Al terminar la canción resonaron los aplausos y los vivas; un minero se entusiasmó y entonó un bolero, otro se atrevió con un tango. Al cabo de un rato el silencio se adueñó de la micro. El Vitorio dormía a mi lado, yo me sentía orgulloso, mis padres no decían nada y ni siquiera hablaban entre ellos, buena señal.
Retomo las visitas a la Cosam. A pesar de la notable diferencia de cuerpos, mi mamá se las ingeniaba para desplazar a las mujeres cuadradas, que siempre aparecían de a dos o de a tres, y lograba acodarse en el mesón, donde pedía el arroz, los fideos, porotos, garbanzos, lentejas, azúcar, chancaca, sémola, sal y aceite para dar la vuelta al mes. Los dependientes, ataviados con delantales grises, corrían a atender; se encaramaban sobre escaleras apuntaladas a los anaqueles o desaparecían en la gran despensa posterior para, al cabo de unos minutos, surgir con la mercadería solicitada. Llenábamos la caja, mi mamá pagaba con billetes, hacíamos parar una victoria y volvíamos a la casa. No había una gran alegría en esa rutina. Se compraba lo que había que comprar y tal vez un engañito extra, un paquete de galletas o un chocolate y eso era todo. Lo demás se adquiría en el quiosco de la esquina y las frutas y verduras en la feria La Doñihuana, al costado de la estación de ferrocarriles.

lunes, octubre 07, 2019

Una Nochebuena

Faltando pocos días para Navidad, todo se iba haciendo menos grave; contribuían el calor del verano, la piscina de la Braden y el término del periodo escolar. Aquejado de ataques cautivantes de ocio caminaba en polera y pantalones cortos por las calles, mirando los escaparates de las casas comerciales, que cada año en esta época cambiaban sus aburridas mercancías por regalos de toda índole, arcos y flechas, trajes de soldados romanos, juegos de bádminton, trenes eléctricos, pistolas de fulminante, pelotas y camisetas de fútbol, tacatacas, autitos a cuerda. Con el Vitorio nos pegábamos a las vidrieras, soñábamos dentro de las posibilidades y gozábamos imaginando lo que nos depararía la ruleta del destino. Los días se iban haciendo más lentos y cada movimiento sospechoso de nuestros padres era seguido por ambos con un respeto condescendiente.
La noche del 24 era sagrada, lo había decidido mi padre, el menos católico de todos. La unidad de la familia se imponía como una severa obligación y no solo debíamos reunirnos ante la mesa y el pino navideño nosotros cuatro, sino además la abueli, la Mirita, el Lucho, el Julio y el Miguel. La familia completa era esa y solo restaba decidir en cuál de las dos casas se haría la reunión. Llegado el día, el genio de mi padre se iba avinagrando a medida que pasaban las horas y se multiplicaban las pequeñas fallas que implica la organización de toda fiesta. Cada percance le generaba una rabieta mayor que la anterior, desde el nudo imperfecto de la corbata a la caída de la cera de una vela en el mantel. Quería controlarlo todo y su carácter nos hacía chirriar los nervios. La perfección era requisito previo a la unidad y el amor y sus gritos lo dejaban meridianamente claro.
Cuando la situación retornaba a la calma, acabada la cena, durante la interminable espera de la medianoche, solía recordar el año nuevo que había pasado de niño en el campo, en el pueblo de Codegua. "Cuando dieron las doce la tía Juana estaba planchando. El tío Acricio salió al patio con la escopeta, disparó un balazo al aire y se entró. Ahí terminó la fiesta y nos fuimos a acostar". Dicho recuerdo, tan contrario al significado que él le daba a las fiestas de fin de año, lo había marcado para siempre.
Esa Nochebuena en particular la celebramos en Ibieta y no tuvo buen comienzo: durante la semana encontramos una pila de regalos al fondo del ropero y nos pusimos a jugar con ellos en el parrón. Mi padre llegó antes del trabajo y nos pilló in fraganti. Encolerizado, vociferó que un compañero de trabajo le había pedido esconder esos paquetes por temor a que sus hijos los descubrieran. Dio hasta el nombre del compañero y en nuestra relativa ingenuidad, nosotros le creímos.
A las diez de la noche el pastel de choclo con presas de ave borboteaba en el horno de la cocina a leña, pero mi padre impidió que se sirviera. Faltaba el Julio y había que esperarlo. Alguien comentó que siguiendo a una polola se le había ocurrido ir a la misa del gallo. Mi padre echaba humo y los demás empezamos a encontrarle la razón.
Pasaban los minutos, pasó más de una hora; de pronto todos odiábamos al Julio.
Apareció cerca de la medianoche, echando tallas como de costumbre y burlándose de todos, especialmente de mi papá, al que no le guardaba respeto alguno. Recién entonces nos sentamos a la mesa. El ambiente no era de los mejores.
Cuando dieron las 12 abrimos los regalos. Eran  los mismos que habíamos descubierto en la semana, se notaba por la envoltura, de modo que a falta de sorpresa, nuestra alegría dejó bastante que desear.
Pero el Julio jugaba feliz con su pelota de fútbol.

jueves, octubre 03, 2019

La rutina del tiempo

Un eterno éxtasis, el retumbo de todos los instrumentos de la orquesta siguiendo un mismo ritmo ausente casi de silencios, la acción incesante que va dando paso a hechos nuevos sin pausa alguna, sin descanso, sin respiro. Un cúmulo de situaciones montadas unas sobre otras, de novedades que tejen una pirámide frenética.
Es el tiempo y su rutina, que corren incluso en el manso atardecer de un desierto engañosamente moribundo.
Sobre la tierra reseca y bajo la tierra reseca, insectos y alimañas se enfrascan en la competencia del instinto que da origen a batallas sangrientas, inclementes. Palpita el ser en todos ellos, indiferente ante el horrendo espectáculo de la vida.

Llevo varios días imaginando que comienzo a escribir un cuento basado en esos parámetros; un cuento de acción eterna, en el que cada situación eclipsa a la anterior y obliga al lector a sumirse en un estado de concentración absoluta, atrapado por los hechos que se van desencadenando uno detrás del otro. Mientras el relato asciende, apasionado y violento, porque la verdadera acción implica violencia desmedida, yo describo mi estado físico y mental, mi pálida rutina, el ambiente en el que escribo, la música que escucho, el licor que bebo, lo que ocurre en mi casa, en mi entorno. Es el viejo truco del cuento dentro del cuento, el viejo truco del escritor en su propio cuento.
No sería tan difícil imaginar el cuento; en el fondo se trata de simples fórmulas que muy pronto podrán serles encargadas a un robot, si esto ya no se ha hecho. Menos complicado aún es describir mi estado, bastaría hablar del dolor que desde hace unas semanas empecé a sentir en los brazos al teclear, al cargar bolsas del supermercado, al hacer cualquier fuerza; del ingenuo bienestar que me embarga al beber una copa, de la tácita compañía de mi mujer, enfrascada en sus propias tareas ante su computador, del problema de las palabras que significan otra cosa, el eterno problema de las dudas, las inconsistencias y las correcciones, del destino de la trama, del valor, del sentido de los quince minutos que se le robarán al lector, minutos que le dejarían un sabor provechoso en el espíritu si el tema del tonel que le cae en el pie al cuidador de la bodega le pareciera interesante, o curioso, o dramático, teniendo en cuenta que anochece y los demás empleados de la viña se han ido, que es viernes y no regresarán sino hasta el lunes. El tonel contiene 10 mil litros de vino de guarda y en un descuido insólito rodó y las diez toneladas quedaron fijas sobre su pierna izquierda. Grita el hombre de dolor y de terror, pero su voz desde el fondo de la bodega cerrada rebota en las paredes y se devuelve a sus oídos en un eco insoportable.
Miro a todos lados y apenas ya distingo la fila de barriles ordenados, anclados en sus bases; no puedo aún creer que uno de ellos haya burlado toda regla de lógica y rodara en silencio hasta atraparme, descuidado como estaba, dándole la espalda. ¿O es que alguien tramó esta historia de terror? La oscuridad se va apoderando del recinto; de las angostas ventanas situadas a lo alto de los muros no entran ya las ondas luminosas que regalaba el día; habré de esperar hasta la madrugada del sábado para volver a ver. Mientras, deberé enfrentar el miedo de la pierna aplastada, el dolor de la fractura, las gotas de sangre que emanan de la pierna y que atraen a las ratas, siento sus colas en el hombro, sobre un brazo, en la oreja, en la camisa, son demasiadas, y han olido mi sangre...
El horror súbito y ascendente de la pierna aplastada, la ausencia de algún instrumento que la cercene para liberarse, el dolor extremo, la sangre que brota, las ratas que se acercan a lamer y a escarbar, a hundir sus hocicos y sus dientes en la herida abierta conforman una suma de láminas truculentas que más valdría la pena eliminar de raíz, pues no logran enganchar con la psiquis del lector desprevenido; para que se produzca la empatía se necesitarían más que unas pocas líneas, y una historia in crescendo, no la suma de situaciones de clímax que no pueden conducir sino a la muerte. Eso, y la natural decepción del trabajo mal hecho hacen que el autor se levante de la silla y salga a caminar; a veces las caminatas refrescan la mente y dan buenas ideas.
El viejo Hipólito se detuvo a pensar. Revisó las llaves y al salir miró hacia atrás. El polen inundaba el ambiente y lo hizo estornudar. Un tren se acercaba a la estación, las ruedas iban disminuyendo su marcha y al detenerse, la locomotora soltó un chorro de humo negro y echó dos pitidos cortos y uno largo. Desde el patio trasero el viejo lo oyó partir al cabo de un rato. Pelaba una manzana verde, ácida, y se la echaba a la boca en trozos. Al masticar se le hacían agua los carrillos y cerraba involuntariamente los ojos. Había un libro sobre la cubierta de vidrio de la mesa, pero no sentía ganas de reiniciar su lectura. Era un libro de Hölderlin. El separador resaltaba alrededor del primer tercio del ejemplar; los moscardones entraban y salían de los cilindros huecos que él había colgado de una rama y que los insectos habían elegido como nidos. Últimamente el viejo y los bichos se habían transformado en compañeros de viaje, aunque el diálogo entre ellos no pasaba de un par de gestos lindantes en el ridículo.
Sintió un leve sonido a su espalda, pero no le dio importancia sino hasta que una mano se posó en su hombro. Una mano suave, una mano desconocida de mujer.
La mujer se inclinó y lo besó en la mejilla; atardecía y las nubes oscurecieron el cielo. Pronto empezó a caer la lluvia; sin embargo no se movían ni se hablaban, ella siempre de pie detrás de él, sentado. Las lágrimas de ambos se confundían con las gotas de lluvia.
Su nombre era Diotima, y llegaba a su vida veinte años después de lo que el viejo Hipólito hubiese deseado.
Se abrió entonces el cuento en un abanico infinito, como las jugadas del ajedrez a medida que avanza el juego. No era eso lo que pretendía, una historia simbólica que se adivinaba ficticia; él quería una como las que había leído la noche anterior en una selección de cuentos canadienses. Historias que les sucedían a personajes de carne y hueso y que reflejaban momentos importantes de sus vidas; historias que casi se podían oler, saborear, historias inteligentes sobre gentes sencillas. Molesto, argumentó para sí mismo que sus crónicas estaban plagadas de historias bien contadas de personas reales, de lo que desprendió que el camino no era aquel, por mucha admiración que sintiera hacia esos autores de excelencia. El cuento, su forma de narrar los cuentos, no apuntaba en esa dirección. Ese pensamiento lo incomodaba, no lo dejaba tranquilo; se le aparecía en la duermevela y le quitaba amaneceres, mediodías.
Los nuevos cuentos son como las nuevas sinfonías: irritan. Mientras, los materiales más diversos se van mezclando en el gigantesco remolino que al final los transforma en el inevitable y único gran tema. Así eran sus cuentos. Comenzaban de las formas más extrañas; terminaban uniéndose hasta dar con la sensación de abandono que se alojaba en lo más profundo de su alma. No había nada que hacer. Estaba predestinado a hablar de sí mismo, a sucumbir a la tentación del autoanálisis.

miércoles, septiembre 11, 2019

Tres preguntas a la Luna

Yo ya he cumplido mi tarea y hoy transito hacia el depósito de la confusión; los hechos han situado a mi vanidad donde siempre estuvo, donde nunca quiso estar.
Recién abría mis ojos cuando me atribuí un valor. Y en eso me llevé a tantos conmigo.
He perdido días, meses, años completos al acecho de rostros, cerebros influyentes absortos en sus propios temas con tantas cosas que pensar,
como niño esperando ante una puerta cerrada.

Destino aciago el del artista; vivir pendiente de sí mismo construyendo ficciones a partir de la gota de fuego que brota de su alma.
Tal vez por eso ya no más cerebros influyentes, no más mirar hacia uno u otro lado de la tierra.
A mi edad, hoy ya me puedo dar el lujo de hablarle a la Luna sin temor al ridículo. Por qué no, si ella es más grande que nosotros, guarda más secretos,  presagia tantas cosas.

Luna, tú que aún te hallas a medio camino, con millones de años de vida por delante
(no sé si envidiar tu horizonte o compadecer tus vueltas inmutables)
¿me puedes enseñar, decirme algo sobre los días que me restan?
¿Intuyes los años que para ti vendrán?
¿Aguardas tu final con la misma dignidad del Sol y las estrellas?

Todo ha sido dicho, afirma la soberbia humana.
Pero qué hay del significado de los mensajes que no llegan.