Entre los temas Movimientos nocturnos/Amanecer con buena salud. Clavado ante la TV viendo derrotas/La hora de la sentada. El resplandor de la casa del vecino/Argumentos para un cuento. Uso del lenguaje/Aporte literario versus temas comunes que divierten por encima, elijo hincarle el diente al último, no sin antes repasar las posibilidades de los demás.
Movimientos nocturnos/Amanecer con buena salud podría tratarse de la inquietante normalidad con que el protagonista esté tomando una serie de movimientos de su cuerpo mientras duerme, o sueña, que van desde ligeros temblores a fuertes manotazos o pataleos. Las mañanas siguientes a estos episodios lo devuelven a una sensación de gratificante bienestar, que solo se rompe por la hinchazón del vientre ante una mala digestión, o la preocupación de su mente por los diversos problemas que le plantea la vida diaria, que son los de índole económica y especialmente aquellos relativos al pasar de sus hijos y sus nietos.
Mientras camina por la calle rumbo a su habitual café del mediodía no puede dejar de notar lo bella que es la vida cuando se dan las condiciones, pasando como una racha amarga ante su pensamiento las dificultades, los dramas, las tragedias de los pobres, los débiles, los oprimidos, los enfermos. Pero durante dichas caminatas priman las buenas sensaciones, coronadas por la promesa de un café a solas con un buen libro y con su libreta de apuntes.
El protagonista no ha logrado llegar a una conclusión racional, definitiva, ante eso de los días buenos y los días malos, que más exactamente deberían llamarse momentos buenos y momentos malos. ¿Es el mundo externo a su mente, vale decir las sensaciones del resto de su cuerpo y las cosas que suceden fuera de su cuerpo, las cosas que les pasan a los seres por los que siente amor y las cosas que suceden en el mundo, el que determina los momentos buenos y los momentos malos, o la causa de sus cambiantes estados de ánimo estriba en algo que sucede dentro de su ser, algo misterioso, inmanejable, azaroso? Cuando la experiencia le indica que se debe a esto último, el protagonista goza de esos "momentos buenos" y padece los malos con resignación, a la espera de que ese velo gris que se apropia de él se diluya cuanto antes. Si las causas son externas se le presenta una cuestión más complicada, pues sabe que poco puede hacer por solucionar los problemas. Erradicarlos de su mente solo le provocan un alivio momentáneo, ya que tienden a volver.
De modo que el protagonista se halla ante una encrucijada: o lo uno o lo otro, pero también ni lo uno ni lo otro, o ambos. What the fuck.
Mas este tema de los movimientos nocturnos y el amanecer con buena salud debe dar un giro, y este consiste en volver al origen: los movimientos nocturnos, a los que al parecer el protagonista no les ha dado la relevancia que merecen.
En sí mismos no tienen gran importancia. Se trata, según ya narró el protagonista, de algún pataleo huacho, un golpe al aire con la mano, la pronunciación límpida de una frase bien hilvanada que lo despierta, algo asombrado por la capacidad que fue desarrollando con los años de hablar en voz alta durante el sueño. Sin embargo no es asunto menor que las causas de esos pataleos, manotazos o habladurías pudieran ser complejas, como lo revela la internet, de lo que el protagonista desprende con cierta resignación que La Pelada está a la vuelta de la esquina. Piensa entonces cómo andará vestida cuando toque a su puerta y le presente sus respetos. Decide llegar hasta ahí, pues lo que sigue entra en el campo de la mera y llana especulación.
Clavado ante la TV viendo derrotas/La hora de la sentada se refiere al sedentarismo en que ha ido cayendo el protagonista conforme se acostumbra cada día más a su estado de alimentador de palomas en la plaza pública. Lejos quedaron los días en que miraba con lástima a un tío político que se pasaba la tarde frente a la pantalla. Qué manera más inútil de gastar el tiempo, pensaba. El tío había jubilado de peluquero y vivía en un departamento de la Villa Olímpica junto a su esposa la tía Chelita, que era una santa, siempre solícita y sonriente. Nunca pudieron tener hijos y pasaban el día entero solitos, acompañados de ellos mismos, salvo que llegaran visitas como el protagonista y su polola, la verdadera sobrina, con quienes compartían una modesta once, momento en que el tío se levantaba del sofá para dirigirse a la mesa del comedor. Lejanos esos días, los dos viejitos convertidos qué tiempo en polvo que se levanta y sobrevuela la tierra, el protagonista ha copiado la costumbre de su tío político, aunque con pequeñas variantes, como la de echarse en el sofá de preferencia al atardecer, aunque no pocas veces lo utiliza como a las tres y media de la tarde para dormir una reparadora siesta de poca monta, reparadora de qué, si ya no trabaja, no se cansa, y la verdad es que cuando trabajaba tampoco se cansaba tanto, claro que le era prohibitivo echarse una siesta, aunque más de una vez se le sorprendió cabeceando ante el computador de la oficina, con la mano derecha aferrada al mouse. Ahora, al caer la tarde, es casi un rito sentarse frente a la pantalla, que ya no ofrece telenovelas, concursos o programas magazinescos como los que deleitaban a su tío político y a la tía Chelita; miento, los canales abiertos los siguen ofreciendo pero el protagonista se inclina por las series y películas de las plataformas de streaming, incluso a veces una peliculita sacada de Youtube. El tema es que cuando llega el momento se resigna a sufrir una nueva derrota de la selección con ese afán masoquista propio de los chilenos. Por lo general lo hace acompañado de un vaso de whisky y a continuación, de otro whisky, pero combinado con hielo y ginger ale. Rara vez bebe cerveza y menos vino. De acompañamiento, maní salado o papas fritas. Y así va aumentando la presión arterial y echando guata. Si el cuerpo le pide un tercer vaso de whisky lo piensa dos veces y cada vez más seguidamente opta por beber un vaso de leche fría, entera. Aún así no es raro que acuda a la cama algo caramboleado, no sin antes entregarse al sano hábito de lavarse los dientes y a la discutida costumbre de tomarse un paracetamol que lo prevenga de la eventual caña del día siguiente. Le llama la atención que ahora que vive en el sur, al borde de un lago, las cañas prácticamente hayan desaparecido, lo que atribuye a la escasa altura en que está viviendo respecto del nivel del mar.
El resplandor de la casa del vecino/Argumentos para un cuento me lo voy a saltar, así como voy a dejar de hablar del protagonista aquí, el protagonista allá, porque ahora que el tema se me ofrece como meretriz barata bajo el farol, ahora que está ante mis ojos como lo está la brillante pantalla del pc no le veo el encanto a ese título, aunque me veo en la obligación, ya que lo postulé a la inmortalidad, de precisar que el resplandor de la casa del vecino puede referirse a dos resplandores, a dos casas y a dos vecinos. En efecto, desde hace unas semanas noto que en el edificio del frente instalaron una de esas luces que se activan con el movimiento, como si fueran capaces de ahuyentar a los tales por cuales sinvergüenzas cafiches de la sociedad que viven de los bienes de los demás, léase malhechores, malnacidos, delincuentes; el hecho es que cada vez que pasa un vehículo por la calle, y pasan a cada rato, apenas el semáforo de la esquina da luz verde, sin contar con los que doblan cuando la calzada perpendicular tiene luz verde; o sea, pasan sin descanso, claro que bajando el ritmo a medida que avanza la noche, como decía, cada vez que pasa un auto se enciende la luz, y encima también se enciende cada vez que pasa un humilde peatón que no le hace daño a nadie, salvo a nosotros, por qué se preguntarán ustedes, muy sencillo, porque la luz esa da justo al dormitorio y aunque corra las cortinas, el dormitorio se aclara y se oscurece, se aclara y se oscurece, menos mal que ninguno de los dos tenemos tendencia al insomnio, mi mujer duerme como angelito, salvo los ronquidos, y el insomnio mío cuando ocurre, ocurre a mitad de la noche, esos insomnios en que uno despierta de un sueño cualquiera, no necesariamente una pesadilla, y lo agarra el insomnio y cuesta más dormirse que los tres chanchitos. Uno de estos días atravesaré a reclamar por esa luz, aunque esto de que se aclara y se oscurece, se aclara y se oscurece, tiene su leve encanto, es como si la luz nos anunciara que seguimos vivos y que los problemas que nos aquejan no son tan graves como para elevar una denuncia a la municipalidad. De esto se trata un resplandor de una casa de un vecino. El segundo resplandor de otra casa de otro vecino es más inquietante porque afecta a la psiquis, a los planes a largo plazo. Sucede que como ya he dicho en otras entregas se me ocurrió la idea de venirme a vivir al sur, y resulta que el sur es un paraíso en la tierra, tiene todas las cosas que me gustan, un lago para gozar su visión y para bañarse, nubes que no se ven en Santiago, cielo azul que no se ve en Santiago, lluvia que se ve poco en Santiago, frío hasta bien entrada la primavera, una chimenea a pellet que me quita el frío, terneros que viven comiendo el pasto que se aprecia por los ventanales, una familia de zorros que se pasea buscando restos de comida, una lechuza que está al aguaite de algún ratón desprevenido, una pareja de queltehues que se instalaron a empollar en mi sitio, en fin, vivir en el lluvioso sur de Chile, el sueño de todo hombre que aspire a ser escritor, pero qué pasó, que hace poco al vecino se le ocurrió montar un centro de eventos en una de sus parcelas, tiene varias, y eso me desestabilizó la sesera por un tiempo, a medida que iban llegando los camiones con materiales de construcción, porque temí lo peor, autos, fiestas, reggetón, peleas de curados, cachas detrás de las matas, y la verdad es que el león no ha resultado ser tan fiero como lo pintaban, los asistentes se han portado de lo más decentes, como gente de bien, huasos de buen vivir, llegan calladitos y se van calladitos y el salón de eventos parece que tiene vidrios de termopanel porque casi no se escucha ruido. EL ÚNICO PROBLEMA ha resultado ser esa luminaria que alumbra el estacionamiento de los visitantes que llegan en sus camionetas cuatro por cuatro, luminaria que da justo a mi dormitorio. Por suerte a mi mujer no le ha tocado sufrir en la cara ese brillo de interrogatorio policial, porque ya me habría mandado a hablar con el vecino alguna noche a las dos de la mañana. Lo que es yo, sigo cultivando la paciencia, pero a la próxima fiesta; es decir, al día siguiente a la próxima fiesta, prometo ir a su casa y darle un ultimátum: o cambia la dirección de esa luz o me veré obligado a usar un antifaz. Eso.
Ya es hora de hacerle los puntos al tema que dio origen a esta elucubración, seleccionado en desmedro de los demás títulos participantes, que acaban de recibir su merecido. Intitúlase "Uso del lenguaje/Aporte literario versus temas comunes que divierten por encima" y trata de que la lengua, que parece un sustantivo tan obvio, porque es llegar y sacarla para afuera para que todos la vean y el destinatario de dicha acción se sienta ofendido; la lengua, repito, es una cosa asaz enmarañada. De partida se refiere al órgano muscular que no solo se utiliza para degustar sabores o introducirse en orificios húmedos o secos, no es lo que están pensando por si acaso, sino también se usa para modular sonidos, lo que lleva al Hombre con mayúsculas, uso el arcaísmo porque me dio la gana, a desarrollar la capacidad del lenguaje, que a la postre es comunicación. Maldigo el instante en que tomé este tratado para la chacota porque ahora me da la gana de ponerme serio y no me resulta. Ya la embarré y hay que apechugar.
Metiéndome en honduras, no es lo que piensan, repito, decir lengua es emplear una metáfora, es como decir la mano que escribe, porque la lengua permite el habla y la mano permite la escritura, pero todos sabemos que la lengua facilita el habla y la mano facilita la escritura, o ambas, la lengua y la mano, constituyen medios para expresar ideas, en este caso burradas. Quedemos por lo menos en que la lengua es la esencia del lenguaje y la mano es como decir la imprenta del lenguaje, de lo que el término que le debería corresponder en el diccionario es manaje: uso de la mano a través de los dedos para dejar por escrito una idea, pensamiento o burrada. Segunda acepción de manaje: uso de la mano para otros fines, no es lo que están pensando por si acaso. A todo esto, Sandro creó una canción genial sobre las manos, empieza suavecita con las manos del humilde labrador, sigue con las manos en un funeral, le faltó decir agarrando las manillas; las manos de la novia en el altar, las manos de los niñitos, las manos que son garras cegadas por la ambición, etc. etc. y termina con que hay dos manos que el hombre hace tiempo ya olvidó y sale con un grito desgarrador, SON LAS MANOS DE DIOS, hizo llorar en su tiempo. Le faltaron las manos de los feriantes ofreciendo lechugas.
Despejada la duda acerca de la lengua voy al meollo, ¡ólemelollo!, chiste fácil; el meollo, esto es, aporte literario versus temas comunes que divierten por encima. O sea un partido de baby fútbol entre el equipo Clásico conformado por James Joyce, Friedrich Hölderlin, Stéphane Mallarmé, Federico Nietzsche y Virginia Woolf versus el equipo Popular de Isabel Allende, Arthur Conan Doyle, Pepe Donosito, John Grisham y Ken Follet. El segundo equipo gana por paliza: al lector se le va la tarde en un suspiro, no puede soltar el libro (excepción hecha de Donosito). Cuando el equipo Clásico se va acercando en el marcador el DT del equipo Popular saca a Donosito y mete de lauchero a Zambrita que con sus cachañas va directo al premio nacional.
Julio Martínez, llamado en una sesión de espiritismo a comentar el encuentro una vez finalizado, se manda el siguiente comentario: "Sí, estimados auditores, como lo oyen, el equipo Clásico equivocó la táctica, basando su juego latero, inextricable, falto de júbilo, en un lote de ideas más difíciles que masticar alambre de púas y el rival lo pasó por encima. El truco del elenco Popular consistió simplemente en elegir, ordenar y distribuir las palabras, técnica que nos recordó al Brasil de sus mejores tiempos, con Pelé, Coutinho y Vavá. Las palabras le dieron sentido al texto y conformaron lo que milagrosamente podría denominarse un estilo. Esa simpleza sin aspiraciones mesiánicas les habría bastado para aplastar al team Clásico. Pero mediando la segunda parte ocurrió un desliz estratégico que asombró a los espectadores que repletaban las aposentadurías del estadio nacional, y permitió descontar al cuadro Clásico. Porque cuando nadie lo presagiaba, el Popular comenzó a hacerse preguntas mal hechas. ¿Qué párrafo sigue al párrafo? ¿Continúo con lo que estoy diciendo? ¿Cambio de idea? El DT les gritaba desde la orilla: ¡Esa ya no es una cuestión de palabras, sino una decisión del pensamiento creativo, sacos de güevas!, pero no había caso. ¿Me atrevo a iniciar un nuevo camino? ¿Qué tono le doy al relato? ¿Qué subrayo? ¿Qué personaje está cediendo y cuál crece? ¿O intento con la atmósfera? Así iban perdiendo su deliciosa espontaneidad y ahí fue cuando el cambio de Donosito por Zambrita revitalizó al Popular y el equipo Clásico inclinó la cerviz, pagando cara su derrota. El equipo Popular se retiró a los camarines bajo el clamor de la hinchada, llevando en andas a su preclaro entrenador; finalmente la multitud abandonó el estadio a los acordes de Adiós al Séptimo de Línea. ¡Muy buenas noches, señores oyentes!, y de deportes seguiremos conversando el próximo martes gracias a la gentileza de Camisas Llodrá, la camisa deportiva que domina la ciudad".