Visitas de la última semana a la página

jueves, enero 30, 2025

Vida/Muerte

Hoy es el cumpleaños de mi amada hija Constanza. ¡Salud, felicidad, prosperidad, alegría y amor para ti, Conita, reina del flamenco!
Hoy acaba de fallecer mi querido y admirado amigo Gambetti. Descanso eterno a tu alma. 

domingo, enero 26, 2025

Encuentro inesperado con Fernández

Ocurrió entonces que vi caminando por la calle (no por la vereda sino por la calle, por el tránsito destinado a los vehículos) a mi viejo amigo Fernández. Recién vine a reparar en él cuando me llevaba varios metros de ventaja y ya se disponía a subir a un automóvil. Vestía su clásico terno gris perla de oficinista meticuloso que le ayudaba a disfrazar su trastorno maníaco depresivo, según había concluido él mismo al momento de analizar sus gustos en materia de vestimenta, durante alguno de esos pequeños viajes que emprendimos juntos. 
No me entusiasmó demasiado la idea de correr a saludarlo. Primero debía despejar de mi mente una duda prácticamente infantil, de aficionado. Mediaba entre nosotros una distancia de unos veinticinco metros. Así fue como le pregunté a quienes me acompañaban: 
-¿Esto está grabado?
-¿Cómo?
-¿Esto que estoy viendo pertenece a una escena del pasado? ¿Está grabado?
-No. Está ocurriendo ahora.
-Pero eso es imposible. Fernández murió hace varios años.
-¿Quién es Fernández?
Corté el diálogo y corrí a toda prisa. Fernández ya se hallaba sentado al volante y giraba la llave del motor.
-¡Para, para!
Debió ver mi rostro angustiado que lo miraba a los ojos a través de la ventanilla, porque detuvo el motor. Yo, a mi vez, noté cómo su expresión correcta y desganada mutaba por la de un sentimiento intenso, del que no se hallaban excluidas ni la alegría ni la tristeza.
Bajó del auto y nos abrazamos con fervor. Calculo que así tuvo que ser el abrazo al hijo pródigo del que hablan las sagradas escrituras, o el que se dieron padre e hijo, exhaustos, apenas pisaron tierra firme tras salvarse del naufragio. Fue un abrazo forzudo, demasiado emotivo; tanto que la elegante caída del terno se le desbarajustó y las solapas le subieron hasta la mitad de la cabeza.
Con el sosiego que otorga la imposibilidad de la huida intenté profundizar en ciertos temas de fondo. Me interesaba sobremanera conocer su testimonio acerca de la muerte. Fernández no se hizo de rogar; mientras caminábamos tomados del brazo me iba relatando sus experiencias, todas muy interesantes. Había una duda que siempre había rondado mi mente desde que era chico, y Fernández me la despejó en un santiamén. Consistía en saber si los finados se mezclaban o vivían separados según continentes, razas, ideas políticas o grados de cultura; más aún, si compartían "los de este tiempo" con los de "todos los tiempos" o, caso contrario, Dios había destinado diferentes reinos para cada década o centuria o mejor dicho, reinos diferentes cada cuarenta o cincuenta años, el paso de unas dos a tres generaciones. Fernández me aseguró que se mezclaban naturalmente. Añadió que hace unos días se había encontrado con el famoso economista Friedrich von Hayek y tuvo el gusto de intercambiar un par de palabras con él, definiéndolo de paso como "un viejito amable".
Al llegar la hora de despedirnos trocó su efusividad física por una frase para ponerla en un marco, que me dejó en un estado de meditación por varios minutos. Pues mientras se alejaba, mientras volvía al patio de los callados, como se le dice también al Más Allá, me susurró desde lejos: "Mientras tú estés vivo yo no estoy muerto. Tu cabeza me mantiene con vida. Tú eres el recuerdo de los muertos".
Me acababa de rendir un sincero tributo, gesto que me conmovió por su implicancia.

jueves, enero 09, 2025

Fuera de contexto

Cómo salgo de esta mierda llamada contexto, en la que el foco de atención de los iluminados, de los representantes del canon, está en el resentimiento, la pobreza, la juventud, la ambigüedad sexual, la irreverencia y las conexiones del creador disfrazadas de genio y originalidad.
Fácil, pero difícil. La fórmula no está en salir, sino en no entrar. Permanecer inmutable, solitario, alejado de los centros del poder, gozando de los beneficios de una dulce vejez provinciana, anclado en un bello paraje del sur, donde quien habla de a poco se ha ido convirtiendo en un pequeño y curioso personaje.
Un librito al año, veinticinco ejemplares por edición, el goce del frío y la lluvia, la conversación matinal con gente que nunca había visto, qué más le podría pedir a la vida (dejando entre paréntesis la mancha vanidosa de la fama).  

miércoles, enero 08, 2025

Recarciquantas lóbera

Recarciquantas lóbera 
Recarciquantas
Durumil turu culipe
Tirilanka tarambapo
Siribili musiripe
Tulún tulún miseritapo

Recarciquantas lóbera
Recarciquantas
Baramana tarabapa
Patagárac biri tru
Trusi trusi turumbapa
Pataracán baíl contrú

Recarciquantas lóbera
Recarciquantas
Biri biri tiribil
Tirirílic barutandas
Tarascalmana turabandas
Triririlíc barino

Recarciquantas lóbera
Recarciquantas
Colisemi taramino
Cossi cossi samarcal
Colisemi Sanmarino
Cossi cossi vaxaral

Recarciquantas lóbera
Recarciquantas

martes, diciembre 31, 2024

La pantera gris

Cercada por el alambrado, la pantera gris se paseaba nerviosa dentro del patio, sin manifestar gran interés por el pavo dispuesto para ella. El gallináceo se arrinconaba en cada esquina opuesta por la que doblaba el felino, haciendo lo humanamente posible para pasar inadvertido. 
El narrador de esta historia miraba la escena a través del ventanal del segundo piso; mas, haciendo caso omiso de una advertencia del subconsciente, corrió una hoja del ventanal y salió al balcón para tener mejor vista de lo que habría de ocurrir inevitablemente, que era el sacrificio del pavo. Craso error: en la parte superior del alambrado que daba directamente al balcón había una pequeña falla que la pantera gris descubrió no bien el ser humano se afirmó a la baranda. En cosa de fracciones de segundo la pantera trepó al balcón y corrió hacia el hombre, quien, tratando de eludirla, no hizo más que aproximarse a ella, de tal forma que no le quedó otra que echarse bruscamente al piso y apoyarse con los codos. La pantera lo desplazó con el violento roce de su cuerpo y el hombre cayó al patio, donde se hallaba la moto.
Corría a una velocidad imprudente por las callejuelas del pueblo, sin mirar nunca hacia atrás, ni siquiera a través del espejo retrovisor. Se aferraba al manubrio de la moto con firmeza; sorteaba los baches de las calles de tierra con cierta dificultad. Las pocas personas que transitaban por las veredas lo hacían con esmero, de tal manera que no había que tomar demasiadas precauciones. Además, el camino siempre se le iba abriendo; al narrador le daba la impresión de que en la esquina siguiente sobrevendría la desgracia, pero no resultaba así: inevitablemente se abría ante él una nueva callejuela y el viaje se le estaba haciendo hasta agradable.
Pero está escrito que las advertencias del subconsciente rara vez son tomadas en cuenta. El hombre visualizó una subida en el horizonte que terminaba en una calle que hacía las veces de un muro infranqueable. Su camino toparía en ese muro y su viaje habría terminado. Sobre la calle, no al ras de ella, se levantaba una casa como todas las que ya habían pasado por su vista, casas humildes, de poblaciones marginales, acordes con los barrios polvorosos ya dejados atrás.
Ante la disyuntiva, el narrador de la historia se jugó el todo por el todo. Aceleró y se adueñó de la casa, se montó en un patio de la casa; nuevamente un patio, el subconsciente le habla y él no escucha. En ese instante ya estaba para actos irracionales, temerarios. Agarró todo lo que estuvo a mano y lo fue arrojando a la calle. Se trataba de quebrar, destruir, vaciar la casa, hallar la fuerza escondida que lo hiciera entrar en razón.
Y así ocurrió. Pronto apareció el dueño, un hombre de mediana edad y carácter calculador. El narrador se hallaba a su merced, ya no le quedaban armas para defenderse; se había desprendido de todo, la moto humeaba con el choque.
Agachó la cabeza y cerró los ojos. Mientras aguardaba el mazazo sobrevino una luminosidad que aunque no era divina, en algo se le parecía. Era la luz que antecede a la muerte, y el narrador la esperaba sin miedo, sin miedo a la muerte, porque la había buscado, aunque la esperaba con cierta ansiedad.

martes, diciembre 24, 2024

Deseos de Navidad

Mi ser, tan proclive a manifestaciones del espíritu que limitan con el predio de los lugares comunes, sitio aquel que podría encasillarse bajo el nombre de "sentimientos dulces como el almíbar", tiende a claudicar ante la realidad para desear en esta magna fecha una feliz Navidad a todo el mundo, léase bien, a todo el mundo; esto es, facinerosos, asaltantes, traficantes de personas y de drogas, delincuentes de cuello y corbata, homicidas, violadores, aprovechadores, mojigatos, ladrones, en fin, tanta gente, además de los consabidos ciudadanos de respeto y de bien, como aquellas y aquellos cercanos a mi persona, hombres probos de alma bondadosa, damas recatadas, personas inspiradas en el avance de la sociedad, cuyos objetivos son precisamente aportar con su granito de arena a ese fin. 
Dicho lo anterior, pues, vayan para todos ellos mis parabienes, que ya mañana será otro día...

lunes, diciembre 16, 2024

Revisando cuentos malogrados

No es que esté escribiendo menos. Sucede que me hallo enfrascado en la corrección de dos cuentos que tienen a mi mente dando vueltas. Cuando me aproximo a ellos advierto, junto con sus fallas, una suma de nuevas posibilidades.
Es un proceso diabólico. No deja de llamarme la atención que en el momento en que fueron escritos el estilo elegido me pareció siempre el adecuado. Luego de meses, o años, cada vez que la imaginación me hace volver a ellos, las faltas saltaban como pececillos cazando zancudos en un riachuelo quieto.
De modo que vuelvo a empezar, por segunda o tercera vez, y reasumo la tarea de mejorarlos, hasta una próxima ocasión. 
Ya he dicho antes que hay algunos cuentos que nacen malditos, contrahechos. Estos dos podrían ser buenos ejemplos.

jueves, diciembre 05, 2024

Un vago dolor a la hora de acostarse

Surge un vago dolor en la conciencia a la hora de acostarse. La salud en la familia es importante, muy importante; se suma la sensación de irresponsabilidad que da el hecho de estar viviendo solo, a muchos kilómetros de distancia, y sobre todo a la serie de televisión que acabo de terminar de ver, oscura hasta el cansancio, demasiado oscura para terminar esta noche.
Si fuese menos apegado a la familia, pero... ¿lo he sido tanto? A esta hora concluyo más bien lo contrario: nunca guie con mano firme, eludí las problemas, di demasiadas libertades, castigué con la mirada y a veces con la mano.
No se saca nada con llorar sobre la leche derramada; mejor encomendarse a entes superiores. 

jueves, noviembre 28, 2024

Empatía del lector con una obra literaria

Identificación. O empatía. La creación de la obra de arte literaria está destinada a fundirse con la belleza, en primer y casi exclusivo lugar. ¿Qué tiene que ver con dicha misión, dicho propósito, la identificación del lector con el personaje principal, o la empatía que experimente hacia el conjunto de la obra?
El lector empatiza con Sancho Panza y Don Quijote, con el señor K. de El Castillo y con la cucaracha humana de La Metamorfosis, con Raskolnikov a pesar de su crimen, con Ivan Ilich en su desesperante dolor, etcétera. No sucede lo mismo con los personajes mediocres de ciertas novelas mediocres, a pesar de que lo anterior llama a confusión y obliga a aclarar: la historia de la literatura registra incontables relatos o novelas de excelencia protagonizados por personajes mediocres, con los cuales empatiza; Bartleby, por ejemplo. Y ya que estamos con aclaraciones, tampoco es requisito obligado de los buenos libros que el lector empatice con sus personajes. Muchos de los hombres de las novelas de Philip Roth se tornan despreciables por su exagerado narcicismo, pero hay que admitir que sus libros están bien logrados, no siendo obras maestras del nivel de las de Bellow o Auster, a mi juicio. 
Mas vamos al caso que nos interesa, el de "ciertas novelas mediocres". ¿En qué ha fallado el escritor cuando el lector no empatizó con su creación?
En lo personal, acabo de terminar de leer "El verano del ángel", de un autor chileno del cual se ha escrito bastante, y puedo asegurar que los que debieron ser gratos momentos de lectura se me transformaron en sensaciones de irritación y fastidio. Mientras leía sentía el envidioso temor de que lo que me temía que podía ocurrir en la trama llegara a materializarse; esto es, que el joven, ignorante y pretencioso obrero conquistara finalmente a la joven alocada y ricachona hijita de su papá, que entre paréntesis de ángel no tenía nada, salvo para el protagonista y tal vez para el autor. Lo peor es que a medida que pasaban las páginas todo iba apuntando a ese destino.
¿Por qué el lector, en este caso mi persona, no lograba empatizar con el sueño del pobre aprendiz? ¿Por qué rechazaba al personaje y al entorno construido en torno a él, y al viejo que el autor seguramente quería hacer pasar por un sabio derrotado y escéptico? ¿Hay en todo esto un problema de tono? ¿O acaso el autor, voluntariamente, nos quiso despertar esas sensaciones incómodas? 
En esa novela hay desaciertos que no vale la pena mencionar; no soy crítico literario ni aspiro a serlo, me mueve solamente el afán de lector atento a lo que lee. Solo diré que terminé la novela porque "había que terminarla", como si se tratara de una especie de tarea académica, y para formarme un juicio relativamente desapasionado de sus logros o sus pretensiones. 
¿Vale la pena gastar tiempo comentando de estas cosas, habiendo tanto tema que tratar, tanto cuento que escribir, tanto experimento que acometer, tantos sueños y recuerdos que sacar a la palestra?
Lo que me sigue dando vueltas es la pregunta sobre la identificación. O la empatía.
¿Es mejor una obra literaria cuando el autor logra que el lector empatice con ella? ¿O eso no tiene nada que ver con su calidad intrínseca? Dejo la respuesta a la reflexión de mis propios lectores.
El mismo día que cerré la última página de "El verano del ángel" abrí la primera de "El juguete rabioso", de Roberto Arlt, un escritor argentino que hace años deseaba abordar, imperdonable falta de la que me acuso.
¡Qué pedazo de libro el que se me viene encima! Y escrito a los 26 años de edad...

lunes, noviembre 25, 2024

El problema de la épica

Volvemos a lo mismo; al problema de la épica. En la biblioteca de Frutillar pintaron un mural con la figura de Víctor Jara tocando guitarra para un grupo de niños. ¿Qué símbolo para ofrecer tiene la derecha? ¿Los Huasos Quincheros recortados contra un fondo de la Cordillera de los Andes y una bandera chilena flameando? 
Aún subsisten muros pintados con la cara de Allende y sus gruesos lentes negros. Nadie se atrevería a dibujar a Pinochet con sus gruesos lentes negros en una calle cualquiera de Santiago.
La derecha representa los valores del libre mercado; la izquierda, los del socialismo; esto es, la omnipotencia del Estado. Hoy el libre mercado pisotea al socialismo. La derecha económica venció, la izquierda fue humillada. Eso no quiere decir que la situación se mantendrá siempre así y que la historia llegó a su fin, como un cretino se atrevió a proclamar alguna vez. La derecha se ha ido izquierdizando; la izquierda está siendo obligada a derechizarse. 
Nada de esto se discute. Lo que subyace, sin embargo, es el problema de la épica.
Los perdedores se transforman en héroes; los ganadores, en tiranos.
Habría que pensar una derecha más humana, que naciera no de las oficinas de los políticos ubicadas en el barrio alto, sino de las batallas del pueblo y la clase media. Una derecha que no tuviera solo como horizonte el bienestar económico, la seguridad y el orden, sino también las esperanzas y las frustraciones de la gente, algo de esa filosofía cristiana o hinduista que parece haberse perdido.
El hombre como centro. No al egoísmo, sí al desprendimiento.  

miércoles, noviembre 20, 2024

Cae la tarde

De los placeres, el de sentir caer la tarde ante la visión de las nubes llevadas por el viento, las aves que rastrean su comida en el pasto verde, la lechuza que sobrevuela la maleza a la siga de un ratón, el afán del canto de los grillos, el ladrido lejano de un perro, el zumbido del moscardón entre las flores del jardín; en el bosque el murmullo de las hojas que castañetean con la brisa, en mi trocito de tierra los árboles que recién están creciendo, con un libro entre las manos o con el libro en la cubierta de una mesa improvisada, ese conjunto envidiable supera a tantos placeres a los que estaba acostumbrado.
El polen invisible se cuela en las narices (todo paraíso guarda su tragedia); surca el cielo una bandada de loros, rompiendo el silencio majestuoso del entorno. Más abajo, una escuadrilla de bandurrias desfila cual aviones de combate en la parada militar; un montón de golondrinas van y vienen, consagrando la primavera austral, sembrando sombras sobre la luminosidad del paisaje; allá encima, muy lejos de los animales alados, aparecen las luces de un avión que se viene acercando, que cruza la cabaña con sus pasajeros detrás de las ventanas, que se aleja a su destino, el aeropuerto. Es el mismo de todas las tardes a esta hora, ya me he encariñado con él.
Ay de mí, tener que escribir sobre estas cosas tan sencillas para vivirlas en plenitud.

jueves, noviembre 14, 2024

Taller de poesía

Llueve, crece el pasto, sigo a dieta, un camión se fue camino abajo. 
Nada tan extraño, o inexplicable, como el bloqueo que viví en el taller de poesía.
Me inscribí ganoso, quería conocer a la tallerista, una ex colega que colaboró en el mismo diario al que le presté servicios durante 32 años, alumna de un viejo editor amigo mío que ya pasó a mejor vida. Incluso me di el trabajo de averiguar sobre ella en internet, llevándome una sorpresa no tan grata, cual fue la de leer una entrevista sobre un libro suyo editado con el vuelito del estallido social o revuelta delictual, como se quiera llamar. En esa entrevista ella defiende a pie juntilla el estallido (¿se atrevería a hacerlo hoy con la misma fuerza?) Las pasiones han ido cambiando de color, se han entibiado. La gente que estaba en el lado correcto de la historia pareciera haber estado ahora del lado incorrecto. Hay manotazos de ahogado que insisten en que la situación no varía, que la ira se mantiene, que la injusticia se mantiene. Pero el barómetro público marca mano dura, rechazo a los inmigrantes, rechazo a la violencia de grupos mapuches radicales, exigencias en materia de seguridad. Además, qué es la justicia; qué es la injusticia. La justicia es lo que a la mayoría le parece justo; la injusticia es lo que a la mayoría le parece injusto. ¿Y qué hay de la minoría? ¿Y qué hay de los ideales y las frustraciones personales? ¿A la Fifa?
Subí al segundo piso. El tema no me quitaba el sueño. Las odas elementales de Neruda. En la mesa de reuniones, una pila de viejos. Pero, ¿no soy yo mismo un viejo carcamal? Claro que sí, pero un viejo carcamal como la gente. La tallerista, mucho más joven, en la cabecera, destacaba entre tantas canas y arrugas.
Era una mujer lúdica, alegre, que pretendía crear empatía. ¡Justo como no me gustan los talleres! Quiere hacernos jugar, hacernos descubrir los maravillosos versos del vate. Lee los primeros poemas. Oda a la Tierra. Ofrece la palabra a los vejestorios. Los vejestorios están ansiosos por hablar. Vi la tierra. Sentí la vida que nacía de la tierra. Uf, me quedé sin palabras. ¡La tierra nortina, el sueldo de Chile! 
Estuve a punto de decir que ese poema sería hoy repudiado por cierta izquierda, por los ecologistas, por la Permisología. ¡Miren que andar arrancando el cobre y el salitre de la tierra, haciendo añicos el paisaje, pasándose por el forro a la naturaleza! Esa oda Neruda la habría escrito hoy con más cuidado.
Callé. Hice bien. Pasé colado. Pero ya me estaba ajizando.
Luego vino el poema a la cebolla. Es de esos poemas que hacen reír a Borges, claro que el argentino algo de envidia tenía por no haber obtenido el Nobel que sí le dieron a Neruda. Se le salía por la comisura de los labios cuando lo entrevistaban. "Neruda tiene unos poemas espantosos. Poemas dedicados a la cebolla, a la lechuga, al apio..." Pero en el taller los viejitos quedaron impactados. Y qué decir de la tallerista; por algo los seleccionó y los leyó, para impresionar. Esos y también la oda a la alcachofa. ¿Qué les parece la alcachofa? Una oda militar. Me imaginé el jardín y vi a la alcachofa, entrando a mano izquierda (este último comentario vino de la única joven del taller, hay que decirlo). Con su cuerpo de granada... Bello, bellísimo. Luego vino la oda al caldillo de congrio. Fíjense que no está escrita como receta de cocina, sino como poema. ¡Se me hizo agua la boca! Me noqueó. 
Pero que yo sepa, Neruda no era un cocinero, le gustaba irse a la cochiguagua.  
Ahora vamos a jugar con las palabras. Un juego gastronómico. Todavía no haremos poesía. Imaginen los platos que más les gustan. Tortilla de papas. Yo también. ¡Pancho Villa, ja ja ja! (como disculpándose de tener un gusto tan popular). Ahora vamos a escribir los tres platos que más nos gustan...
Yo estaba que no daba más. Asentía con la cabeza, miraba para ningún rostro, para no delatarme, no sé cómo lo hacía; sentía casi el aliento de la tallerista a la distancia, pero no claudicaba, evitaba sus ojos optimistas, su sonrisa fácil. Si pasaba un minuto más iba a decir una lesera, de modo que me levanté de sopetón, anuncié que debía retirarme y me fui.
Camino al estacionamiento me latía el corazón de furia. Qué manera de haber perdido el tiempo. Sentía una furia destemplada hacia el grupo entero, hacia la mediocridad, la estupidez humana. Subí al auto, conduje tratando de no cometer una infracción y volví a mi cabaña, pero antes estacioné a la orilla del lago, para tratar de despejar la mente. Busqué un escaño y me senté, mirando el horizonte, las aguas grises que en aquel momento eran una taza de leche, las nubes grises que cubrían el volcán. Pero nada de eso veía. Mis imágenes mentales volvían una y otra vez a esa mesa plagada de viejos. Intuí, a mi pesar, que debía ejercitar la paciencia, como siempre, esperar a que la emoción fuera bajando con el correr de los minutos, de las horas. Necesitaba hablar con alguien, contar mi experiencia, pero no tenía a nadie cerca para desahogarme. Por elección me hallaba solo.      
Eso fue ayer; hoy no lo veo tan así. 
Me noqueó... el sueldo de Chile... vi a la alcachofa, entrando a mano izquierda... tortilla de papas... ¡un Pancho Villa!... 
¿Quiénes eran esas personas que me regalaron unos minutos de sus vidas? Una tallerista que cree en su misión y que se gana la vida honestamente. Comparada con tantos deshonestos que solo siguen al dinero, bien o mal habido, ella viene y va por ciudades y pueblos con su sonrisa a cuestas. ¿Y los otros? Gente madura que se ha dado el trabajo de salir de su casa para continuar sintiéndose parte del planeta. Mujeres y hombres amantes de la poesía, enredados entre alcachofas y cebollas, sumergidos en caldillos de congrio; personas que buscan amor, que quieren revelar lo que sienten, que van detrás de la belleza, que siguen el río de la vida mirando hacia atrás, temerosas de extraviarse dentro del laberinto que no las llevará a ninguna parte.
¿Quién soy? ¿Qué siento realmente? ¿Cómo pueden variar mis afectos de un día para otro, de un instante a otro? Esa ira, esa tendencia a creerme superior, a épater le bourgeois, de dónde vinieron. Ese bloqueo del corazón, esa incapacidad de unirme a un grupo de desconocidos, ese impulso de dármelas de macanudo, de destacar para aplastar, no para tratar de compartir con ellos lo poco que he aprendido. ¿O es que hay unos y hay otros y yo pertenezco a los otros? ¿Entonces por qué me caen siempre encima los que estimo inferiores y no los míos? ¿Y cuándo aprenderé que en este juego no hay inferiores ni superiores, vencedores ni vencidos?

domingo, noviembre 10, 2024

Menudencias del diario vivir

-¿Se te ocurren algunas soluciones para ayudar a Julio Iglesias? 
-¿Que a ti también te llegó el correo?
-Sí.
-Yo pensé que era el único...
-¿No será una estafa? Parece una estafa.
-Verifiqué los nombres del staff de abogados y son correctos.
-Pero los pueden haber copiado en un link falso.
-Pensé lo mismo y llamé al staff. Me contestó la secretaria y me confirmó que los correos son verdaderos.
-¿A cuántos más se los habrán mandado?
-Me juró que a nosotros dos no más.
-Claro, porque somos amigos. Nos habrán sacado del Facebook. Pero... ¿cómo creerle?
-Es cosa de fe.
-¿Y qué le dijiste?
-Le dije que le mandaría a la brevedad mis propuestas.
-Las mías ya están redactadas; estoy en la etapa de las revisiones.
-¿Y si le mandáramos una sola respuesta con todas nuestras ideas?
-Hácete un cálculo para ver si nos conviene.
-Nos conviene. Julio Iglesias tiene una fortuna de 750 millones de euros, que dan unos 785 mil 677 millones de pesos y fracción. En vez de recibir el 0,001 de la fortuna calculada en base a rentas brutas sin impuesto fiscal y sin contar con los depósitos en las islas Caimán, nos deja un 0,002, unos 1.571 millones de pesos, una cachá de plata, que podemos descontar de impuestos gracias al mecanismo del artículo 24 bis de la ley 23.471 publicada hace un mes en el Diario Oficial. Si partimos las propuestas por dos agarramos la garantía de la ley de pymes, pero perdemos el descuento del impuesto a las ganancias del acuerdo Kacher Rexes Rimbleton.
-No hay nada que decir entonces. Aunemos las propuestas y nos vamos miti miti. Al diablo con la ley de pymes.
-Lógico, mitad y mitad. No vamos a estar contando las páginas que escribió cada uno. Hay que hacerlo rápido, porque salió que la fortuna estaba menguando. Por eso nos enviaron los correos.
-Debe ser porque estudiamos en un liceo comercial.
-Entonces... Saltarín se llamaba el profeta. Tírate con las tuyas y después vamos con las mías.
-Mira, la verdad es que las mías son dos o tres no más. No se me ocurrieron otras ideas.
-Andamos por las mismas.
-Pero por qué recurre a dos chilenos. Aquí hay gato encerrado, como se dice.
-Pero si te dije que llamé al staff y la secretaria me dijo que estaba okey.
-¿Así de dijo?
-¿Cómo?
-¿Okey?
-Claro. Me dijo, a ver, déjame recordar... me dijo... "todo está okey, señor".
-Debe ser porque Julio Iglesias vivió mucho tiempo en Miami.
-También pensé lo mismo. Así que tírate a la piscina.
-Mira... la primera propuesta es que se compre unos departamentitos DFL 2 y los ponga en arriendo. Con unos cuatro tiene de sobra. Pero tienen que ser de dos dormitorios y con estacionamiento. A cada uno le puede sacar seiscientos. Seiscientos por cuatro da veinticuatro. Dos millones cuatro al mes, qué tal.
-¿Y las contribuciones?
-Están exentos de contribuciones. ¡Esa es la gracia!
-Hay que restarle los gastos comunes.
-Cuarenta lucas mensuales. Quinientos sesenta por cuatro da dos millones dos cuarenta. Directo al bolsillo. Gana más que metiendo la plata al banco.
-¿Y los estafadores que se incrustan y no pagan?
-Ah, no. Yo le agregaría un matón. Para casos de necesidad. Sin contrato. Se le paga con vales. Pongámosle un palo más por año calendario, daría veinticinco ocho ochenta al año. Sigue siendo súper rentable el negocio. 
-¿Y las otras dos?
-Una flota de taxis, pero ya es más complicado. Unos doce taxis. Tiene que contratar un administrador eso sí. Pero un buen administrador.
-Honrado.
-Honrado y bueno para los números. Sería como su brazo derecho en esa arista del negocio.
-A lo mejor tiene un sobrino honrado y sin pega.
-Pero tiene que ser bueno para los números.
-Y manejar bien a los choferes.
-Hay unos chips que graban pa callado. El taxista no se puede ir por dentro. Claro que hay que dejarle un margen de choreo, sino se echa al pollo lueguito.
-Autos con seguro.
-Autos con seguro.
-¿Y cuánto da ese negocio?
-Hay días buenos y días malos. Yo calculé que cada taxi deja dos palos libres mensuales. Doce taxis por dos palos dan veinticuatro. Veinticuatro por doce da 288n palos al año. Un dineral.
-El paso por el garaje.
-Está descontado.
-Las revisiones técnicas.
-Todo considerado.
-Cambios de aceite.
-Considerado. 
-¿Consideraste las imposiciones?
-Están consideradas.
-Porque sería con contrato.
-Sería con contrato. Ahí no conviene meterse en cuchufletas. El parte que te puede llegar es patagüino de grande.
-¿Y la última idea?
-Con lo que le queda de la fortuna yo le recomendaría un seguro de vida con ahorro. Hay uno bien bueno que tiene hasta seguro contra el cáncer. Quedaría asegurado per sécula seculorum.
-Puta, le pegaste el palo al gato. Va a estar súper agradecido. 
-¿Y tus propuestas?
-Yo me fui por lo artístico. Lo primero es contratar al mejor compositor de música popular y a los mejores músicos para que le hagan un disco que cante con la poca voz que le queda. Éxito seguro en Spotify. Millones de reproducciones. La plata cayendo como maná del cielo.
-¿Cuánto le echas por eso?
-Mínimo diez palos verdes al año. 
-¿Al año? ¡Al mes!
-¿Tanto?
-Eso ganan los que venden. Estás menospreciando tu propuesta. Tírate con la otra.
-El disco llama a la gira. A una gira de despedida por el mundo le saca seguro treinta palos verdes.
-¿Treinta? ¡Trescientos!
-¿Tanto?
-¿Cuánto crees que se echó Sir Paul McCartnery? ¿Y Taylor Swift?
-No sabía que tanto.
-¿Y la última?
-Un combo contando su vida. Podcast, libro y biopic por Netflix. Ahí agarra mínimo cinco palos verdes.
-¿Cinco? ¡Mínimo cincuenta!
-¿Tanto?
-Con el puro anticipo del libro agarra diez palos verdes. Y si lo cuenta todo, incluyendo especialmente las minas famosas que se echó con nombre y apellido, no sería raro que se embolsara cien palos verdes. Con la centésima parte le da fácil para pagar a los abogados y a las minas que se querellen... minas que ya están viejas casi todas. Les paga la estirada y quedan felices. Además a las minas les daría prestigio... Julito, ese cuerpito fue mío.
-Estamos listos entonces.
-Pasamos en limpio las seis propuestas y las mandamos hoy mismo.
-Hecho.
-Oye...
-Qué.
-Pero por qué el staff recurre a nosotros dos. Por qué no le escribió a un español. O por último a un entendido de Miami. Países con plata, que saben manejar cuentas mejor que nosotros. Lo del liceo comercial me suena a chiva. No me cuadra. Sigo dudando.
-¿Te digo lo que pienso de verdad, y que no me atrevía a decirlo? 
-Bueno.
Yo creo sinceramente que es porque Julio Iglesias nos ama y nos adora de corazón.
-Tienes razón. Sí, es muy posible que ahí esté la madre del cordero. Hay cosas que Julio Iglesias no dice por decir.

viernes, octubre 25, 2024

El amigo insignificante

Tuve un amigo a quien despreciaba. Lo miraba en menos, lo consideraba inferior, profesional de la majadería. Cuando me hablaba sentía deseos de aplastarlo como a una cucaracha. Le hacía ver los errores de sus planteamientos; él se amoldaba a mis réplicas y las hacía suyas en ese instante, luego volvía con sus ideas recurrentes. Jamás manifestó un sentimiento negativo hacia mí. Era muy agradecido de mis atenciones, que yo las tenía hacia él, por supuesto, de lo contrario no hubiésemos sido amigos. Me hablaba de la mañana a la noche y yo con ganas de gritarle ¡córtala por favor! 
A pesar de lo que declaro, porque esto, más que reflexión, más que monólogo, es una declaración, incluso pudiese ser una declaración de culpa, a pesar de lo que declaro, repito, guardaba una gran consideración hacia él. Lejos de mí, admiraba su filosofía de vida, su ánimo lúdico, sus ganas de estar planificando siempre algo, especialmente reuniones con discursos, juegos, fiestas de disfraces. Su vida no marchaba hacia ninguna parte y eso yo lo hallaba envidiable. Después de un tiempo sin estar en su compañía (sería de un cinismo sin nombre decir gozar de su compañía) lo echaba de menos y me daban ganas de volver a verlo. Para mí, él hacía carne la sentencia de Oscar Wilde, hay personas que alegran la vida cuando llegan, hay personas que alegran la vida cuando se van.
Una tarde, en mi casa, le presté mi computador para que realizara una transacción bancaria. Me sorprendió el abultado saldo de su cuenta corriente, que miré de reojo.  

domingo, octubre 20, 2024

Encomienda/La taza

Cuando mi pensamiento se ahoga en la alegría y la ilusión, el momento que le sigue sabe a incertidumbre y desengaño. No logro aproximarme a lo que ocurre allá lejos en el mismo instante del planeta, sobre todo a los hechos que conforman esa otra realidad, qué decir de las sensaciones que la inundan.
Así, vuelvo a lo uno y a lo otro, refugiado en el amor que brinda la esperanza, esperando la señal que temo nunca llegará.
Mi amigo, digo amigo por no decir envidia, sarcasmo, lealtad, no sospecha de esas cosas o si las sabe se hace el leso. En medio de mis divagaciones insiste en pasearme por su casa; no quiere entender que mis ganas de orinar son intensas. Transitamos por piezas de paredes blancas, altas como catedrales, viejas, ruinosas, piezas que rematan en una alambrada en la altura, porque al estuco no le alcanzó para llegar hasta el cielo. 
Quiero pasar al baño, le pido, dime dónde está. Ahí está el baño, entra.
Lo que me temía: dentro de la taza, asquerosa, flota un chaleco artesanal de vivos colores, rodeado de un líquido pardo, amarillento.
No soy capaz de hacer aquí, no puedo lanzar el chorro, esto me supera...   

sábado, octubre 12, 2024

Tres libros

De los tres libros que he leído últimamente, los tres escritos entre las décadas del Veinte y del Treinta del siglo pasado, me llama hoy la atención el escándalo que provocó "Trópico de Cáncer", de Henry Miller, novela que se prohibió en su momento por grosera y pornográfica. Nadie duda, en cambio, de la alta espiritualidad de Hermann Hesse, reflejada en su obra "El lobo estepario", escrita pocos años antes que la anterior. Tras estas dos lecturas hechas casi en forma paralela concluyo (es una opinión al vuelo, personal, sin afán crítico), que "Trópico de Cáncer" es altamente espiritual y "El lobo estepario", inesperadamente erótica, abierta a las sensaciones más libres con respecto a la sexualidad humana. 
En ambas, los protagonistas son artistas atormentados y en ambas se hallan en una búsqueda constante de sentido para sus vidas. En ambas el trazo autobiográfico es evidente, indesmentible.
Una tercera novela, "Pasión y muerte del cura Deusto", del chileno Augusto D'Halmar, me apasionó por su tema rupturista e impensado para la época, pienso en nuestro país (en 1912 Thomas Mann ya había escrito "Muerte en Venecia"). Es curioso que la novela esté ambientada en Sevilla, España, pero a fin de cuentas eso al autor se le agradece, pues nos regala un magnífico cuadro de aquella ciudad hace cien años, con su enorme influencia árabe, así como del mundo de la cultura del baile y el cante flamenco (aunque el lector pueda sentir, tal vez, el regusto añejo de la novela española de la generación del 98). Más que el cura Deusto me queda el sabor del otro personaje, el Aceitunita, el recio y bello niño gitano que llegará a ser, en la novela, un gran cantaor y bailaor flamenco. La pasión entre el cura Deusto y el Aceitunita, contenida hasta más allá del final, es además fiel reflejo de esa época.

miércoles, octubre 09, 2024

Caída estrepitosa

Lo más importante y llamativo que me ha pasado en los últimos quince días ha sido la caída de bruces que sufrí por andar pajareando. Acostado bocabajo en la acera, atendido por buenos samaritanos compadecidos de la escena ofrecida a sus ojos, lo primero que hice fue tocarme los dientes: estaban en su sitio (a Dios gracias). Hoy, al recuerdo de la sangre que salía a borbotones de mi boca, de los labios partidos, de la herida en la nariz, no me nace sacarle provecho literario ni por casualidad a esa caída estrepitosa. Ni fábula, ni cuento, ni crónica divertida; solamente se me ocurre dejar estampado el nacimiento en mí de una nueva forma de prudencia, de una nueva constancia del paso de los años, de una nueva lección por aprender. 

domingo, septiembre 29, 2024

Uso del lenguaje/Aporte literario versus temas comunes que divierten por encima

Entre los temas Movimientos nocturnos/Amanecer con buena salud. Clavado ante la TV viendo derrotas/La hora de la sentada. El resplandor de la casa del vecino/Argumentos para un cuento. Uso del lenguaje/Aporte literario versus temas comunes que divierten por encima, elijo hincarle el diente al último, no sin antes repasar las posibilidades de los demás.
Movimientos nocturnos/Amanecer con buena salud podría tratarse de la inquietante normalidad con que el protagonista esté tomando una serie de movimientos de su cuerpo mientras duerme, o sueña, que van desde ligeros temblores a fuertes manotazos o pataleos. Las mañanas siguientes a estos episodios lo devuelven a una sensación de gratificante bienestar, que solo se rompe por la hinchazón del vientre ante una mala digestión, o la preocupación de su mente por los diversos problemas que le plantea la vida diaria, que son los de índole económica y especialmente aquellos relativos al pasar de sus hijos y sus nietos.
Mientras camina por la calle rumbo a su habitual café del mediodía no puede dejar de notar lo bella que es la vida cuando se dan las condiciones, pasando como una racha amarga ante su pensamiento las dificultades, los dramas, las tragedias de los pobres, los débiles, los oprimidos, los enfermos. Pero durante dichas caminatas priman las buenas sensaciones, coronadas por la promesa de un café a solas con un buen libro y con su libreta de apuntes.
El protagonista no ha logrado llegar a una conclusión racional, definitiva, ante eso de los días buenos y los días malos, que más exactamente deberían llamarse momentos buenos y momentos malos. ¿Es el mundo externo a su mente, vale decir las sensaciones del resto de su cuerpo y las cosas que suceden fuera de su cuerpo, las cosas que les pasan a los seres por los que siente amor y las cosas que suceden en el mundo, el que determina los momentos buenos y los momentos malos, o la causa de sus cambiantes estados de ánimo estriba en algo que sucede dentro de su ser, algo misterioso, inmanejable, azaroso? Cuando la experiencia le indica que se debe a esto último, el protagonista goza de esos "momentos buenos" y padece los malos con resignación, a la espera de que ese velo gris que se apropia de él se diluya cuanto antes. Si las causas son externas se le presenta una cuestión más complicada, pues sabe que poco puede hacer por solucionar los problemas. Erradicarlos de su mente solo le provocan un alivio momentáneo, ya que tienden a volver.
De modo que el protagonista se halla ante una encrucijada: o lo uno o lo otro, pero también ni lo uno ni lo otro, o ambos. What the fuck.
Mas este tema de los movimientos nocturnos y el amanecer con buena salud debe dar un giro, y este consiste en volver al origen: los movimientos nocturnos, a los que al parecer el protagonista no les ha dado la relevancia que merecen.
En sí mismos no tienen gran importancia. Se trata, según ya narró el protagonista, de algún pataleo huacho, un golpe al aire con la mano, la pronunciación límpida de una frase bien hilvanada que lo despierta, algo asombrado por la capacidad que fue desarrollando con los años de hablar en voz alta durante el sueño. Sin embargo no es asunto menor que las causas de esos pataleos, manotazos o habladurías pudieran ser complejas, como lo revela la internet, de lo que el protagonista desprende con cierta resignación que La Pelada está a la vuelta de la esquina. Piensa entonces cómo andará vestida cuando toque a su puerta y le presente sus respetos. Decide llegar hasta ahí, pues lo que sigue entra en el campo de la mera y llana especulación.
Clavado ante la TV viendo derrotas/La hora de la sentada se refiere al sedentarismo en que ha ido cayendo el protagonista conforme se acostumbra cada día más a su estado de alimentador de palomas en la plaza pública. Lejos quedaron los días en que miraba con lástima a un tío político que se pasaba la tarde frente a la pantalla. Qué manera más inútil de gastar el tiempo, pensaba. El tío había jubilado de peluquero y vivía en un departamento de la Villa Olímpica junto a su esposa la tía Chelita, que era una santa, siempre solícita y sonriente. Nunca pudieron tener hijos y pasaban el día entero solitos, acompañados de ellos mismos, salvo que llegaran visitas como el protagonista y su polola, la verdadera sobrina, con quienes compartían una modesta once, momento en que el tío se levantaba del sofá para dirigirse a la mesa del comedor. Lejanos esos días, los dos viejitos convertidos qué tiempo en polvo que se levanta y sobrevuela la tierra, el protagonista ha copiado la costumbre de su tío político, aunque con pequeñas variantes, como la de echarse en el sofá de preferencia al atardecer, aunque no pocas veces lo utiliza como a las tres y media de la tarde para dormir una reparadora siesta de poca monta, reparadora de qué, si ya no trabaja, no se cansa, y la verdad es que cuando trabajaba tampoco se cansaba tanto, claro que le era prohibitivo echarse una siesta, aunque más de una vez se le sorprendió cabeceando ante el computador de la oficina, con la mano derecha aferrada al mouse. Ahora, al caer la tarde, es casi un rito sentarse frente a la pantalla, que ya no ofrece telenovelas, concursos o programas magazinescos como los que deleitaban a su tío político y a la tía Chelita; miento, los canales abiertos los siguen ofreciendo pero el protagonista se inclina por las series y películas de las plataformas de streaming, incluso a veces una peliculita sacada de Youtube. El tema es que cuando llega el momento se resigna a sufrir una nueva derrota de la selección con ese afán masoquista propio de los chilenos. Por lo general lo hace acompañado de un vaso de whisky y a continuación, de otro whisky, pero combinado con hielo y ginger ale. Rara vez bebe cerveza y menos vino. De acompañamiento, maní salado o papas fritas. Y así va aumentando la presión arterial y echando guata. Si el cuerpo le pide un tercer vaso de whisky lo piensa dos veces y cada vez más seguidamente opta por beber un vaso de leche fría, entera. Aún así no es raro que acuda a la cama algo caramboleado, no sin antes entregarse al sano hábito de lavarse los dientes y a la discutida costumbre de tomarse un paracetamol que lo prevenga de la eventual caña del día siguiente. Le llama la atención que ahora que vive en el sur, al borde de un lago, las cañas prácticamente hayan desaparecido, lo que atribuye a la escasa altura en que está viviendo respecto del nivel del mar.
El resplandor de la casa del vecino/Argumentos para un cuento me lo voy a saltar, así como voy a dejar de hablar del protagonista aquí, el protagonista allá, porque ahora que el tema se me ofrece como meretriz barata bajo el farol, ahora que está ante mis ojos como lo está la brillante pantalla del pc no le veo el encanto a ese título, aunque me veo en la obligación, ya que lo postulé a la inmortalidad, de precisar que el resplandor de la casa del vecino puede referirse a dos resplandores, a dos casas y a dos vecinos. En efecto, desde hace unas semanas noto que en el edificio del frente instalaron una de esas luces que se activan con el movimiento, como si fueran capaces de ahuyentar a los tales por cuales sinvergüenzas cafiches de la sociedad que viven de los bienes de los demás, léase malhechores, malnacidos, delincuentes; el hecho es que cada vez que pasa un vehículo por la calle, y pasan a cada rato, apenas el semáforo de la esquina da luz verde, sin contar con los que doblan cuando la calzada perpendicular tiene luz verde; o sea, pasan sin descanso, claro que bajando el ritmo a medida que avanza la noche, como decía, cada vez que pasa un auto se enciende la luz, y encima también se enciende cada vez que pasa un humilde peatón que no le hace daño a nadie, salvo a nosotros, por qué se preguntarán ustedes, muy sencillo, porque la luz esa da justo al dormitorio y aunque corra las cortinas, el dormitorio se aclara y se oscurece, se aclara y se oscurece, menos mal que ninguno de los dos tenemos tendencia al insomnio, mi mujer duerme como angelito, salvo los ronquidos, y el insomnio mío cuando ocurre, ocurre a mitad de la noche, esos insomnios en que uno despierta de un sueño cualquiera, no necesariamente una pesadilla, y lo agarra el insomnio y cuesta más dormirse que los tres chanchitos. Uno de estos días atravesaré a reclamar por esa luz, aunque esto de que se aclara y se oscurece, se aclara y se oscurece, tiene su leve encanto, es como si la luz nos anunciara que seguimos vivos y que los problemas que nos aquejan no son tan graves como para elevar una denuncia a la municipalidad. De esto se trata un resplandor de una casa de un vecino. El segundo resplandor de otra casa de otro vecino es más inquietante porque afecta a la psiquis, a los planes a largo plazo. Sucede que como ya he dicho en otras entregas se me ocurrió la idea de venirme a vivir al sur, y resulta que el sur es un paraíso en la tierra, tiene todas las cosas que me gustan, un lago para gozar su visión y para bañarse, nubes que no se ven en Santiago, cielo azul que no se ve en Santiago, lluvia que se ve poco en Santiago, frío hasta bien entrada la primavera, una chimenea a pellet que me quita el frío, terneros que viven comiendo el pasto que se aprecia por los ventanales, una familia de zorros que se pasea buscando restos de comida, una lechuza que está al aguaite de algún ratón desprevenido, una pareja de queltehues que se instalaron a empollar en mi sitio, en fin, vivir en el lluvioso sur de Chile, el sueño de todo hombre que aspire a ser escritor, pero qué pasó, que hace poco al vecino se le ocurrió montar un centro de eventos en una de sus parcelas, tiene varias, y eso me desestabilizó la sesera por un tiempo, a medida que iban llegando los camiones con materiales de construcción, porque temí lo peor, autos, fiestas, reggetón, peleas de curados, cachas detrás de las matas, y la verdad es que el león no ha resultado ser tan fiero como lo pintaban, los asistentes se han portado de lo más decentes, como gente de bien, huasos de buen vivir, llegan calladitos y se van calladitos y el salón de eventos parece que tiene vidrios de termopanel porque casi no se escucha ruido. EL ÚNICO PROBLEMA ha resultado ser esa luminaria que alumbra el estacionamiento de los visitantes que llegan en sus camionetas cuatro por cuatro, luminaria que da justo a mi dormitorio. Por suerte a mi mujer no le ha tocado sufrir en la cara ese brillo de interrogatorio policial, porque ya me habría mandado a hablar con el vecino alguna noche a las dos de la mañana. Lo que es yo, sigo cultivando la paciencia, pero a la próxima fiesta; es decir, al día siguiente a la próxima fiesta, prometo ir a su casa y darle un ultimátum: o cambia la dirección de esa luz o me veré obligado a usar un antifaz. Eso.
Ya es hora de hacerle los puntos al tema que dio origen a esta elucubración, seleccionado en desmedro de los demás títulos participantes, que acaban de recibir su merecido. Intitúlase "Uso del lenguaje/Aporte literario versus temas comunes que divierten por encima" y trata de que la lengua, que parece un sustantivo tan obvio, porque es llegar y sacarla para afuera para que todos la vean y el destinatario de dicha acción se sienta ofendido; la lengua, repito, es una cosa asaz enmarañada. De partida se refiere al órgano muscular que no solo se utiliza para degustar sabores o introducirse en orificios húmedos o secos, no es lo que están pensando por si acaso, sino también se usa para modular sonidos, lo que lleva al Hombre con mayúsculas, uso el arcaísmo porque me dio la gana, a desarrollar la capacidad del lenguaje, que a la postre es comunicación. Maldigo el instante en que tomé este tratado para la chacota porque ahora me da la gana de ponerme serio y no me resulta. Ya la embarré y hay que apechugar.
Metiéndome en honduras, no es lo que piensan, repito, decir lengua es emplear una metáfora, es como decir la mano que escribe, porque la lengua permite el habla y la mano permite la escritura, pero todos sabemos que la lengua facilita el habla y la mano facilita la escritura, o ambas, la lengua y la mano, constituyen medios para expresar ideas, en este caso burradas. Quedemos por lo menos en que la lengua es la esencia del lenguaje y la mano es como decir la imprenta del lenguaje, de lo que el término que le debería corresponder en el diccionario es manaje: uso de la mano a través de los dedos para dejar por escrito una idea, pensamiento o burrada. Segunda acepción de manaje: uso de la mano para otros fines, no es lo que están pensando por si acaso. A todo esto, Sandro creó una canción genial sobre las manos, empieza suavecita con las manos del humilde labrador, sigue con las manos en un funeral, le faltó decir agarrando las manillas; las manos de la novia en el altar, las manos de los niñitos, las manos que son garras cegadas por la ambición, etc. etc. y termina con que hay dos manos que el hombre hace tiempo ya olvidó y sale con un grito desgarrador, SON LAS MANOS DE DIOS, hizo llorar en su tiempo. Le faltaron las manos de los feriantes ofreciendo lechugas.
Despejada la duda acerca de la lengua voy al meollo, ¡ólemelollo!, chiste fácil; el meollo, esto es, aporte literario versus temas comunes que divierten por encima. O sea un partido de baby fútbol entre el equipo Clásico conformado por James Joyce, Friedrich Hölderlin, Stéphane Mallarmé, Federico Nietzsche y Virginia Woolf versus el equipo Popular de Isabel Allende, Arthur Conan Doyle, Pepe Donosito, John Grisham y Ken Follet. El segundo equipo gana por paliza: al lector se le va la tarde en un suspiro, no puede soltar el libro (excepción hecha de Donosito). Cuando el equipo Clásico se va acercando en el marcador el DT del equipo Popular saca a Donosito y mete de lauchero a Zambrita que con sus cachañas va directo al premio nacional.
Julio Martínez, llamado en una sesión de espiritismo a comentar el encuentro una vez finalizado, se manda el siguiente comentario: "Sí, estimados auditores, como lo oyen, el equipo Clásico equivocó la táctica, basando su juego latero, inextricable, falto de júbilo, en un lote de ideas más difíciles que masticar alambre de púas y el rival lo pasó por encima. El truco del elenco Popular consistió simplemente en elegir, ordenar y distribuir las palabras, técnica que nos recordó al Brasil de sus mejores tiempos, con Pelé, Coutinho y Vavá. Las palabras le dieron sentido al texto y conformaron lo que milagrosamente podría denominarse un estilo. Esa simpleza sin aspiraciones mesiánicas les habría bastado para aplastar al team Clásico. Pero mediando la segunda parte ocurrió un desliz estratégico que asombró a los espectadores que repletaban las aposentadurías del estadio nacional, y permitió descontar al cuadro Clásico. Porque cuando nadie lo presagiaba, el Popular comenzó a hacerse preguntas mal hechas. ¿Qué párrafo sigue al párrafo? ¿Continúo con lo que estoy diciendo? ¿Cambio de idea? El DT les gritaba desde la orilla: ¡Esa ya no es una cuestión de palabras, sino una decisión del pensamiento creativo, sacos de güevas!, pero no había caso. ¿Me atrevo a iniciar un nuevo camino? ¿Qué tono le doy al relato? ¿Qué subrayo? ¿Qué personaje está cediendo y cuál crece? ¿O intento con la atmósfera? Así iban perdiendo su deliciosa espontaneidad y ahí fue cuando el cambio de Donosito por Zambrita revitalizó al Popular y el equipo Clásico inclinó la cerviz, pagando cara su derrota. El equipo Popular se retiró a los camarines bajo el clamor de la hinchada, llevando en andas a su preclaro entrenador; finalmente la multitud abandonó el estadio a los acordes de Adiós al Séptimo de Línea. ¡Muy buenas noches, señores oyentes!, y de deportes seguiremos conversando el próximo martes gracias a la gentileza de Camisas Llodrá, la camisa deportiva que domina la ciudad".

miércoles, septiembre 18, 2024

Un mundo poblado de universos

Cada ser humano construye su mundo y piensa en función del mundo que ha ido construyendo. Me preguntan algo y respondo según lo que he construido. A mi vecino le pasa lo mismo y al niño que juega en el recreo también. También al profesor que le enseña y al DJ que anima la fiesta. Así de complejo es el fenómeno del entendimiento y traducción de nuestros mensajes.

jueves, septiembre 12, 2024

Un sueño. Sumamente extraño

Antes de verlos bajando hacia la playa, o hacia el bosque, el narrador ya conocía el significado de ese descenso. Los dos norteamericanos, altos y rubios, vistos de espalda, pieles blancas con vellos en los hombros, serían del gusto de su esposa. El asunto se decidiría en la ducha. 
Caía el agua sobre sus cuerpos; ella, o él, no buscaba limpieza. Es curioso que en los sueños del narrador, sus personajes a veces asuman apariencias contrarias a su género. En este caso ella, ahora él, se arqueaba, se les ofrecía.
-¡Quiero sexo, ese sexo que nunca me has sabido dar y que espero que no me vuelvas a pedir jamás! -increpó, amenazó al narrador. El narrador esperaba esas palabras; todo estaba dispuesto para que se configurara dicha escena.
En la cama, ella con uno de los dos norteamericanos, la sintió comentar después del acto: el placer que me provocó el orgasmo ha sido el mismo de siempre. El norteamericano se quejaba de dolores en la espalda, producto de una placa de metal inserta en su cuerpo. 
El mal se había consumado. Llegaba la hora del narrador. Llegaba el momento de la decisión del narrador.
Querías sexo y has pecado. Lo permití; ahora te dejaré para siempre.
La decisión le despertaba sentimientos encontrados. Ansiaba febrilmente que ella se empapara en las consecuencias de su deseo carnal, que viviera el abandono, que tomara conciencia de que no lo vería nunca más. Al mismo tiempo, en el corazón del narrador la presencia de su mujer se le hacía inolvidable; latía en su memoria, vagaba entre sus pensamientos.
Echado en el suelo del bar la vio salir hacia la calle, abriéndose paso con cierta indiferencia, vestida con un traje ajustado de colores llamativos.
Ahora viajaré por el mundo, iré de un país a otro, ese será de hoy en adelante mi destino, se prometió el narrador.